diciembre 20, 2008


Tengo un amor secreto del que nunca hablo. Y anoche le susurré cosas al oído, le confesé todo lo que podía confesarle en 1 minuto con 53 segundos. Pero mi amor escondido se quedó en eso, en la idea de que le confiaba lo más recóndito de mi corazón, pero no que se lo decía para sí.

Tengo un amor secreto del que nunca hablo. Y anoche le susurré cosas al oído.

Anoche mi amor secreto enmudeció.

Anoche me di cuenta que lo que tengo es nada. Soy dueña de nada. Tengo un amor de nada. Me ama nada. Me llamaré de ahora en adelante Nada.

diciembre 16, 2008

Siento como una astilla en el corazón

Hay cierto tipo de sucesos que no duelen, no lastiman, pero molestan. No sé realmente en qué consiste eso de que uno se pueda sentir trastocado por eventos minúsculos que en la vida no significan algo. Pero allí están, igual que una uña mal limada o la encía ligeramente inflamada. Uno no se va a morir de ello, ni siquiera llegan a ser una enfermedad mortal o un dolor importante. No es algo que deba llamar la atención, pero aparece como gotera continua. Minuto a minuto tortura, hace sentir mal, recuerda como chirrido lejano. Y no es nada.

Y sólo es hoy. Sólo por hoy me voy a dejar sentir como si las lágrimas estuvieran a punto de salir, con todo el rostro congestionado, con los ojos irritados y la boca fruncida; pero no brotan, porque no me siento tan triste. Sólo hoy no voy a inquirir al cajero del supermercado que se rió de mí sin razón alguna. Sólo hoy dejaré que el día pase entre numereríos y estadísticas de cierre de año. Bien me sentiría si mi ligera angustia fuera por cuestiones de trabajo. El trabajo lo controlo, los pensamientos los controlo, los sentimientos los acallo... pero ¿y los malestares? ¿Qué se hace cuando uno no es un experto en tranquilizar al espíritu? ¿Qué placebo tomar? ¿Existen aspirinas para molestillas emocionales?

No lo sé. Por lo pronto, puedo aseverar que un poco de helado no me quitó la incomodidad.

Mi mañana empezó así, después de una noche de haber comido de más quizá. Y de nuevo pienso en que me encantaría encontrar ese fragmento de las letras de Dickens donde mencionan los estragos que puede hacer una mala comida en el estado de ánimo. Quizá esa pequeña obsesión me quite las ganas que tengo de sentirme mal.

Pero, cuando se vaya este ligero desasosiego, seré feliz. Feliz porque vienen los días de estar en la cocina y disfrutando de las tareas mecánicas de la época de celebración. Feliz porque en mi casa hay bizcochos, natillas, dulces de leche y muchas nueces. Feliz porque hace fresco y tengo dos libros nuevos que leer. Sólo es cuestión de esperar a que se me salga esa pequeña astillita que tengo en el corazón.

diciembre 11, 2008

De los dolores del alma a los aspectos psicosomáticos


Me duele terriblemente el dedo anular izquierdo.

Tengo desde inicios de semana que se me dificulta teclear en la computadora o detener la taza de café con esa mano. Cada vez que la muevo, me duele como un recordatorio de que hay algo que tengo que hacer para remediar el asunto, porque no puedo vivir así.

Le contaba esto a un buen amigo, cuando encontré la fuente de mi dolor: a ese dedo le hace falta tener algo que le dé peso. Quizá un discreto solitario envuelto en una caja color turquesa pueda quitarme la dolencia.

Dice mi buen amigo, que su hermana está segura que ese tipo de mal se agudiza con los años. Que entre más te alejas de los treintas, la punzada se hace más fuerte, particularmente en las bodas o en las fiestas de compromiso de las amigas incasables.

No lo dudo. Por lo pronto, para remediar mis congojas, para las fiestas decembrinas he decidido regalarme algo redondito, bonito y que venga en una cajita color verdioso. Digo, nunca está demás una terapia de rehabilitación.

noviembre 30, 2008

La Caja Oculta al Fondo del Cajón


Estoy segura de que a toda mujer se le debe conceder el derecho y la obligación de contar con un preciosa caja de chocolates suculentos y muy finos. Obviamente el empaque en sí debe ser muy hermoso y por la misma obviedad debe estar guardado al fondo del cajón, donde nadie pueda verlo. Porque estos no son para compartir con las amigas mientras charlan, ni para sacar después de la comida, ni para ofrecer cuando llega una visita inesperada con niños ávidos de dulces sabores. Esta cajita únicamente sirve para brindar ese placer tan peculiar que se tiene al sacar todo del cajón y, a escondidas, a mitad de una fría noche, buscar ese chocolate que tenga el sabor que esperamos. Se come de vez en cuando, nunca durante dos noches seguidas. Considero que la única vez que se tiene permiso de romper la regla, es cuando la alegría o la depresión llegan a niveles desbordantes. Únicamente por eso. Jamás por costumbre, jamás por antojo ligero, jamás por autocompasión. Si se hace por cualesquiera de las razones anteriores, aseguro que se perderá la posibilidad de placer por siempre.
Yo tengo en mi haber una cajita muy pequeña, que me dura pocas noches, pero me hace sentir que todavía tengo secretos. Se llama noviembre y hoy es el último día que la saco. Hasta el próximo año me doy permiso de volver a sentir todo lo que noviembre encierra en 30 pequeñas piezas y una primorosa envoltura de hojas secas.

noviembre 28, 2008

Cine, Cine, Cine, Cine


Para finalizar el semestre, tengo que hacer todas las tareas de Apreciación Cinematográfica que no hice durante los últimos meses.

Y ahora, mientras escribo mis reseñas de las cintas que me parecieron interesantes, escucho la canción Cine, Cine de Luis Eduardo Aute. Tengo un querido amigo que disfruta mucho la música de Aute, porque me dice que piensa en otro tiempo cuando era feliz. Yo, no puedo dejar de pensar en en festival de San Sebastián y por un minuto, siento que estoy con un precioso vestido de Valentino, entrando a admirar el arte.

El día de hoy, no tengo tiempo de soñar más. Tengo que seguir haciendo mis deberes, pero con una sonrisa, como queriendo creer en los presagios de días felices, salas vacías, buenas películas y una cena después para conversar.

noviembre 27, 2008

La conversación


De las cosas que más disfruto hacer, es conversar. Y estoy segura que la conversación se debe aderezar con una buena comida. Pero en esta ocasión, no es el punto del que quiero hablar.

La conversación ha logrado llenar muchas pausas de mi vida, ha logrado acallar mis disfluencias emocionales, ha hecho que el vacilar en un razonamiento, de la pauta para iniciar otro más interesante. La conversación es un laberinto en el que se pasa el tiempo y la vida, subiendo, bajando, topando con los mismos argumentos y sorprendiéndose por los nuevos caminos.
Por lo general me gusta ser una mujer esquemática, que anota los temas para platicar con alguien en particular. Disfruto mucho descubriendo lo que cada palabra significa en mis labios y en otros. Disfruto el sonido de la palabra, el ir y venir del aire en un espacio tan pequeño, que lo único que pretende, es unir los pensamientos. La conversación ha logrado ser la manera de hacer el amor intelectualmente. Por eso, yo procuro no conversar a fondo con cualquiera. Guardo todavía demasiado pudor para con las palabras y a veces me apena desperdiciarlas en cualquier asunto o, peor aún, con cualquier persona.

Por eso, ayer que leía un texto, me quedé sorprendida de lo puntual, de los conciso que es para describir a las conversaciones:

"Es el hablar efecto grande de la racionalidad: que quien no discurre no conversa... Hablando los sabios engendran otros, y por la conversación se conduce el ánimo la sabiduría dulcemente... De suerte que es la noble conversación hija del discurso, madre del saber, desahogo del alma, comercio de los corazones, vínculo de la amistad, pasto del contento y ocupación de personas".

El Criticón
Baltasar Gracián


Cuando lo leí, me sentí desnuda ante la misma palabra que conocía lo que por ella logro sentir. Fue una lectura metalingüística que no esperé encontrar ese día. Y es cierto, en mi vida, la conversación ha sido desahogo para mi alma en momentos de tortura; ha logrado venderme uno que otro corazón, a veces a precios demasiado elevados; me ha dado buenos amigos, que se tranquilizan, que me dan consejo o que se regodean con el hablar; ha logrado alimentar mi disfrute para generarme contentamiento; y, afortunadamente, ha sido mi principal ocupación en la vida. La conversación es maravillosa, y como dice el buen Gracián, conduce la sabiduría dulcemente. Quiero desgastar los minutos de mi vida en largas conversaciones. Quiero desgastar mis noviembres pensando en todo lo que he dicho. Quiero mejor aún, que las conversaciones me desgasten a mí y me dejen una huella imborrable de palabrería fugaz, que atesore en el fondo del corazón.

noviembre 26, 2008

El amor en unas manos feas


Ayer llegué tarde a una de las clases que más me gustan. Obviamente, por el retraso, no pude encontrar disponible el lugar en el que regularmente me siento, así que entré al salón y me acomodé en el primer sitio disponible. En seguida de mí había un lugar vacío y luego una muchacha de cabello largo, rizado y todo enredado. No puedo decir que sea fea, al contrario, creo que es muy bonita, pero definitivamente procura cultivar más su interior que su exterior.

Empezó la clase, puse atención y dejé de pensar en ella hasta que él apareció. Unos segundos después llegó un muchacho y se puso entre ella y yo. Él es igual que ella: cabello largo, rizado y todo enredado. Nada más sentarse, como un gesto natural buscó la mano de ella. Cuando voltee a verlos, me di cuenta que las manos de él son muy feas, muy ásperas y poco arregladas. Y las de ella son un poco peor, con las uñas largas y descuidadas. Sin embargo, juntos, hacían algo hermoso. Durante toda la sesión de 2 horas no se hablaron, ni siquiera se miraron. Pero él, le gritaba con todo su ser que ella era la mujer más hermosa e importante. Él la tomaba con delicadeza, como diciéndole en cada roce cuánto la amaba. Y ella, se dejaba amar.

En todo eso, yo no fui mas que un espectador que quiso no olvidar lo que se sentía tener un amor tan profundo, tan cerca del corazón. Y de pronto se me cayó la imagen a pedazos, como sucede con las hojas en noviembre. Sólo puedo recordar, una nebulosa figura de manos que se amaban.

noviembre 25, 2008

La culpa que me hace sonreír


Siendo todo lo sincera que se puede ser, he de confesar que nunca en toda mi vida de dietas, he respetado una más de medio día. Jamás, jamás, jamás. Cierto, me cuido con mucho detalle, pero no puedo evitar pensar en la deliciosa y suculenta comida. No puedo. Todo el día mis pensamientos giran en torno a lo que comeré, lo que tomaré, lo que prepararé, lo que conseguiré para preparar, lo que vi cómo se hizo, el restaurante al que iré, etc, etc. Eso es todos los días, todo el día.

Y ayer, cuando decidí comer menos carbohidratos, al llegar de la escuela y abrir el refrigerador, me topé con la salsa que hice el domingo para la pasta. Y de pronto, me vi poniendo mantequilla en una sartén, juntando las hierbitas de provenza y sintiendo como el calor de la cocina empezaba a subir hasta hacerme cerrar los ojos para disfrutar de ese aroma tan familiar, pero que cada vez me sorprende, con cada vuelta del aceite de oliva y los ajos. Puse la mesa, vi mi plato humeante y rebosando, comí con paciencia una sencilla ensalada y empezó el festín del deleite, seguido por la culpa nocturna. Bien terminé mi placentera pasta, subí para ir a descansar, me lavé los dientes, apagué la luz y una vocesita interna me decía: gorda, gorda, gorda, gorda, gorda, gorda, gorda. No podía callarla.

De las culpas que se pueden sentir, creo que la culinaria es de las más difíciles de aplacar, porque no se puede dejar de lado la satisfacción gastronómica. Esta culpa es tan suave, como un murmullo, pero constante cual zumbido de cualquier molesto insecto a mitad de la apacible noche. Parece que no importa, que es fácil de sofocar, pero no es cierto. La culpa alimenticia molesta mucho. Lo único que pude hacer para estar tranquila, para aquietarla, es poner mi despertador para las 5:30 para ir al gimnasio. Y esta mañana, mientras hacía mis respiraciones, estiramientos y distintas posiciones, pude notar cómo en cada desdoblamiento de mi cuerpo, me iba quedando sorda de la conciencia.

Desayunaré zanahorias, sólo por tener a la culpa tranquila un ratito más y más tarde, poder sonreír ante una mesa repleta de manjares a escoger.

noviembre 21, 2008

Los Viernes de Noviembre


Me gustan mucho los viernes y los viernes de noviembre me gustan más. Este día en particular no tengo planes, pero será difícil tener una salida tan encantadora como la de la semana pasada.

La semana pasada, desde muy temprano, un conocido y atractivo caballero me invitó al cine a ver una película que yo estaba esperando con mucha emoción. La conversación, el lugar, lo que tomamos, lo que no tomamos y todo lo que vimos, fue una mezcla agitada y no removida. Fue más de una hora de espera encantadora, entre comida y bebidas de muchos colores, para vivir 106 minutos de una de esas películas de acción que regularmente puedo llegar a detestar, excepto cuando están recubiertas de glamour y fantasía blanquinegra.

Noviembre es así, tan lleno de conversación agitada y de lugares secretos, con muchos escenarios para ver y callar y otros que no te permiten estar callado. Noviembre es despertarme con la idea de que al salir de mi casa, pasando la arboleda, voy a ver por el espejo retrovisor, como el suave pasar de mi auto hace que las hojas se levanten del camino, al unísono en ese crujidito peculiar. Noviembre, es llegar a mi casa y ofrecer a mis amigos café. Noviembre significa pláticas sin fin. Noviembre es dormirme después de haber tejido y destejido diez mil veces los sueños de ese día.

Noviembre es pocos viernes y mucha ansiedad por vivirlos y no olvidarlos.

noviembre 20, 2008

Mundo femenino


Tengo tantas ganas de ver a mis amigas, de escuchar esas pláticas subidas de tono para mi cotidianeidad, de reír mucho, de regodearme en sucesos jugosos de su vida personal y también escuchar alguna que otra frustración referente a la vida profesional. Tengo ganas de salir y que la mesa se vaya llenando de comida para picar y de una que otra copa abierta. Tengo ganas de sentir ese ambiente tan femenino, donde los halagos no están de más y se notan los cambios para bien de cada una.

Tengo ganas de ver a mis amigas.

La felicidad que sí se compra


De vez en cuando, no hay algo que haga sentir a una mujer más feliz y satisfecha que ir de compras. No sé qué efecto tan especial tiene el salir de una tienda flanqueada por bolsas grandes, el detenerse frente a los zapatos y verlos formaditos, de la talla correcta y de hermosas formas; el comprar un café y un pastelillo para recobrar fuerzas y seguir con el recorrido y terminar, finalmente, a solas en la habitación frente a un espejo grande, rodeada por todos los artículos que huelen a tienda y que necesitan ser planchados con vapor para quitar las arrugas de la novedad.

Pero toda esa felicidad se culmina cuando a la mañana siguiente, se porta discretamente la reciente adquisición. Estoy segura que el rostro resplandece. El ir de compras, es el mejor placebo emocional que he podido encontrar. Quizá esta tarde me anime a una dosis.

noviembre 13, 2008

El fresquecillo de todas las mañanas


En los últimos días noviembre me ha favorecido con un clima maravilloso. Ya se vale sacar las bufandas ligeritas y usar los saquitos un poco más gruesos.

Así con este ambiente, es con el que me gusta caminar. Y me gusta hacerlo con mis zapatos altos y las manos discretamente metidas en los bolsillos de mi saco, lo que me da un balanceo que me hace sentir que me deslizo con gracia. A mitad de camino me entretengo subiendo el nudo de mi bufanda y esperando llegar a mi destino. Así han sido casi todas mis mañanas de noviembre, porque muy temprano llego a mi oficina, estaciono mi auto y me dirijo andando una o dos cuadras para comprar café.

Eso basta para dibujarme una sonrisa que me dura toda la mañana. Luego, en la tarde, cuando camino por el jardín que tengo que atravesar para llegar a los salones de la universidad, vuelvo a sonreír al sentir el fresquecillo que cosquillea mis pies y enciende un poco mis mejillas.

Me fascina noviembre. Me fascina la mitad de noviembre. Soy feliz en noviembre. ¿Por qué desde el día primero te me estás acabando? ¿Por qué te me vas como cometa al viento? ¿Por que mi embeleso al mirarte morir año con año? Lo que me hace sentir mejor es que mañana me despertaré muy temprano, me pondré mis zapatos altos y volveré a caminar entre el otoño para encontrarme con mi destino: el café caliente.

noviembre 11, 2008

Minutos en Braille


En este blog no pretendo escribir de las cosas que pasan en la ciudad en la que vivo. No pretendo escribir de los desajustes económicos de mi país, de las injusticias sociales, de la pobreza ni demás cosas. Escribo sobre lo que me pasa, lo que siento, lo que vivo y lo maquillo con palabras más dulzonas que puedan retratar someramente lo que atraviesa mi corazón. Pero el día de hoy, estoy en extremo saturada por las cosas que no me pasan, pero que sí me están pasando y necesito decir algo:

En verdad no puedo creer lo que sucede a mi alrededor. Si hace 5 años me hubieran dicho que iba a vivir en una ciudad donde ocurren hechos tan violentos, donde no es extraño que llamen para amenazar de secuestro a tu familia, donde se lanzan bombas a cualquier hogar, donde la policía ya no se ve transitando y es el ejército quien patrulla las calles, cierra los accesos a las casas con sus operativos y revisa automóviles; , donde se incendian los restaurantes, donde en el camino de todos los días agreden a la gente hasta la muerte, donde en el supermercado te guareces porque afuera hay un enfrentamiento con armas de fuego, donde veo huir a mis vecinos siguiendo a los camiones de mudanza... donde toda la imagen que me rodea parece ser un horror; si me hubieran dicho eso hace 5 años, yo me hubiera reído bastante, con voz de incredulidad. Y hoy, como ya dije, estoy con esa misma incredulidad. Quiero pensar que estoy en el cine, viendo de esas películas que te estrujan hasta la última fibra por la violencia e insensibilidad de los hombres, con el fin de que esa realidad no te alcance. Desgraciadamente ya es demasiado tarde. Ni siquiera se puede ir al cine con tranquilidad por temor a que te secuestren por sumas de dinero irrisorias.

En verdad, hay tanto que se tiene que decir sobre lo que sucede aquí, pero la violencia me ha dejado muda. Cualquier cosa que me atreva a mencionar, no tiene la menor comparación con esta situación tan desoladora. Uno se levanta en la mañana con el contador de los hechos vandálicos sucedidos en la madrugada y se duerme con la angustia de saber si al día siguiente no habrá desaparecido el lugar de trabajo, el restaurante favorito, el café de todas las tardes.

Estoy muda, pero más que cualquier cosa, quisiera estar ciega ante hechos tan reprobables. Quisiera empezar a contar los minutos en braille, sentirme en paz y no con esta terrible paranoia que me atrapa cuando me subo al auto. Paranoia que no me sirve para nada, porque no hay algo que me pueda proteger. Todo es fortuito. No se puede saber cuál será el próximo lugar que va a ser víctima del salvajismo en el que vivimos. Nada gano sabiendo lo difícil de la situación. Y tampoco nada gano lamentándome. Y desgraciadamente, parece que nada puede detener esa fisura que se está haciendo en el corazón de la conciencia colectiva de esta pequeña ciudad.

noviembre 10, 2008

Las flores


A las flores de mi casa les encanta noviembre. Y a mí me fascina entrar y verlas erguidas, frescas, completamente abiertas, como sintiéndose orgullosas de ser el centro de atención de mi sala.

Las de esta semana son de color amarillo, pero un amarillo tan brillante, que dan ganas de quedarse sentado allí, sólo contemplándolas por temor de que de un segundo a otro se deshagan de lo preciosas que están.

Ahora, mis tardes de noviembre son amarillas. Ya no sé si me gusta noviembre por el clima o porque es el clima que le gusta a las rosas que tanto me complazco en admirar.

noviembre 06, 2008

Los amigos

Entre las cosas que me he encontrado estudiando literatura, se encuentra este pequeño párrafo que me pareció muy hermoso:

Débense buscar los amigos como se buscan los buenos libros. Que no está la felicidad en que sean muchos ni muy curiosos; antes en que sean pocos, buenos y bien conocidos... No que sólo entretengan, sino que juntamente aprovechen al alma y cuerpo.

El Guzmán de Alfarache
Mateo Alemán

¡Cómo quisiera poder ser eso para mis amigos! A veces no sé qué hacer para demostrarles lo importantes que son para mí, que son pocos, que son buenos y bien conocidos. No sé cómo hacerlo, cuando quiero hacerlo. Y hoy quiero hacerlo.

noviembre 04, 2008

¿Por qué?

¿Por qué si como tantas zanahorias mi visión no ha mejorado?
¿Por qué batallo tanto para ver?

Definitivamente mi deseo de año nuevo va a ser, cerrar los ojos y toparme con un láser que me deje muy bien, para no sufrir en la noche.

O quizá no tan bien, para seguir teniendo el pretexto perfecto, sutil y delicado, para ir tomada del brazo de alguien cuando salimos.


octubre 30, 2008

Mis aficiones


Creo que pocas veces hablo de mis aficiones, excepto por la cocina, los sabores y demás temas relacionados que son los que vienen a coronarlo todo. Pero además que eso, hay algo que me encanta, que me vuelve loca, que me emociona, me enciende, hace que mi día esté completo, me sube la sangre y revuelve mi corazón: conducir un automóvil.

Sinceramente, eso de tener que usar el auto para transportarme en la ciudad, no es de mis cosas favoritas. Me estresa mucho el tráfico, las calles pequeñas, las intransigencias y otros detalles del día a día. Pero, en cuanto me doy cuenta que puedo subir la velocidad, que puedo meterme entre un carril y otro, que puedo revolucionar mi auto hasta que produzca ese genial "rugidito", en ese momento me siento viva y comienza una extraña conexión entre mi mano, el embrague y la palanca de velocidades. No entiendo por qué hay personas que se privan del placer de meter las velocidades y le dan todo ese goce al automóvil mismo. No sé, es como sentir el pulso de la máquina, es sentir que la velocidad empieza a seducirme. Es tener cierto grado de poder, hasta de superioridad. ¡Me encanta revolucionar el auto!!

Otra cosa que hace que el tráfico sea más llevadero, es que entre la luz por el enorme quemacocos, poner algo de música muy bajito (yo casi no escucho música), tan bajito que no interfiera en el deleite que es escuchar el motor. Me estresan los ruidos exteriores, pero no me siento contenta si no logro escuchar mi propio auto.

Yo soy una mujer a la que le gusta seguir las normas y las leyes. Procuro no infringir ninguna. Pero respecto a la velocidad en carretera, con eso no puedo, no puedo y no puedo. Es que, es como condenar a mi pequeño autito a que se conforme con los aburridos 90-100 km, cuando el debe andar un poco más rápido. Sé que nos encanta sentir cómo cortamos el viento, el agarre en las curvas, lo suavecito del ruido del motor. ¡Me fascina sentir todo eso!

Y sí, lo confieso, en carretera siempre manejo a exceso de velocidad. Pero la culpa no es mía, es de mi auto, en serio. Y sí, si dicen que todas las mujeres manejan fatal, yo asumo la culpa. Yo conduzco horrible, peor que todas. Pero es algo que no voy a cambiar, me gusta. Es como, el toque salvaje de la feminidad que me empeño en conseguir.

octubre 29, 2008

Noviembre está entrando en calor


Noviembre es un mes que me gusta mucho, principalmente por el clima. Anoche me sorprendí de que anuncia su llegada con más parafernalia de lo que lo hizo octubre. Ya se siente ese frío que amerita un suéter no simple, ya se antoja terminar de tejer las bufandas y empezar las mañanas, a parte de con el té y el café, con un chocolate caliente, ese con la receta que no le voy a dar a alguien hasta que me vea en mi lecho de muerte.

Es que mi chocolate caliente es una bebida muy codiciada entre mis conocidos. Es cuestión de levantarse muy temprano, secretamente juntar el recaudo y empezar a preparar el brebaje. Tardo como 45 minutos, en los cuales, puedo sentir poco a poco como se va transformando el olor de la maravillosa mezcla, hasta que logra subir la espuma y puedo obtener esa consistencia que me dice que el sabor y la textura del chocolate están listos.

Yo digo que así huele noviembre, a chocolate amargo, resaltado con crema. Noviembre es la mezcla perfecta de aromas de todo el año; en noviembre aún no es demasiado tarde para hacer, pero no falta tanto para volver a empezar; noviembre puede llegar a calar hasta los huesos, pero reconfortar con sólo un sorbo.

Noviembre es color oscuro, pero se va desvaneciendo hasta caer en un tono punto menos que nuboso. Quisiera guardar durante todo el año las sensaciones que me ha tocado vivir en noviembre, pero no se puede. Conforme van transcurriendo los días, los recuerdos se van enfriando y sé que lo único que puedo hacer es esperar a que el año vuelva a correr, para con calma volver a hacer la mezcla donde suben todos los sentimientos y las reflexiones. Son sólo 45 minutos que me dan la leche, las natas y la crema para hacer mi mezcla perfecta. Son sólo 11 meses los que tengo para llenarme de emociones y ponerlas a punto de espuma, para darle sabor a un instante.

Me gusta mucho noviembre, casi no puedo esperar para empezar a sorberlo lentamente y luego paladear su sabor.

octubre 28, 2008

El conocimiento y el dolor



Yo no sé el por qué de que el proceso del aprendizaje tenga que estar tan íntimamente ligado con el dolor. No lo comprendo... es más, no estoy dispuesta a tolerarlo.
Si entré a estudiar una nueva carrera, es por mero placer. De verdad, que yo no estoy buscando una formación particular, sino algo que pueda disfrutar, saborear lentamente y digerir a gusto, junto a un taza de café. Eso es todo lo que pretendo.

De ahora en adelante, me niego a recibir cualquier regaño de un maestro, de la bibliotecaria o de alguien de servicios académicos. ¡Me niego!

Señores de la honorable institución en la que estudio: Cambiaremos de estrategia. Todos somos adultos y espero tener ese nivel de trato para con todos. Ya basta de ese respeto unilateral. Exijo de manera enérgica, un trato de igual a igual.

No vuelvo a sufrir ni tantito por la escuela. Sólo la disfrutaré, como la había hecho hasta hace pocas semanas :)

octubre 24, 2008

Un pan de nuez


Ahora en la mañana me levanté a la hora acostumbrada, pero terminé llegando más tarde al trabajo. Y al verme atrapada en el pesado tráfico, tomé la decisión de sonreír, ir con calma y no pensar en que iba tarde. No sé, fue algo automático, no fue algo que tardara mucho en meditar. Simplemente sucedió y yo lo dejé que corriera en mí.
Dada la violenta situación automovilística, tomé otro camino, que me llevó a suculenta y conocida pastelería, en la cual tuve que detenerme y comprar unos deliciosos rollos de canela rellenos de nuez.

Lo que me llama la atención de este lugar, es que es todo abierto. Uno puede ver como hacen la masa, cómo la moldean, cómo meten al horno los panes... en fin, es como estar en el tras bambalinas del ritual del pan. Y al ver todo eso, me acordé de una película que nunca terminé de ver, que se llama Días de Otoño. Quizá la consiga para verla más noche.


Y mientras observaba ese ir y venir de los panaderos, mientras subía el delicioso aroma proveniente del horno, mi corazón decía:¡Qué exquisito pan! De allí, que toda la mañana he sido feliz, mordisco a mordisco, entre las migas y el polvito blancuzco que suelta la codiciada pieza.

¡A un lado la dieta, a un lado el remordimiento! Lo único que tengo, es este minuto para terminar mi panecito y luego, tomar otra taza de café. Creo que me haré merecedora de ella por ser viernes y mi cuerpo destilar felicidad.

octubre 22, 2008

La Cocina y la Filosfía



Aunque dije que a las cuestiones culinarias las dejaría de lado, eso es algo con lo que no puedo. No puedo ir en contra de mi deseo profundo de probar cosas nuevas, de envolverme en los aromas de la cocina y en soñar con las sazones, los colores y las consistencias de los platos. No puedo contra eso. Creo que es ir un poco, en contra de mí misma.

Y, teniendo como antecedente esa lucha que mantengo, ayer al estar leyendo unas cartas de Sor Juana Inés de la Cruz, no pude mas que emocionarme y sentir cómo palpitaba mi corazón más fuerte al leer el siguiente fragmento:

Pues, ¿qué os pudiera contar de los secretos naturales que he descubierto estando guisando? Veo que un huevo se une y fríe en la manteca o aceite y, por contrario, se despedaza en el almíbar; ver que para que el azúcar se conserve fluida basta echarle una muy mínima parte de agua en que haya estado membrillo u otra fruta agria; ver que la yema y clara de un mismo huevo son tan contrarias, que en los unos, que sirven para el azúcar, sirve cada una de por sí y juntos no. Por no cansaros con tales frialdades, que sólo profiero por daros entera noticia de mi natural y creo que os causará risa; pero, ¿qué podemos saber las mujeres sino filosofías de cocina? Bien dijo Lupercio Leonardo, que bien se puede filosofar y aderezar la cena.

Y yo puedo decir viendo estas cosillas:
"Si Aristóteles hubiera guisado, mucho más hubiera escrito"

Respuesta a Sor Filotea
Juana Inés de la Cruz

Indudablemente, estoy de acuerdo. Mientras uno se enreda en la cocina, la mente vuela de manera diferente. No es estar pensando únicamente en proporciones, combinaciones y sabores; es planear de manera detallada, punto menos que maquiavélica, la manera de lograr que nuestras intenciones traspasen a la boca de quienes desgustarán, para generar determinada reacción. Como dije antes, la cocina me descubre, me conoce, me adivina, me transforma. Es inegable, que lo que consigue es activar en mí cierto grado de ingenio y de malicia. Y si digo de malicia, es porque uno se anticipa, interpreta de manera punto menos que siniestra, las reacciones de los comensales.

Coincido con la opinión de la querida Sor Juana, "Si Aristóteles hubiera guisado, mucho más hubiera escrito". Yo quizá necesito leer mucho, para cocinar con mayor encanto.

octubre 20, 2008

Los Domingos


Mi familia es rutinaria en todos los sentidos, inclusive en los días de "no rutina". Desde que tengo uso de razón, los domingos son días similares. En más de veinte años ha habido pocas variaciones. Quizá la última y más importante, es que dejamos de ir a comer con las abuelas, sin faltar una semana.

Cuando niñas, mi hermana y yo esperábamos, después del servicio en la iglesia y la tradicional comida familiar, un paseo donde mi papá nos compraba un helado y un cuento para leer más tarde. En verdad no recuerdo a qué edad se acabó eso. Con el paso del tiempo, yo estaba más desesperada por llegar a mi casa y mi hermana más inquieta por huir del sol. Quizá por eso mi papá eliminó los paseos dominicales.

Pero ayer, fue como volver a vivir la antigua rutina. Fuimos al servicio, comimos la nueva comida tradicional dominical (carne asada... ¿sabrán que no me gusta mucho la carne asada?), nos pusimos ropa más cómoda y de pronto, me volví a ver saliendo con mi familia. Ha cambiado un poco la versión, ahora fuimos a tomar un café y volvimos a terminar en la librería. Yo cancelé los planes que tenía para más tarde para poder disfrutar de esos minutos tan escasos de salidas familiares. Definitivamente no los añoro. Paso el tiempo suficiente con mi familia, pero de vez en cuando, es bueno recordar y volver a sentir lo de esos años donde el domingo significaba ver a los abuelos, tomar un helado y terminar a ocultas la tarea de la escuela.

Mi familia está llena de rutinas que no comprendo y de pronto se deshace de rutinas que no prefiero. Quizá eso es lo que me hace sentir una tranquilidad cuando llego al hogar: el saber que las cosas no van a cambiar demasiado, que es un lugar acogedor y que puede ser el remanso de paz que necesito, cuando la vida agitada me agobia.

octubre 16, 2008

Ciertas actividadas necesarias e indeseadas


Hay ciertas labores del hogar que no me gustan. Pero hay una, que tiene que ver con la vida íntima y personal; su desempeño viene a determinar parte del juicio que los que están alrededor, emitan de ti. Me refiero, a la detestada tarea de lavar la ropa. Es algo que no me gusta. Lo detesto, lo detesto.

Separar, extender, revisar, preparar, esperar, sacar, secar, doblar-planchar, guardar.

Odio esa secuencia. Lo que menos me gusta es la parte de doblar y guardar. Todo lo demás, lo soporto, pero eso último es... tedioso. No me gusta para nada. Sin embargo, detesto aún más, ver como tela sobre tela se acumulan en el cesto que tengo en el baño. Por eso termino lavando la ropa, por desesperación.

Por otra parte, me encanta el olor de la ropa recién secada. Ese olor a fresco, con cierta calidez punto menos que floral. Me puede fascinar abrir mis cajones y percibir ese maravilloso aroma. También, al destender la cama o al tomar las toallas después de la ducha, no hay algo que me encante más que ese golpe para los sentidos.

A últimas fechas, me he entretenido con la versión española de lavar la ropa, es decir "hacer la colada". Así que cuando más fastidiada me tiene el hecho de pensar que tengo que iniciar la tortuosa tarea, pienso: haré la colada. Y se me dibuja una ingenua sonrisa.
La labor es la misma, pero el acento español, me hace cambiar de actitud.

Ni hablar, esta tarde, haré la colada, con un acento muy marcado.

octubre 15, 2008

Un día feliz


Los días, por sí mismos, deben ser felices. Pero hay ciertos sucesos que los convierten en fuentes de dicha, duradera para los subsecuentes. Así fue el día de ayer. Me sentí tan en paz, tan tranquila, tan feliz de estar cerca de la gente que amo y compartir minutos simples, pero cargados de encanto.

Ayer tuve mucha conversación con la mejor compañía que pudiera desear, tuvimos una copa de vino, sabores dulzones, café, lluvia, paraguas y pretextos para celebrar. Sólo faltaron los pijamas, la madrugada y el taxi hacia el aeropuerto, que nos acompañaron el año pasado.

¡Me encanta celebrar tu cumpleaños! Creo que deberíamos hacerlo más de una vez por año.

Te quiero.

octubre 10, 2008

Un buen amante

Pensando el otro día sobre lo que me gusta, sobre lo que busco en un hombre, sobre lo que me hace pensar que los minutos son perfectos e irremplazables; llegué a varias conclusiones, pero hoy voy a comentar, en esta ocasión una de ellas:

"Para que yo considere a un hombre como un buen amante, en todos los sentidos, el primer requisito indispensable, es que sepa poner buen café por la mañana. Tan bueno tiene que ser el café, que su aroma sea sutil como para despertarme lentamente, con una sonrisa; y lo suficientemente fuerte como para que no me resista a estar un segundo más en la cama, con tal de probar ese maravilloso elixir".

Eso es algo de lo que pido. Un hombre que sepa poner buen café por la mañana. Esa es la primera prueba que se le debe hacer, antes de derrochar tiempo en él. El café se antepone al beso.

octubre 09, 2008

El perfume


Esta mañana tuve ganas de ser una mujer con mucho futuro. Y sí señores, el futuro, dice Coco Chanel, viene en preciosos frasquitos de colores.

"Una mujer que no usa perfume no tiene futuro"
Coco Chanel

Si alguien desea anotarme en su lista de regalos de Navidad, recuerde que el futuro se me está agotando día con día.

octubre 02, 2008

Minutos fotografiados en color

Septiembre, en mi vida, trae muchas cosas, que octubre termina por barrer con su fuerte viento.

Pero ahora, en la justa media entre septiembre y octubre; en días donde no hacía ni el calor soportable de fin de verano, ni el alentador fresco de principio de otoño; en noches donde mi reloj eran las 00:01 y en otro las 23:59, haciendo dos minutos la entera diferencia entre ser feliz y ser igual de feliz que todos los días; en ese instante preciso, me di por enterada de qué es lo que hay que hacer.

Salí de viaje y lo único que deseaba hacer era contemplar el mar. Las noches fueron lo suficientemente profundas como para que me perdiera, junto con una taza de café, y me hicieran callar el rugido de las olas. Esa inmensa extensión de agua me quitó las palabras y los pensamientos; me cubrió de sal de arriba a abajo y se llevó algunas dudas, algunos prejuicios y, por qué no decirlo, me golpeó un poco para arrancarme algún miedo arraigado. Y muy temprano me despertaba su sonido, como para advertirme que no olvidara que todavía nos restaban horas juntos y a solas, de plática incesante.

Regresé y no fui a mi casa. Llegué a un sitio que me haría enfrentar, por entero, algunas de las dudas y de los miedos. Y así fue como, en medio del ya notable fresco del otoño, en un lugar alejado de la playa y más cercano a mi casa, una noche decidí enredarme en esa misma soledad de estar frente al mar, pero en compañía. Y durante la madrugada, al esperar que llegara de vuelta el alba para partir definitivamente, no pude dormir, por miedo a que se me olvidara cómo sonaban las olas y cómo se sentía la arena sobre la piel desnuda. Temía olvidarlo la primera noche que estaba lejos de todo eso, así que intenté recordarlo con furtivas caricias que no tenían vuelta sobre mi piel. Aquí no hubo despedida, ni siquiera creo que me importe. Pero me hubiera gustado guardar el sonido de ese otoñal adiós, al igual que el estrépito del oleaje sobre las rocas con el que me despedí del verano.

Así es como puedo decir que las despedidas estivales saben a sal y las de otoño, nunca se pronuncian, simplemente caen un día como las hojas del calendario que nos negamos a arrancar.

El mar me estrujo y el otoño terminó por despertarme de este aletargamiento.

Y de nuevo, un instante, mis minutos dejaron de ser blanco y negro y se fotografiaron en color, como una excepción de vida.


septiembre 22, 2008

¡Buenos Días! Que empiece la semana y nos sorprenda, por favor.


Estoy empezando la semana y alguien me hizo sonreír un poco, mientras me sorprendía con lo mucho que me conoce.

Es cierto, a últimas fechas, he vuelto todo en exceso complicado. La vida es simple y yo he insistido en hacerla diferente.

No puedo decir que hoy es el gran día que me va a hacer cambiar y dejar de lado todas mis preocupaciones. Pero por hoy, conscientemente no voy a voltear a hacerle mucho caso a las cosas que de pronto me fastidian la existencia.

Hoy tengo una lista de cosas por hacer que me agradan:

1. Tomar mi té de boldo con mucha calma.
2. Manejar sin apuro hacia la oficina y saludar al muchacho del café (mañana la preguntaré su nombre).
3. Revisar el proyecto nuevo que tengo en el trabajo.
4. Ir a la escuela a escuchar, a aprender y a no tener que decir absolutamente nada.
5. Empezar a trabajar en un ensayo para la clase de Apreciación Cinematográfica
6. Deleitarme con mi clase de Cine.
7. Reír junto a mi hermana, antes de dormir.
8. Oír una nueva canción y no desesperarme por no saber en qué lista puede entrar.
9. Por fin ir a por ese libro que tengo meses esperando que llegue y empezarlo a leer.
10. Dejar que me sorprenda el día de mañana y no andar apurándolo con planes.

septiembre 19, 2008

Un sueño más


Soñé que fumaba y no me gustó. Nunca he fumado en mi vida, ni siquiera en sueños me había sucedido. Y extrañamente, me sentía experta en la forma de agarrar la cajetilla, golpearla un poco; sacar el delgado y largo cigarrillo y luego extenderlo para que alguien lo encendiera para mí.

En el sueño no me vi fumando, simplemente preparé el escenario y luego, al despertar, sentí un sofoco profundo.

Insisto, soñé que fumaba y no me gustó el sabor de despertar con los labios impregnados de nicotina onírica.

Cuando la arena se funde con la piel y dan un mismo tono.


En estos días, un conocido caballero me dejó un mensaje, pidiendo que apartara en mi agenda determinado fin de semana para pasarlo con él.

No dio más pistas, no dijo nada. Sólo me atrevía a preguntar el código de vestuario, a lo que él respondió que coctel.

Inmediatamente empecé a hacer un recuento de los vestidos que tengo que encajan con la situación, pero más que pasarme por la mente las imágenes mentales de los botones, el corte, el color, la tela y el estilo... más que todo eso, venía a mí la imagen de mis hombros un poco descubiertos, con un tono bronceado, luciendo entre los metros de negra tela. No puedo sacar de la imagen, el brillante color de la piel después de haber tenido un intenso romance con el sol.

Es que ahora que lo pienso, siempre me cuido mucho de no quemarme, de no tomar un tono más oscuro. Y de pronto, es algo que ya doy por hecho, que dentro de unos días será distinto mi color y mi semblante.

septiembre 18, 2008

El soborno y el chantaje


Cuando el soborno no funciona, se aplica el chantaje.

Mi cercanos están en ese plan. Creen que con un soso vaso de yogourt, van a hacerme feliz. Y como no lo logran, llega el chantaje emocional: es que con nada te conformas, nada te hace sonreír, tienes mala actitud, etc.

¿No dejé en claro, que los deleites culinarios han quedado de lado?

Sólo cuento los días para salir de la ciudad y no estar pensando que en un frasquito de lácteos viene la felicidad. A menos que sea de helado de menta o de fresa con kiwi. Quizá, si lo tengo de frente y luce apetitoso, me de le permiso de sorber la dicha a gélidas, prolongadas y pacientes lenguaradas.

septiembre 17, 2008

Tristeza Culinaria


Decidí decirle adiós a la cocina, porque al parecer no hace feliz a las personas alrededor mío (en este momento me es difícil decir que es la gente que amo).

Quizá sea un momento de dar por terminada una etapa y en unos años, cuando yo disponga de mi espacio, ser y hacer lo que siempre he querido.

Por lo pronto, se termina esto. Ya no más consideraciones culinarias para ninguno, incluso, para mí.

Siendo todo lo sincera que se puede ser, esto me duele demasiado. Me dolió ayer en la mañana, al ver el insulso pan mal tostado sobre un plato demasiado grande para la porción. Me dolió no poder demostrar que me emocionaba la mermelada y me dolió aún más ver que nadie de los presentes notó el cambio.

Quizá esta sea la manera definitiva de forzarme a cambiar de momento en la vida. Quizá.

No me resta mas que decir, porque conforme lo voy pensando, se me amargan los labios y las lágrimas insisten en salir.

Expiar las culpas de manera tradicional


Ojalá pudiera expiar todas mis culpas lavando la vajilla en la madrugada, hasta notar que mis dedos están arrugados y enrojecidos.

El domingo me sentí tan triste, que lavé todos los platos sucios que encontré e incluso lavé lo que no estaba sucio. Pero lo hice a la manera tradicional, como si el agua hirviendo y el jabón líquido pudieran purificar ese dolor tan profundo que estaba sintiendo.

El domingo en la madrugada lavé toda la vajilla existente en mi cocina y aún así, el lunes me seguía sintiendo igual. Quizá fue la manera de dar la despedida, sintiendo como el salado sabor bajaba amargando un poco mi corazón. Así son las despedidas.

Y a la mañana siguiente mi cara y la tarja lucían parecidas: húmedas y vacías.

septiembre 09, 2008

¿Por qué el deseo de viajar?


A quienes me preguntan la razón de mis viajes les contesto que sé bien de qué huyo pero ignoro lo que busco.

Michel Eyquem de Montaigne

Hace algunas semanas decidí salir de viaje y tomar unas vacaciones en la playa. Lo cierto es que tanto como vacaciones no son. Es únicamente un fin de semana fuera. Eso es todo.

Y cuando empecé a planearlo y a ver cada paso de la materialización del viaje, tenía muy en claro qué era lo que estaba buscando y de qué estaba huyendo.

Pero conforme han ido pasando los días, me he dado cuenta de que lo que busco, estoy segura, no lo voy a encontrar allá. Entonces, ¿cuál es el caso? ¿Huir, nada más, de las presiones cotidianas? ¿Por qué ir a buscar algo que ya no quiero encontrar? Entonces, ¿qué es lo que debo buscar?

La playa me ha generado demasiada tensión. Hace varios años, 14 si no falla mi memoria, que no voy. Y si he dejado de ir (a parte de que mis padres empezaron a tomar vacaciones a solas), es por un problema de... de percepción. Considero que uno debe estar corporalmente preparado para ir a un lugar donde la desnudez es requisito de divertimento. Y yo no lo estoy. Incluso, casi asevero que nunca lo estaré. Por eso me he estado debatiendo entre ciertas cosas para el ajuar y otras. Faltan 15 días y yo todavía no tengo lo fundamental: bañador, lentes oscuras y zapatos adecuados... y una cintura envidiable.

Es que esas 3 cosas son el mayor problema. La cintura la saco de la lista, porque sé que no me queda más remedio que conformarme, por hoy, a ella.

-El bañador, porque los que me gustan son demasiado... descubiertos, como para que me sienta cómoda. Y los que son cubiertos, me parecen hórridos, porque dejarán la piel con las marcas de donde no le dio el sol. Obviamente no voy a mencionar los detalles sórdidos, como que lo que más me aterra de estas prendas, en cualquiera de sus modalidades, es que dejen tan al desnudo mi imperfecto cuerpecito.
-Las lentes oscuras, porque entramos en el otro punto: no veo bien. Y si no veo bien, qué caso tiene que use unas lentes que no me van a servir para ver. He estado pensando si voy a llevar mis lentes de diario o no. Ya estoy cansada de usarlas y sé que las de contacto, para el mar, no son opción. Entonces, si uso las lentes de diario, no me puedo poner encima las oscuras... y ahorita no quiero gastar demasiado en comprar y graduar las oscuras.
-Los zapatos adecuados, porque implica que son abiertos, que se ven los pies casi en su totalidad. Es algo de mí que no soporto. En verdad me esmero mucho en que mis pies siempre estén cuidados, humectados, con las uñas de lindos colores, pero ni aún así me gusta contemplar la posibilidad de que alguien los observe. Dice mi hermana que ella no le ve el caso a que invierta tanto en algo de mí que nunca dejo ver. Pero no importa, yo los veo... arreglados, presentables, pulcros... pero no puedo resistir el escrutinio ajeno. A lo más que llego es a usar los zapatos del tipo Peeptoe (que me encantan), porque sólo dejan ver la puntita de color de mis uñas. Eso es todo. Dejar ver un poco de piel y de color.

Todo lo demás del ajuar está listo: vestiditos para desayunar y para cenar, para salir en la noche y ropa cómoda para el resto del día; cremas humectantes, bloqueadores de sol, lociones para después de tomar el sol; libro (s), música y actitud. Todo menos la cintura, el odioso bañador, las lentes y los zapatos.

Y... sobre lo que busco allá... pues dejaremos que el inexorable destino me sorprenda. Digamos que no voy a buscar, pero si me topo de frente con lo que quisiera encontrar, sólo le voy a sonreír y le ignoraré unos minutos, le ignoraré lo suficiente como para que empiece a buscarme a mí.

Ansiaba encontrar un poco de diversión, pero bien la cambio por 5 minutos de tranquilidad. Sólo 5 diminutos instantes. ¡Cómo deseo que la tranquilidad me acose y me persiga hasta el cansancio!

septiembre 03, 2008

Los aromas contrariados

Era inevitable: el olor de las almendras amargas le recordaba siempre el destino de los amores contrariados.

Gabriel García Márquez
Una vez vi en la televisión un reportaje sobre la memoria olfativa. Creo que no tendría más de 10 años cuando lo vi y puedo recordar claramente el ejemplo que dijeron:

"Si vemos una hermosa mujer en un centro comercial, que usa un perfume de gardenias, cada vez que percibamos este aroma, no tendremos más remedio que asociarlo con la belleza femenina y recordar a la hermosa dama que pasaba bajo las escaleras, con su pulcro y lacio cabello".

Desde ese entonces, trato de fijarme mucho en los olores. Pero leyendo la frase de García Márquez, recordé algo en particular que me pasa con el olor de los abrigos de piel. Hubo un invierno, que por cierto ha sido el más frío que he vivido, donde todos los amores y no amores, tenían por destino ser lo contrario a lo que yo deseaba que fueran. Y ese invierno, invariablemente olía a abrigo de piel.

Así es como cada vez que me acerco a esa cajita que está sobre el chiffonnier, y la abro, gracias al aroma a piel que despide de su interior, no tengo más remedio que recordar que cuando llegue el invierno, los amores serán contrariados, como siempre.

Hay ciertos aromas que me obsesionan, por ejemplo, el de las sábanas limpias. No hay olor más maravilloso antes de dormir, que el de las sábanas recién puestas y planchadas. Eso me encanta.
Huelga decir que uno de mis aromas favoritos es el del café en la mañana y el de las hierbas de olor, cuando sube el calor de la cocina en la tarde. Eso me recuerda que estoy bien y que mi entorno sigue girando como debe.

De las noches de invierno, me gusta notar cómo logro que se mezcle la canela con el chocolate amargo y la nata, junto con el ahumado olor de la chimenea. Ese es el aroma de un logro pequeño, de una receta secreta que aún no estoy dispuesta a compartir con alguien. Incluso, cuando va subiendo el calor, me sonrojo no por el fuego, sino por la evidencia de que tengo un preciado secreto que sólo es mío.

Y ahora, que termina el verano, me complazco bastante con ese fresco aroma de la hierba y las flores silvestres bañadas en tanta lluvia, que huele como a fresas y zarzamoras recién lavadas. Eso me recuerda un poco la infancia, cuando salíamos de campamento mi hermana y yo. Tan cierto y pegado que es esto en nuestras vidas, que el lunes que salimos muy temprano me dijo: huele a... huele a... campamento. Y así era. Por unos minutos, fuimos niñas otra vez.

Hace como cinco años, un viejo amigo que tenía mucho tiempo sin ver, al abrazarnos, me dijo: hueles tan a ti... a pesar de cambiar de perfume, ese olor es muy tú. Sé que mi amigo recordaba ese aroma por un suceso en particular, no por el día a día, así que no me puedo fiar de su opinión.

Así es como no puedo evitar hacerme la pregunta: ¿Cuál será mi aroma? ¿Qué le haré recordar a los demás? ¿A caso habrá algún olor que haga que los demás piensen en mí?

Amantes de la Naturaleza



Ayer vi Boccaccio 70, el II Acto: Le Tentazioni del Dottor Antonio. E inmediatemente después de ver la primera escena, me vi tentada a escribir este post que es fuera de todo lo que yo suelo poner, incluso lo considero subido de tono, pero no por ello poco relevante la información.

Greenpeace México está cambiando la manera de manejar su imagen y me pareció muy atractiva la postura y la forma de sus campañas en México (aunque lo esté adoptando de países europeos). Tengo entendido, pero desconozco las fuentes exactas, que el siguiente spot fue censurado para la tv y se dejó únicamente como marketing viral.

A los amantes de la naturaleza, les recomiendo revisar la página de greenpeace, que tiene consejos muy prácticos y actuales para todos los ámbitos de la vida. Y para los amantes de los comerciales un poco sugestivos, aquí les dejo la liga:

http://www.youtube.com/watch?v=-oYpTJp5ZvA&eurl=http://www.greenpeace.org/mexico/news/amor-forestal

Así que, de ahora en adelante, cada vez que observe con detenimiento la naturaleza, voy a dudar de esa quietud y esa paz aparente.

agosto 28, 2008

Ha llovido tanto


Como bien dije antes, una de las cosas que tengo por seguro, es que en mi cumpleaños llueve. Y este año, a partir de mi cumpleaños ha llovido casi todos los días.

Pero anoche me di cuenta de qué he escrito mucho sobre la lluvia en este verano. Y lo he escrito sólo para mí. Y llegué a esta reflexión, porque de pronto me vi sola, caminando sin prisa hacia un lejano estacionamiento. Llovía incesantemente y me fijé que muchas parejas corrían para llegar a cualquier lugar. Unos iban apresurados con cara de enojo o preocupación; otros corrían con mucha alegría; unos más iban más al pendiente del otro que de sí mismos. Y yo veía todo eso a cámara lenta, caminando despacio, muy despacio, como si al hacerlo, entrara de puntitas a la vida de los otros y admirara con sigilo su felicidad.

Y ese es el punto interesante, que me deleito en observar, pero no me he complacido en ser la protagonista de una de esas historias donde la lluvia no moja, y si lo hace, sirve de pretexto para apretar los cuerpos buscando calor y acercar los labios con ansia; siendo el objeto de las miradas furtivas.

¿Será que en mí se desarrolla el vouyerismo romántico (aclaro el punto)?

No lo sé. Me gusta caminar sola. Me gusta observar en silencio.

Dicen que si deseas algo de verdad, con toda tu mente, se cumple. Y voy a decir algo: eso es mentira. Yo anoche desee por un minuto, con todas mis fuerzas, que hubiera alguien a mi lado que me abrazara y besara mis labios con ternura o con pasión. Yo anoche lo desee y no paso nada. Desperté esta mañana y mi cama seguía vacía. Nadie puso café para mí, ni nadie esperó que yo abriera los ojos, para decir, que era feliz.

Así que dejemos de perder el tiempo en eso de deseos, secretos y atracciones mentales. Eso no sirve señoras y señores. No sirve.

De ahora en adelante, me ocuparé de pensamientos más productivos, como enfocarme de verdad en asuntos serios de mi trabajo o en cumplir con las obligaciones de la escuela. Ya basta de pensamientos infantiles, romanticoides y anticuados. Suficiente de sentir o de pensar con sentimientos. Lo que necesito es pensar, pensar, pensar y pensar; para poder actuar con mayor congruencia. Eso es todo.

agosto 26, 2008

Dos deseos muy profundos

En este momento de la vida tengo dos deseos muy profundos:

1. Comer algo delicioso como nunca he comido. Un manjar que sea digno de recordación por el resto de mis días.
2. No ponerme gordita con lo que coma.

Es que, la comida, es una de las cosas hacia la que soy más susceptible. Mis anhelos y deseos giran por lo que un maravilloso y suculento plato me puede dar.

¿Será posible que en algún momento podamos comer y no engordar nadita nadita?

No puedo dejar de pensar en eso, sobre todo, porque tengo pensado ir a la playa.

¡Ya sé!! Aquí bajaré 3 o 4 kg, para no lucir tan mal en la costa, pero allá comeré cosas deliciosas, sin estar pensando cuánto engordaré. Eso voy a hacer

agosto 18, 2008

Iniciando la semana de trabajo


Si me mantienen con este nivel de cafeína, prometo no dejar de trabajar hasta que termine, o hasta las 3:45 de la mañana, lo que llegue primero.

A ver cómo el hacen, pero exijo café fresco y bien caliente hasta esa hora, a mi entera disposición y en una taza limpia cada vez.

Y si no... pues todos tendremos una semana muy infeliz. En verdad, que lo estoy advirtiendo por el bien de la comunidad, no por mí.

agosto 11, 2008

Miedo

No temas ni a la prisión, ni a la pobreza, ni a la muerte. Teme al Miedo.
Giacomo Leopardi

Si hubiera escuchado esta frase hace unos cuantos años, mi historia sería otra. Quizá sería una mujer con menos "potencial" para ser intersante.

http://losminutos.blogspot.com/2008/06/pasado-futuro.html

Sea lo que sea, hay muchas cosas que aprendí con el Señor Miedo. Por ejemplo, que no dura para siempre, ni lo suficiente como para que uno aprenda a disfrutarlo.

agosto 07, 2008

De vuelta a la escuela


Por increíble que pudiera parecer, oficialmente ya estoy más allá de la mitad de la carrera.
No me imaginé que en menos de 10 años, pudiera considerar el tener otra licenciatura.

Es allí donde me entra la duda: ¿a dónde quiero llegar con esto? ¿Qué satisfacción me da el estar estudiando otra cosa, por "mero gusto"? Esas son las preguntas que me hago cuando tengo que tomar materias que no me agradan del todo o hacer tareas a mis ojos "inútiles" (siempre he estado un poco en contra de la tarea).

Pero, por otra parte, me emociona bastante que existe la posibilidad de que aprenda cosas nuevas y maravillosas. Por ejemplo, ahora tomaré una materia que se llama Apreciación Cinematográfica.

Veamos qué sucede. Veamos si para el 2010, oficialmente puedo tener mis dos títulos y una maestría empezadita. Veamos.

Por lo pronto, no renegaré. Si hay que ir a hacer el espantoso y arcáico trámite de inscripción y esperar filas, horas y minutos eternos de gente pegándose a mi cuerpo sin respetar líneas y turnos, lo haré. Es sólo una vez al semestre. Sólo una vez.

agosto 06, 2008

De esas cosas que me dicen


Dice una buena amiga:

Siempre sal con las maletas vacías sólo por albergar la posibilidad de traerlas llenas y no andar cargando innecesariamente.

Y ese consejo me ha servido en la vida. En mi último viaje, mis maletas iban llenas y regresaron vacías. Gracias amigas, por haberme quitado el peso de absurdas preocupaciones.

Quizá ahora me toca a mí decirles:
Vacíen sus maletas, mientras esperamos con paciencia el tren, porque ya nos vamos.

julio 29, 2008

Toda la intención


Tengo toda la intención de escribir sobre un tema en particular que me viene rondando desde hace un mes atrás, pero el día de hoy me duele mucho la cabeza.

Desde hace varios meses, pero hoy particularmente dado mi estado, he querido encontrar ese fragmento de Charles Dickens donde dice que un dolor de cabeza, una mala comida, un dolor de estómago, nos provocan pensamientos, sentimientos y cambios de humor, que no se los atribuimos a nuestro estado de salud, sino a nuestra inteligencia o carácter.

Hoy quiero pensar que si siento toda esta pesadez, es por el dolor de cabeza.

Si alguien encuentra ese texto, agradeceré que me envíe la referencia.

julio 28, 2008

Cine


El cine es una de las cosas que he aprendido a disfrutar con mucha calma y no es algo que haya hecho de manera "autodidacta". Alguien ha tenido la paciencia de enseñarme y de escuchar mi insignificante opinión. Por él (porque es un él que sabe que a él me refiero), me invade una emoción distinta cada vez que estoy a punto de tener el boleto entre mis manos; cada vez percibo el característico aroma de las salas; cada vez que siento ese fresco y oscuro ambiente y cada vez que busco con desesperación que MI lugar se encuentre desocupado. Y gracias a él, el cine dejó de ser únicamente un entretenimiento para convertirse en algo que debe formar parte de mi equilibrio de vida. Sólo con él hubiera podido ver 25 proyecciones en solo 3 días. Sólo él entiende el encanto que existe en revisar con curiosidad pueril, punto menos que morbosa, la cartelera los jueves a las 23:00. Sin el cine, creo que él y yo no podríamos ser los amigos que somos. El cine a su lado es especial, porque no es sólo el cine, sino el estar atenta para ver que es lo que él tiene que decirme, que notó, que percibió, que es lo que le gustó. Defintivamente, mi concepto de disfrutar del séptimo arte, es a su lado.

Sin embargo, tengo una amiga, que a su manera, también me ha hecho mirar el cine desde otro punto. Ocasionalmente voy con ella, porque sé las consecuencias que eso tiene: siempre, irremediablemente, veremos pésimas películas, aunque sean las más recomendadas, el éxito del verano o la proyección ganadora en Cannes.
Es la maldición cinematográfica. Si los griegos tuvieran un dios del cine, seguramente éste (y el inexorable destino), tendrían una justificación para no dejarnos ver una película buena juntas. NINGUNA es buena. NINGUNA. De hecho, cada vez que vamos a este lugar como premio de consolación, encontramos diversión en las malas películas. Ella le llama "humor involuntario". Yo le llamo "rescatar el momento".


Pues ahora vimos una película igual de mala que todas, pero por primera vez nos entretuvimos en algo distinto que estar buscando los errores y ridiculeces: el protagonista nos dejó anonadadas por su garbo y presencia. Puedo asegurar, que casi sentí el deseo de ir en esa motocicleta roja, con un precioso traje entallado en un todo oscuro con ligeros manchones plateados. Casi me vi con 20 kilos menos, el cabello esponjado y movido por el viento y sintiéndome segura aferrándome a la espalda de este superhéroe, que de súper no tiene nada.

Es más, casi salimos diciendo que la película era buena. Casi... pero las cosas no llegaron a tanto, sólo a darnos una nueva diversión en las vacías, oscuras y frías salas de cualquier cine un lunes por la tarde.

julio 25, 2008

Las Heridas del Corazón (Charla con un Corazón Partido)


Cuando a alguien que estimas le duele el corazón, es cómo hacerte recordar aquellas heridas que tú tienes y que nunca sanan. Eso me ha pasado últimamente. No tengo más que condolerme y decir que son cosas que ya no pesan.

Pero, lo que no digo, es que en mí hay heridas tan profundas, que si cerraran, estoy segura de que el corazón dejaría de latir. Son esas fisuras que están pegadas a la aorta y que por el propio ritmo cardiaco, no cicatrizarán jamás. Hay otros daños, que amenazan con estrangular a la carótida. Sé que no están cerca de mi corazón, pero sí que lo dañan con cada paso que doy, con cada pulso, con cada respiro y palabra que profiero.

Indudablemente no pasa nada. Tengo muchos años viviendo con esto, tengo muchos días repitiéndome que esas cosas ya no duelen. Quizá lo que más preocupa, es que con tanto daño, mi corazón haya quedado insensible y cuando quiera latir con toda su fuerza, explote y sólo quede un amasijo de sangre, músculos y flemas.

julio 24, 2008

Música


Me he dado cuenta que la música es algo muy importante en la vida de las personas. Y digo, es algo muy obvio, si no, sería incongruente el crecimiento y el boom en el mercado que han generado los ipods y sus congéneres, en los últimos años, donde los discos han perdido relevancia y dejaron de ser el icónico y apilado trofeo en las casas de los melómanos compulsivos y demostrativos.

Yo nunca he sido así. Pero mi papá sí. En casa siempre ha habido torres y torres de discos. Aseguro que son más de 3,000. Pero él, una vez al año, pacientemente limpia, clasifica, ordena y saca los discos que ya no quiere tener en su colección. Creo que los lleva a vender a una tiendita de libros y discos usados. Cuando niña, recuerdo que mi papá se sentaba en el piso de su estudio, con la luz apagada a escuchar música los viernes o los sábados en la noche. Yo llegaba, me sentaba en su regazo y me entretenía viendo las luces verdiosas que subían y bajaban al compás de la música. Me desesperaba mucho estar allí, en la oscuridad, sin "hacer algo", pero me deleitaba en pasar con él unos minutos y escuchar tan de cerca su corazón en sintonía con el jazz.

Igual mi hermana con la fascinación y dependencia de la música. Creo que toda la carrera de arquitectura la cursó bajo el influjo de los ritmos que se escuchaban, como susurros, de los lados de sus audífonos. No dudo que sus conceptos y sus líneas, tengan un estilo congruente con el R&B que tanto disfruta.

Pues ayer, decidí poner un poco de orden en mi música. Cierto, mi colección está repleta de mp3. La mayoría, han sido bajados de los discos que tengo (o que tiene mi papá), a mi computadora. La otra parte, son los que comparten conmigo mis amigos o mis hermanos; y en menor medida, los que he comprado. Pero, dado que sufrí, a finales del año pasado, la pérdida de mi información, me quedé sin música. Sinceramente, no es algo que me afecte en el día a día, pero de vez en cuando extraño escuchar conocidas y melodiosas tonadas.

Con los pedazos de lo que quedaba entre discos, usb y ipods, traté de armar de nuevo mi discoteca, musicoteca, meloteca o audioteca (no sé cómo se diga)... mi librería de música. El problema es que no sé cómo clasificarla. Tengo básicamente 3 grandes géneros: Jazz, Clásica y Pop. Todo lo que no sé exactamente qué es, le pongo Pop. Por eso, me dí por enterada de que lo de la música no es algo que tenga gran peso en mi vida. Me gusta, cierto, pero puedo vivir, andar y trabajar sin estar escuchando tono sobre tono.

Pero, me pasa algo muy curioso. Muchas veces pienso en función de que si yo fuera compositor, escribiría una canción de tal cosa, o una melodía con tal intensión... o interpretaría esta letra de tal forma. Y eso es todo el día, todos los días... y sin escuchar música.

Y diciendo esto, recuerdo una canción de los Presuntos Implicados (grupo favorito de todos), que se llama Me Visitan Canciones. Quisiera tener esa sensibilidad, como para poder escribir algo así sobre la música maravillosa.