noviembre 11, 2008

Minutos en Braille


En este blog no pretendo escribir de las cosas que pasan en la ciudad en la que vivo. No pretendo escribir de los desajustes económicos de mi país, de las injusticias sociales, de la pobreza ni demás cosas. Escribo sobre lo que me pasa, lo que siento, lo que vivo y lo maquillo con palabras más dulzonas que puedan retratar someramente lo que atraviesa mi corazón. Pero el día de hoy, estoy en extremo saturada por las cosas que no me pasan, pero que sí me están pasando y necesito decir algo:

En verdad no puedo creer lo que sucede a mi alrededor. Si hace 5 años me hubieran dicho que iba a vivir en una ciudad donde ocurren hechos tan violentos, donde no es extraño que llamen para amenazar de secuestro a tu familia, donde se lanzan bombas a cualquier hogar, donde la policía ya no se ve transitando y es el ejército quien patrulla las calles, cierra los accesos a las casas con sus operativos y revisa automóviles; , donde se incendian los restaurantes, donde en el camino de todos los días agreden a la gente hasta la muerte, donde en el supermercado te guareces porque afuera hay un enfrentamiento con armas de fuego, donde veo huir a mis vecinos siguiendo a los camiones de mudanza... donde toda la imagen que me rodea parece ser un horror; si me hubieran dicho eso hace 5 años, yo me hubiera reído bastante, con voz de incredulidad. Y hoy, como ya dije, estoy con esa misma incredulidad. Quiero pensar que estoy en el cine, viendo de esas películas que te estrujan hasta la última fibra por la violencia e insensibilidad de los hombres, con el fin de que esa realidad no te alcance. Desgraciadamente ya es demasiado tarde. Ni siquiera se puede ir al cine con tranquilidad por temor a que te secuestren por sumas de dinero irrisorias.

En verdad, hay tanto que se tiene que decir sobre lo que sucede aquí, pero la violencia me ha dejado muda. Cualquier cosa que me atreva a mencionar, no tiene la menor comparación con esta situación tan desoladora. Uno se levanta en la mañana con el contador de los hechos vandálicos sucedidos en la madrugada y se duerme con la angustia de saber si al día siguiente no habrá desaparecido el lugar de trabajo, el restaurante favorito, el café de todas las tardes.

Estoy muda, pero más que cualquier cosa, quisiera estar ciega ante hechos tan reprobables. Quisiera empezar a contar los minutos en braille, sentirme en paz y no con esta terrible paranoia que me atrapa cuando me subo al auto. Paranoia que no me sirve para nada, porque no hay algo que me pueda proteger. Todo es fortuito. No se puede saber cuál será el próximo lugar que va a ser víctima del salvajismo en el que vivimos. Nada gano sabiendo lo difícil de la situación. Y tampoco nada gano lamentándome. Y desgraciadamente, parece que nada puede detener esa fisura que se está haciendo en el corazón de la conciencia colectiva de esta pequeña ciudad.

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