septiembre 22, 2008

¡Buenos Días! Que empiece la semana y nos sorprenda, por favor.


Estoy empezando la semana y alguien me hizo sonreír un poco, mientras me sorprendía con lo mucho que me conoce.

Es cierto, a últimas fechas, he vuelto todo en exceso complicado. La vida es simple y yo he insistido en hacerla diferente.

No puedo decir que hoy es el gran día que me va a hacer cambiar y dejar de lado todas mis preocupaciones. Pero por hoy, conscientemente no voy a voltear a hacerle mucho caso a las cosas que de pronto me fastidian la existencia.

Hoy tengo una lista de cosas por hacer que me agradan:

1. Tomar mi té de boldo con mucha calma.
2. Manejar sin apuro hacia la oficina y saludar al muchacho del café (mañana la preguntaré su nombre).
3. Revisar el proyecto nuevo que tengo en el trabajo.
4. Ir a la escuela a escuchar, a aprender y a no tener que decir absolutamente nada.
5. Empezar a trabajar en un ensayo para la clase de Apreciación Cinematográfica
6. Deleitarme con mi clase de Cine.
7. Reír junto a mi hermana, antes de dormir.
8. Oír una nueva canción y no desesperarme por no saber en qué lista puede entrar.
9. Por fin ir a por ese libro que tengo meses esperando que llegue y empezarlo a leer.
10. Dejar que me sorprenda el día de mañana y no andar apurándolo con planes.

septiembre 19, 2008

Un sueño más


Soñé que fumaba y no me gustó. Nunca he fumado en mi vida, ni siquiera en sueños me había sucedido. Y extrañamente, me sentía experta en la forma de agarrar la cajetilla, golpearla un poco; sacar el delgado y largo cigarrillo y luego extenderlo para que alguien lo encendiera para mí.

En el sueño no me vi fumando, simplemente preparé el escenario y luego, al despertar, sentí un sofoco profundo.

Insisto, soñé que fumaba y no me gustó el sabor de despertar con los labios impregnados de nicotina onírica.

Cuando la arena se funde con la piel y dan un mismo tono.


En estos días, un conocido caballero me dejó un mensaje, pidiendo que apartara en mi agenda determinado fin de semana para pasarlo con él.

No dio más pistas, no dijo nada. Sólo me atrevía a preguntar el código de vestuario, a lo que él respondió que coctel.

Inmediatamente empecé a hacer un recuento de los vestidos que tengo que encajan con la situación, pero más que pasarme por la mente las imágenes mentales de los botones, el corte, el color, la tela y el estilo... más que todo eso, venía a mí la imagen de mis hombros un poco descubiertos, con un tono bronceado, luciendo entre los metros de negra tela. No puedo sacar de la imagen, el brillante color de la piel después de haber tenido un intenso romance con el sol.

Es que ahora que lo pienso, siempre me cuido mucho de no quemarme, de no tomar un tono más oscuro. Y de pronto, es algo que ya doy por hecho, que dentro de unos días será distinto mi color y mi semblante.

septiembre 18, 2008

El soborno y el chantaje


Cuando el soborno no funciona, se aplica el chantaje.

Mi cercanos están en ese plan. Creen que con un soso vaso de yogourt, van a hacerme feliz. Y como no lo logran, llega el chantaje emocional: es que con nada te conformas, nada te hace sonreír, tienes mala actitud, etc.

¿No dejé en claro, que los deleites culinarios han quedado de lado?

Sólo cuento los días para salir de la ciudad y no estar pensando que en un frasquito de lácteos viene la felicidad. A menos que sea de helado de menta o de fresa con kiwi. Quizá, si lo tengo de frente y luce apetitoso, me de le permiso de sorber la dicha a gélidas, prolongadas y pacientes lenguaradas.

septiembre 17, 2008

Tristeza Culinaria


Decidí decirle adiós a la cocina, porque al parecer no hace feliz a las personas alrededor mío (en este momento me es difícil decir que es la gente que amo).

Quizá sea un momento de dar por terminada una etapa y en unos años, cuando yo disponga de mi espacio, ser y hacer lo que siempre he querido.

Por lo pronto, se termina esto. Ya no más consideraciones culinarias para ninguno, incluso, para mí.

Siendo todo lo sincera que se puede ser, esto me duele demasiado. Me dolió ayer en la mañana, al ver el insulso pan mal tostado sobre un plato demasiado grande para la porción. Me dolió no poder demostrar que me emocionaba la mermelada y me dolió aún más ver que nadie de los presentes notó el cambio.

Quizá esta sea la manera definitiva de forzarme a cambiar de momento en la vida. Quizá.

No me resta mas que decir, porque conforme lo voy pensando, se me amargan los labios y las lágrimas insisten en salir.

Expiar las culpas de manera tradicional


Ojalá pudiera expiar todas mis culpas lavando la vajilla en la madrugada, hasta notar que mis dedos están arrugados y enrojecidos.

El domingo me sentí tan triste, que lavé todos los platos sucios que encontré e incluso lavé lo que no estaba sucio. Pero lo hice a la manera tradicional, como si el agua hirviendo y el jabón líquido pudieran purificar ese dolor tan profundo que estaba sintiendo.

El domingo en la madrugada lavé toda la vajilla existente en mi cocina y aún así, el lunes me seguía sintiendo igual. Quizá fue la manera de dar la despedida, sintiendo como el salado sabor bajaba amargando un poco mi corazón. Así son las despedidas.

Y a la mañana siguiente mi cara y la tarja lucían parecidas: húmedas y vacías.

septiembre 09, 2008

¿Por qué el deseo de viajar?


A quienes me preguntan la razón de mis viajes les contesto que sé bien de qué huyo pero ignoro lo que busco.

Michel Eyquem de Montaigne

Hace algunas semanas decidí salir de viaje y tomar unas vacaciones en la playa. Lo cierto es que tanto como vacaciones no son. Es únicamente un fin de semana fuera. Eso es todo.

Y cuando empecé a planearlo y a ver cada paso de la materialización del viaje, tenía muy en claro qué era lo que estaba buscando y de qué estaba huyendo.

Pero conforme han ido pasando los días, me he dado cuenta de que lo que busco, estoy segura, no lo voy a encontrar allá. Entonces, ¿cuál es el caso? ¿Huir, nada más, de las presiones cotidianas? ¿Por qué ir a buscar algo que ya no quiero encontrar? Entonces, ¿qué es lo que debo buscar?

La playa me ha generado demasiada tensión. Hace varios años, 14 si no falla mi memoria, que no voy. Y si he dejado de ir (a parte de que mis padres empezaron a tomar vacaciones a solas), es por un problema de... de percepción. Considero que uno debe estar corporalmente preparado para ir a un lugar donde la desnudez es requisito de divertimento. Y yo no lo estoy. Incluso, casi asevero que nunca lo estaré. Por eso me he estado debatiendo entre ciertas cosas para el ajuar y otras. Faltan 15 días y yo todavía no tengo lo fundamental: bañador, lentes oscuras y zapatos adecuados... y una cintura envidiable.

Es que esas 3 cosas son el mayor problema. La cintura la saco de la lista, porque sé que no me queda más remedio que conformarme, por hoy, a ella.

-El bañador, porque los que me gustan son demasiado... descubiertos, como para que me sienta cómoda. Y los que son cubiertos, me parecen hórridos, porque dejarán la piel con las marcas de donde no le dio el sol. Obviamente no voy a mencionar los detalles sórdidos, como que lo que más me aterra de estas prendas, en cualquiera de sus modalidades, es que dejen tan al desnudo mi imperfecto cuerpecito.
-Las lentes oscuras, porque entramos en el otro punto: no veo bien. Y si no veo bien, qué caso tiene que use unas lentes que no me van a servir para ver. He estado pensando si voy a llevar mis lentes de diario o no. Ya estoy cansada de usarlas y sé que las de contacto, para el mar, no son opción. Entonces, si uso las lentes de diario, no me puedo poner encima las oscuras... y ahorita no quiero gastar demasiado en comprar y graduar las oscuras.
-Los zapatos adecuados, porque implica que son abiertos, que se ven los pies casi en su totalidad. Es algo de mí que no soporto. En verdad me esmero mucho en que mis pies siempre estén cuidados, humectados, con las uñas de lindos colores, pero ni aún así me gusta contemplar la posibilidad de que alguien los observe. Dice mi hermana que ella no le ve el caso a que invierta tanto en algo de mí que nunca dejo ver. Pero no importa, yo los veo... arreglados, presentables, pulcros... pero no puedo resistir el escrutinio ajeno. A lo más que llego es a usar los zapatos del tipo Peeptoe (que me encantan), porque sólo dejan ver la puntita de color de mis uñas. Eso es todo. Dejar ver un poco de piel y de color.

Todo lo demás del ajuar está listo: vestiditos para desayunar y para cenar, para salir en la noche y ropa cómoda para el resto del día; cremas humectantes, bloqueadores de sol, lociones para después de tomar el sol; libro (s), música y actitud. Todo menos la cintura, el odioso bañador, las lentes y los zapatos.

Y... sobre lo que busco allá... pues dejaremos que el inexorable destino me sorprenda. Digamos que no voy a buscar, pero si me topo de frente con lo que quisiera encontrar, sólo le voy a sonreír y le ignoraré unos minutos, le ignoraré lo suficiente como para que empiece a buscarme a mí.

Ansiaba encontrar un poco de diversión, pero bien la cambio por 5 minutos de tranquilidad. Sólo 5 diminutos instantes. ¡Cómo deseo que la tranquilidad me acose y me persiga hasta el cansancio!

septiembre 03, 2008

Los aromas contrariados

Era inevitable: el olor de las almendras amargas le recordaba siempre el destino de los amores contrariados.

Gabriel García Márquez
Una vez vi en la televisión un reportaje sobre la memoria olfativa. Creo que no tendría más de 10 años cuando lo vi y puedo recordar claramente el ejemplo que dijeron:

"Si vemos una hermosa mujer en un centro comercial, que usa un perfume de gardenias, cada vez que percibamos este aroma, no tendremos más remedio que asociarlo con la belleza femenina y recordar a la hermosa dama que pasaba bajo las escaleras, con su pulcro y lacio cabello".

Desde ese entonces, trato de fijarme mucho en los olores. Pero leyendo la frase de García Márquez, recordé algo en particular que me pasa con el olor de los abrigos de piel. Hubo un invierno, que por cierto ha sido el más frío que he vivido, donde todos los amores y no amores, tenían por destino ser lo contrario a lo que yo deseaba que fueran. Y ese invierno, invariablemente olía a abrigo de piel.

Así es como cada vez que me acerco a esa cajita que está sobre el chiffonnier, y la abro, gracias al aroma a piel que despide de su interior, no tengo más remedio que recordar que cuando llegue el invierno, los amores serán contrariados, como siempre.

Hay ciertos aromas que me obsesionan, por ejemplo, el de las sábanas limpias. No hay olor más maravilloso antes de dormir, que el de las sábanas recién puestas y planchadas. Eso me encanta.
Huelga decir que uno de mis aromas favoritos es el del café en la mañana y el de las hierbas de olor, cuando sube el calor de la cocina en la tarde. Eso me recuerda que estoy bien y que mi entorno sigue girando como debe.

De las noches de invierno, me gusta notar cómo logro que se mezcle la canela con el chocolate amargo y la nata, junto con el ahumado olor de la chimenea. Ese es el aroma de un logro pequeño, de una receta secreta que aún no estoy dispuesta a compartir con alguien. Incluso, cuando va subiendo el calor, me sonrojo no por el fuego, sino por la evidencia de que tengo un preciado secreto que sólo es mío.

Y ahora, que termina el verano, me complazco bastante con ese fresco aroma de la hierba y las flores silvestres bañadas en tanta lluvia, que huele como a fresas y zarzamoras recién lavadas. Eso me recuerda un poco la infancia, cuando salíamos de campamento mi hermana y yo. Tan cierto y pegado que es esto en nuestras vidas, que el lunes que salimos muy temprano me dijo: huele a... huele a... campamento. Y así era. Por unos minutos, fuimos niñas otra vez.

Hace como cinco años, un viejo amigo que tenía mucho tiempo sin ver, al abrazarnos, me dijo: hueles tan a ti... a pesar de cambiar de perfume, ese olor es muy tú. Sé que mi amigo recordaba ese aroma por un suceso en particular, no por el día a día, así que no me puedo fiar de su opinión.

Así es como no puedo evitar hacerme la pregunta: ¿Cuál será mi aroma? ¿Qué le haré recordar a los demás? ¿A caso habrá algún olor que haga que los demás piensen en mí?

Amantes de la Naturaleza



Ayer vi Boccaccio 70, el II Acto: Le Tentazioni del Dottor Antonio. E inmediatemente después de ver la primera escena, me vi tentada a escribir este post que es fuera de todo lo que yo suelo poner, incluso lo considero subido de tono, pero no por ello poco relevante la información.

Greenpeace México está cambiando la manera de manejar su imagen y me pareció muy atractiva la postura y la forma de sus campañas en México (aunque lo esté adoptando de países europeos). Tengo entendido, pero desconozco las fuentes exactas, que el siguiente spot fue censurado para la tv y se dejó únicamente como marketing viral.

A los amantes de la naturaleza, les recomiendo revisar la página de greenpeace, que tiene consejos muy prácticos y actuales para todos los ámbitos de la vida. Y para los amantes de los comerciales un poco sugestivos, aquí les dejo la liga:

http://www.youtube.com/watch?v=-oYpTJp5ZvA&eurl=http://www.greenpeace.org/mexico/news/amor-forestal

Así que, de ahora en adelante, cada vez que observe con detenimiento la naturaleza, voy a dudar de esa quietud y esa paz aparente.