julio 29, 2007

Reflexiones en la espera de ser atendida en un banco cualquiera


No sé si agradecerle o no a mi banco que tenga servicio, en algunas sucursales, los sábados y los domingos. En ocasiones puede llegar a ser muy práctico, ya que no falta el viernes, a las 9:00 de la noche, que recuerdo que no hice un depósito para cubrir un cheque que sé, van a cobrar el lunes a primera hora. Así que me duermo casi sin preocupación y a las 11:00 de la mañana corro a la sucursal que está frente a mi casa. El problema es que otras 24 personas tuvieron la magnífica misma idea que yo y acuden a la sucursal, malhumurados, desmañanados, regañados por sus señoras y cargando a los 2 mocosos inquietos que desde las 7 de la mañana se levantaron (siendo el sábado el único día que lo hacen sin remilgos).

Así pasé uno de los sábados de hace pocos días: usando minutos y minutos formada en la fila de un banco de un centro comercial. Estaba yo bastante inquieta y molesta ante el servicio tan deficiente de la sucursal, pero en cierto momento empezó a caerme la resignación encima. Así que en vez de estar enfurruñada y añorando estar en otro lugar, me puse a observar lo que había a mi alrededor.

Era día de ley seca y yo tenía perfecta visión hacia la sección de vinos y licores. A lo lejos era imperceptible la pequeña banda amarilla, delgadísima que decía "Por disposición... bla, bla, bla... LEY SECA". Y así, uno a uno, iban llegando los señores a hacer el berrinche por el olvido, o a poner los ojitos de resignación o la actitud de "un empleado me va a vender, lo sé". Eso me entretuvo los primeros veinte minutos. Luego me di cuenta que así como llegaban, se molestaban, se iban a comprar el queso y una caja de pan... porque no valía la pena ir por el carbón y la carne... creo que piensan que una carne asada no es lo mismo sin cerveza. (Bien saben algunos de mis lectores lo mucho que me desagrada la carne asada, así que no soy objetiva en el tema)

Luego, irremediablemente, me entretuve escuchando a la pareja de atrás. No sé cómo serían, ni si eran pareja, hermanos o sólo amigos (nunca los voltee a ver). Lo que sí puedo decir es que estaban en la crisis de la mediana edad:

Mujer: El otro día me encontré a Mariana en la calle.

Hombre: Ah, si?? Y ¿cómo está?

Mujer: Pues pobre. La verdad se veía súper vieja. Nada que ver con la bonita guerita que estaba con nosotros en la escuela. Se veía toda ajada, gorda... ay, no sé... como que dio el viejazo.

Hombre: Válgame, tan guapa que era. Ella y tú siempre tan amigas y súper arregladas.

Mujer: ¡Ni me digas eso! Capaz de que estoy yo aquí diciendo que ya dio el viejazo, que nada que ver con como lucía antes, y yo estaré igual. jijiji (risita nerviosa)

(Una pausa incómoda. Estoy segura que ella esperaba que él le dijera: Claro que no, ni al caso. Tú luces súper bien. Pero no. No se escuchó eso)

No pude evitar sonreír un poco y pensar: Pobre hombre, esa evasión seguramente se la van a cobrar muy cara. NINGUNA mujer se queda en paz cuando se habla, o no se habla, de su belleza.

Luego, después de que avanza un poco la fila, me toca cerca de una banquita donde están unas niñas sentadas. Dos de ellas muy lindas, acicaladas, con el cabello perfectamente recogido en un moño color moradito, casi azul. Luego, se acerca otra pequeña (quizá un año menor que las otras). Es allí donde empieza el interrogatorio:

Niñas peinaditas: Y tú ¿cuántos años tienes?

Niña interrogada: X (no escuché bien). Bueno, va a ser mi cumpleaños pronto. Las invito a mi fiesta.

Niñas peinaditas: Ah, sí?? ¿Y dónde va a ser? Porque nuestra fiesta fue en el Zoo Planet (o algo así, no entendí bien) y tuvimos muchos regalos. Fuimos vestidas de las princesas.

Niña interrogada: Ah... la mía va a ser de Peter Pan

Niñas peinaditas: Pues en el cuento de Peter Pan no hay princesas. Y ¿cuál es tu color favorito?

Niña interrogada: Me gusta el verde.

Niñas peinditas: Pues ese no es color de niñas. A nosotras nos gusta el morado, el rosa. Pero el verde es de niño. ¿Y tú vas al Jazz? Nosotras estamos en Blabla Escuela de Jazz. Bailamos desde chiquitas.

Niña interrogada: No, no voy al jazz. Pero bailo mucho en mi casa.


Y en ese momento, tocó que el cajero me atendiera. Es allí donde me pregunto ¿hasta qué edad uno sigue jugando igual, interrogando y siendo interrogada? ¿hasta qué edad puedes dejar de usar el verde porque unas odiosas niñas en una fila, te dijeron que era un color de niños? ¿hasta qué edad dejas de compararte con la belleza de los demás, viéndote más joven o más vieja que la otra?

Es allí donde le agradezco a mi banco que tenga abiertas algunas de sucursales en fin de semana. De no ser por eso, no tendría tiempo de contar el número de cuadritos de piso que ocupa cada persona en la fila; no tendría tiempo de hacer cálculos, basados en estadísticas rápidas, de tiempo promedio de atención por cliente; no tendría tiempo de meditar en las carnes asadas ni tampoco en que no volvería a usar la blusa verde que tengo: es color de niño.

Me hubiera gustado el seguir escuchando a estas niñas.

julio 25, 2007

Hurgando en un empolvado rincón

¿Quién no ha encontrado placer en una noche de insomnio y aburrimiento al hurgar en un empolvado rincón de la biblioteca, con la esperanza de encontrar entre los conocidos libros uno diferente, entretenido y fascinante? Esa era una de mis más grandes ilusiones durante las vacaciones de verano cuando estaba en la secundaria y preparatoria (cuando entré a la universidad me "surtía" de libros en la biblioteca). El ocio me hacía dormir durante la tarde y, al caer la noche, como cosa natural, me era difícil conciliar el sueño. Así que de puntillas bajaba a donde están todos los libros (unos en repisas, otros en alteros sobre el suelo, unos más en cajas de cartón, sin ser clasificados) y ansiaba encontrar alguno que no me fuera familiar, que no se viera como esos libros aburridos de negocios o de historia política o que no fuera uno de los tantos que había leído al menos tres veces.
Hace dos noches recordé esos días. Y aunque no era tarde, bajé a buscar un libro nuevo. Hará cosa de dos años, mi papá llegó una tarde con el automóvil lleno de libros viejos. Los compró afuera de una casa. Su dueño había muerto y nadie estaba interesado en conservarlos. Así que mi papá regresó a casa triunfante con alrededor de 500 libros viejos, amarillentos, con olor a polvo... llenos de encanto. Mi hermana le dedicó muchos minutos a limpiarlos y clasificarlos. Muchos de historia, novelitas rosas, biografías, un poco de ciencia. Libros de principios de 1900. Libros con una clara historia marcada entre sus páginas. Hay algunos que hasta anotaciones tienen, donde el lector ponía: Insulso, Entretenido, Interesante y demás notas que dan una buena idea sobre lo que se tiene entre manos.Obviamente, no me ha alcanzado el tiempo de leerlos todos. Obviamente, es abrumador ver tanto material "nuevo" y no saber por donde empezar.

Así que como decía, hace dos noches bajé a buscar algo para entretenerme, para matar al insomnio. Tomé uno llamado Claudina en París. Lo empecé a leer. La lectura se fue rápido. Luego reparé en que no había visto quién es el autor. Y allí fue donde me di cuenta que estaba leyendo el segundo libro de la primera serie de Colette... las Claudinas. ¡No puede ser! Tanto que he oído hablar de Colette, del mito que es y nunca había tenido un libro de ella. Volví a leerlo desde el inicio con más calma. Quiero de una u otra manera descubrir ese encanto del que se habla que la escritora tiene, quiero ver eso que ha construido los mitos y no quiero creérmelos, quiero vivirlos de cerca. Definitivamente el libro que estoy leyendo es una reminiscencia de la vida bucólica que la escritora tuvo en su infancia. Es la añoranza de la pequeña Claudina al encontrarse encerrada en el monstruo que es París. ¡Cómo me entretiene! A veces, cuando se toma un libro con escenario parisino, es muy predecible lo que se dirá de la Ciudad Luz, se sabe que se le revestirá de ese encanto que tiene, de esa magia, de ese color y ese ambiente que suele envolver desde que se pone un pié en tierras francesas: París es París y todo el mundo se emociona al decirlo. Sin embargo, Colette habla de un París que no importa, habla de una vida que ansía estar en tierras más tranquilas, lejanas de la parafernalia propia de las grandes ciudades. Colette busca una vida más sencilla, pero en absoluto simple.

Estoy empezando el libro, voy en la página 82. Pero quiero transcribir un pequeño parrafito que me ha entretenido:

¿Quién ha de creer que Claudina tiene pensamientos tan lacrimosos, después de haberse levantado de la cama y haberse sentado a la oriental ante el mármol de la chimenea, ocupada aparentemente en tostar una pastilla de chocolate, que sostiene cerca de las brasas con unas tenacillas? Cuando la superficie expuesta al calor se ablanda, se ennegrece, crepita y comienza a hincharse, la divido en láminas sutiles con un cuchillito... ¡Gusto delicioso, que participa del de la almendra tostada y el gratín a la vainilla! ¡Languidez melancólica, saborear el chocolate hasta lamer las tenacillas, tiñéndose al mismo tiempo de rosa las uñas de los pies con un trapito, sumergido antes en la tinta del tintero rojo de papá!
...
-Huele usted... a canela, Claudina.
-¿Por qué a canela?- digo con languidez, embotada por la impresión ligera de su aliento.
-No sé- dice riendo-. Un olor cálido, un olor a confitería exótica...
-¿Dulces orientales?
-No. Parecido a tarta de Viena; un olor que abre el apetito. Y yo, ¿a qué huelo?- pregunta él, acercando su aterciopelada mejilla a mi boca.
-A heno cortado- digo yo, aproximándome. Y como no retira la mejilla, la rozo suavemente, pero sin llegar a apoyarme en ella. Lo mismo hubiera rozado un ramillete o un melocotón maduro. Hay perfumes que no se aspiran bien más que por la boca.
-¿Es heno? Es un olor verdaderamente sencillo...

Colette, Claudina en París, Editorial Sud América, 1a. Edición. Octubre 1959. Pp. 80, 82.

Y así han transcurrido mis últimos días. Con la ilusión de salir del trabajo, que llegue la noche y yo poder leer el simple librito que me emociona desde que me levanto.
Veamos en qué termina. Veamos si puedo leer a las otras Claudinas. Veamos.

julio 20, 2007

Se me ha antojado leer cómics

Recuerdo muy bien que a los 7 años, de una sentada, leí 12 libritos con las tiras de Mafalda. De mis personajes favoritos fueron Susanita y Libertad.


Me encantaba que el deseo más grande de Susanita fuera tener muchos hijitos en una preciosa casita. Además, ella gozaba contando el cuento de la Cenicienta una y otra vez, sólo para molestar a Felipe y Mafalda. Pero lo más genial de Susanita, era su capacidad para fastidiar al probre de Manolito. Lo mejor de todo fue el día que decidió peinarse como él y cuando soñó que tenía un hijo igualito y prefirió suicidarse, con todo y carta póstuma (Sr. Juez). Otra cosa imitable de Susanita es su colección de lágrimas en preciosos frasquitos de colores. Susanita es genial.

Dar click en cada imagen para ver mejor


Y Libertad, esa niña que tenía la idea de que el mar era sopa y la gente fideos; que le gusta la vida simple, la gente simple y ser simple; la que le quitó a Mafalda el deseo de comer carne, al decirle que sus mamás compraban en la misma carnicería y eso las hacía compañeras de vaca; que gritaba en su minúsculo departamento para que pareciera que era más grande; y sobre todo, admiraba a su mamá porque hablaba francés. Eso sí, ella fastidiaba a todos, incluso a sí misma. Pero no permitía que nadie jamás le dijera que era bajita o la hiciera sentir mal por ello. Su fastidiado favorito siempre fue Miguelito en asuntos del espacio exterior.


Me encanta leer Mafalda. Creo que los volvía leer todos a los 19 años. Ya es tiempo de encontrar la colección completa y leerlos de una sentada hasta terminar.



julio 18, 2007

Mucho Trabajo


En estos días he tenido mucho trabajo. Perdón, debo corregir: en estos días TENGO mucho trabajo. He pensado en muchas cosas, varios temas para escribir, cosas que contarles a los amigos, salir a tomar algo por allí, ir al cine y demás antojos que sólo anhelo cuando los tengo prohibidos o fuera del alcance.

Así, que me disculpo con mis estimables lectores. De momento no podré poner post alguno.

julio 15, 2007

La Señorita Felipa


Parte de mi infancia, durante los veranos, los pasé en casa de una de mis abuelas. Mi hermana y yo jugábamos en su patio toda la mañana y esperábamos a que dieran las 2 de la tarde y mi mamá llegara por nosotras. Tengo recuerdos muy vívidos de ese patio, con sus frondosos árboles y plantas por doquier, una hamaca y muchos rinconcitos donde estaban los gatos escondidos. También tengo otros recuerdos difusos, como la existencia de unos patos y el árbol de higos. Precisamente, como mezcla de esos recuerdos vívidos y difusos, se encuentra un rincón de su jardín, en el que bajo un gran árbol se sentaba, toda la mañana en silencio, una anciana que lo único que hacía era acariciarse el largo cabello azul, mientras su mirada estaba perdida.
Después de casi veinte años, decidí indagar en esos recuerdos y forzar a la memoria para que me diera más datos de esa extraña visión. Creo que se llamaba Felipa.
La Señorita Felipa, fue en sus años mozos una preciosa muchacha de ojos azules, buen carácter y docilidad. Al morir su madre, quedó a cargo de sus hermanos mayores, quienes no le correspondían en el cuidado y atención que ella requería.
Y llegó un buen día en el que Felipa se enamoró profunda y perdidamente de un joven agradable, atractivo, amoroso y dispuesto a hacer su vida al lado de ella. Pero, cuando fue a pedir la aprobación de la familia, los hermanos mayores de Felipa, encontraron al muchacho inadecuado. Es más, cualquier muchacho era inadecuado porque el destino de Felipa era quedarse al lado de ellos.
Al saber la desaprobación de su familia, Felipa no tuvo más remedio que obedecer y no dijo palabra alguna, no lloró, no se rebeló, en apariencia, no hizo nada. Sólo se escapó. Toda ella, a excepción de su cuerpo, volaron a una vida mejor donde podía estar al lado de su amado todos los minutos de la eternidad. Y así transcurrió su vida, en una felicidad eterna, sin añorar el pasado, viviéndolo a su antojo sin tener que dar parte a los demás de su dulce historia de amor eterno.
Nunca la oí decir palabra alguna, simplemente me quedaba contemplándola con un poco de recelo y temor. No podía comprender la decisión que ella había tomado, de hacer con su vida lo que quería pero matando de culpa a quienes querían evitarle el ser feliz.

julio 11, 2007

Estoy mareada


Tengo varios días mareada. Y no sé si ya me gusta ver las cosas así. Me duermo pensando que estoy en un barco y que mi cama me va meciendo hasta que me quedo dormida. Me despierto con un pie en el piso sin saber de que lado de la cama estoy. Me levanto y a tumbos llego a ver mi distorcionado reflejo que aparece en un espejo al que le da directamente la luz. Cuando me cambio, me doy cuenta que no es buena idea usar zapatos altos, porque si uno está mareado y "en las alturas", creo que se siente más feo. Y así pasa el día de una persona mareada. ¿Se me irá a quitar algún día? Es que ya le estoy encontrando lo divertido a este estado. Ya me río del gracioso y cauteloso andar que concientemente he desarrollado y de verme, sin lentes y medio distorcionada, en el espejo. Es más, la gente alrededor de mí es más simpática cuando estoy mareada. Quizá no quiero que se me quite lo mareado nunca. Es muy buena justificación para reir, quejarse y ser "descuidado" sin razón alguna.

julio 02, 2007

Vacaciones


Estimados Lectores:

Por motivos vacacionales, nos mantendremos inactivos durante un corto período. Sin embargo, se aceptan comments y sugerencias de temas a tratar, a los que se les dará respuesta próximamente.

Cordialmente,
:)

julio 01, 2007

Quienes se acordaron de mi cumpleaños (y me lo hicieron saber)


Cuando cumples años siempre esperas algunas felicitaciones, ya sea de personas que te felicitan porque te quieren, porque están comprometidos a hacerlo, porque se toparon contigo o porque de una u otra manera te tienen presente, aunque no aparezcan mucho en tu vida.

Este año recibí muchas felicitaciones (por medios presenciales y/o virtuales), así que quiero agradecer a todos por haber hecho que los festejos 2007 fueran diferentes, especiales e inolvidables (por orden de aparición):

Pame
Víctor
Haidé
Éricka
Jorge L.
Papás
Abuelas
Ale M.
Tiwaa
Eddy
Annabel
Cristy S.
Lety
Anita G.
Andrea
J.Roberto
Pao
Alfredo
César
Luis
Lily
Rebekah
Miriam
Made
Pedropam
Mina
Mague A.
Katy
Cynthia
Ruth L.
Gracia
Vasti
Anita L.
Eliel
Pedro
Diana
Mónica
Florencia
Margarita
"Manuel" (Adrián)
Gabriel
Gaby A.
Ester
Óscar
Gaby B
Manuelita
Grace
Alex
Alex J
Vania
Ricky
Leslie
Luis Q.
Carlos
Sergio
Marco
Betty
Santiago
J.Luis
María
Raquel
Viry
Abner
Marisa
Zahira
Perla
Alex D.
Gerardo
Y tengo la obligación de agregar a Buba, Carlos y Demo

Gracias a todos :)