noviembre 30, 2008

La Caja Oculta al Fondo del Cajón


Estoy segura de que a toda mujer se le debe conceder el derecho y la obligación de contar con un preciosa caja de chocolates suculentos y muy finos. Obviamente el empaque en sí debe ser muy hermoso y por la misma obviedad debe estar guardado al fondo del cajón, donde nadie pueda verlo. Porque estos no son para compartir con las amigas mientras charlan, ni para sacar después de la comida, ni para ofrecer cuando llega una visita inesperada con niños ávidos de dulces sabores. Esta cajita únicamente sirve para brindar ese placer tan peculiar que se tiene al sacar todo del cajón y, a escondidas, a mitad de una fría noche, buscar ese chocolate que tenga el sabor que esperamos. Se come de vez en cuando, nunca durante dos noches seguidas. Considero que la única vez que se tiene permiso de romper la regla, es cuando la alegría o la depresión llegan a niveles desbordantes. Únicamente por eso. Jamás por costumbre, jamás por antojo ligero, jamás por autocompasión. Si se hace por cualesquiera de las razones anteriores, aseguro que se perderá la posibilidad de placer por siempre.
Yo tengo en mi haber una cajita muy pequeña, que me dura pocas noches, pero me hace sentir que todavía tengo secretos. Se llama noviembre y hoy es el último día que la saco. Hasta el próximo año me doy permiso de volver a sentir todo lo que noviembre encierra en 30 pequeñas piezas y una primorosa envoltura de hojas secas.

noviembre 28, 2008

Cine, Cine, Cine, Cine


Para finalizar el semestre, tengo que hacer todas las tareas de Apreciación Cinematográfica que no hice durante los últimos meses.

Y ahora, mientras escribo mis reseñas de las cintas que me parecieron interesantes, escucho la canción Cine, Cine de Luis Eduardo Aute. Tengo un querido amigo que disfruta mucho la música de Aute, porque me dice que piensa en otro tiempo cuando era feliz. Yo, no puedo dejar de pensar en en festival de San Sebastián y por un minuto, siento que estoy con un precioso vestido de Valentino, entrando a admirar el arte.

El día de hoy, no tengo tiempo de soñar más. Tengo que seguir haciendo mis deberes, pero con una sonrisa, como queriendo creer en los presagios de días felices, salas vacías, buenas películas y una cena después para conversar.

noviembre 27, 2008

La conversación


De las cosas que más disfruto hacer, es conversar. Y estoy segura que la conversación se debe aderezar con una buena comida. Pero en esta ocasión, no es el punto del que quiero hablar.

La conversación ha logrado llenar muchas pausas de mi vida, ha logrado acallar mis disfluencias emocionales, ha hecho que el vacilar en un razonamiento, de la pauta para iniciar otro más interesante. La conversación es un laberinto en el que se pasa el tiempo y la vida, subiendo, bajando, topando con los mismos argumentos y sorprendiéndose por los nuevos caminos.
Por lo general me gusta ser una mujer esquemática, que anota los temas para platicar con alguien en particular. Disfruto mucho descubriendo lo que cada palabra significa en mis labios y en otros. Disfruto el sonido de la palabra, el ir y venir del aire en un espacio tan pequeño, que lo único que pretende, es unir los pensamientos. La conversación ha logrado ser la manera de hacer el amor intelectualmente. Por eso, yo procuro no conversar a fondo con cualquiera. Guardo todavía demasiado pudor para con las palabras y a veces me apena desperdiciarlas en cualquier asunto o, peor aún, con cualquier persona.

Por eso, ayer que leía un texto, me quedé sorprendida de lo puntual, de los conciso que es para describir a las conversaciones:

"Es el hablar efecto grande de la racionalidad: que quien no discurre no conversa... Hablando los sabios engendran otros, y por la conversación se conduce el ánimo la sabiduría dulcemente... De suerte que es la noble conversación hija del discurso, madre del saber, desahogo del alma, comercio de los corazones, vínculo de la amistad, pasto del contento y ocupación de personas".

El Criticón
Baltasar Gracián


Cuando lo leí, me sentí desnuda ante la misma palabra que conocía lo que por ella logro sentir. Fue una lectura metalingüística que no esperé encontrar ese día. Y es cierto, en mi vida, la conversación ha sido desahogo para mi alma en momentos de tortura; ha logrado venderme uno que otro corazón, a veces a precios demasiado elevados; me ha dado buenos amigos, que se tranquilizan, que me dan consejo o que se regodean con el hablar; ha logrado alimentar mi disfrute para generarme contentamiento; y, afortunadamente, ha sido mi principal ocupación en la vida. La conversación es maravillosa, y como dice el buen Gracián, conduce la sabiduría dulcemente. Quiero desgastar los minutos de mi vida en largas conversaciones. Quiero desgastar mis noviembres pensando en todo lo que he dicho. Quiero mejor aún, que las conversaciones me desgasten a mí y me dejen una huella imborrable de palabrería fugaz, que atesore en el fondo del corazón.

noviembre 26, 2008

El amor en unas manos feas


Ayer llegué tarde a una de las clases que más me gustan. Obviamente, por el retraso, no pude encontrar disponible el lugar en el que regularmente me siento, así que entré al salón y me acomodé en el primer sitio disponible. En seguida de mí había un lugar vacío y luego una muchacha de cabello largo, rizado y todo enredado. No puedo decir que sea fea, al contrario, creo que es muy bonita, pero definitivamente procura cultivar más su interior que su exterior.

Empezó la clase, puse atención y dejé de pensar en ella hasta que él apareció. Unos segundos después llegó un muchacho y se puso entre ella y yo. Él es igual que ella: cabello largo, rizado y todo enredado. Nada más sentarse, como un gesto natural buscó la mano de ella. Cuando voltee a verlos, me di cuenta que las manos de él son muy feas, muy ásperas y poco arregladas. Y las de ella son un poco peor, con las uñas largas y descuidadas. Sin embargo, juntos, hacían algo hermoso. Durante toda la sesión de 2 horas no se hablaron, ni siquiera se miraron. Pero él, le gritaba con todo su ser que ella era la mujer más hermosa e importante. Él la tomaba con delicadeza, como diciéndole en cada roce cuánto la amaba. Y ella, se dejaba amar.

En todo eso, yo no fui mas que un espectador que quiso no olvidar lo que se sentía tener un amor tan profundo, tan cerca del corazón. Y de pronto se me cayó la imagen a pedazos, como sucede con las hojas en noviembre. Sólo puedo recordar, una nebulosa figura de manos que se amaban.

noviembre 25, 2008

La culpa que me hace sonreír


Siendo todo lo sincera que se puede ser, he de confesar que nunca en toda mi vida de dietas, he respetado una más de medio día. Jamás, jamás, jamás. Cierto, me cuido con mucho detalle, pero no puedo evitar pensar en la deliciosa y suculenta comida. No puedo. Todo el día mis pensamientos giran en torno a lo que comeré, lo que tomaré, lo que prepararé, lo que conseguiré para preparar, lo que vi cómo se hizo, el restaurante al que iré, etc, etc. Eso es todos los días, todo el día.

Y ayer, cuando decidí comer menos carbohidratos, al llegar de la escuela y abrir el refrigerador, me topé con la salsa que hice el domingo para la pasta. Y de pronto, me vi poniendo mantequilla en una sartén, juntando las hierbitas de provenza y sintiendo como el calor de la cocina empezaba a subir hasta hacerme cerrar los ojos para disfrutar de ese aroma tan familiar, pero que cada vez me sorprende, con cada vuelta del aceite de oliva y los ajos. Puse la mesa, vi mi plato humeante y rebosando, comí con paciencia una sencilla ensalada y empezó el festín del deleite, seguido por la culpa nocturna. Bien terminé mi placentera pasta, subí para ir a descansar, me lavé los dientes, apagué la luz y una vocesita interna me decía: gorda, gorda, gorda, gorda, gorda, gorda, gorda. No podía callarla.

De las culpas que se pueden sentir, creo que la culinaria es de las más difíciles de aplacar, porque no se puede dejar de lado la satisfacción gastronómica. Esta culpa es tan suave, como un murmullo, pero constante cual zumbido de cualquier molesto insecto a mitad de la apacible noche. Parece que no importa, que es fácil de sofocar, pero no es cierto. La culpa alimenticia molesta mucho. Lo único que pude hacer para estar tranquila, para aquietarla, es poner mi despertador para las 5:30 para ir al gimnasio. Y esta mañana, mientras hacía mis respiraciones, estiramientos y distintas posiciones, pude notar cómo en cada desdoblamiento de mi cuerpo, me iba quedando sorda de la conciencia.

Desayunaré zanahorias, sólo por tener a la culpa tranquila un ratito más y más tarde, poder sonreír ante una mesa repleta de manjares a escoger.

noviembre 21, 2008

Los Viernes de Noviembre


Me gustan mucho los viernes y los viernes de noviembre me gustan más. Este día en particular no tengo planes, pero será difícil tener una salida tan encantadora como la de la semana pasada.

La semana pasada, desde muy temprano, un conocido y atractivo caballero me invitó al cine a ver una película que yo estaba esperando con mucha emoción. La conversación, el lugar, lo que tomamos, lo que no tomamos y todo lo que vimos, fue una mezcla agitada y no removida. Fue más de una hora de espera encantadora, entre comida y bebidas de muchos colores, para vivir 106 minutos de una de esas películas de acción que regularmente puedo llegar a detestar, excepto cuando están recubiertas de glamour y fantasía blanquinegra.

Noviembre es así, tan lleno de conversación agitada y de lugares secretos, con muchos escenarios para ver y callar y otros que no te permiten estar callado. Noviembre es despertarme con la idea de que al salir de mi casa, pasando la arboleda, voy a ver por el espejo retrovisor, como el suave pasar de mi auto hace que las hojas se levanten del camino, al unísono en ese crujidito peculiar. Noviembre, es llegar a mi casa y ofrecer a mis amigos café. Noviembre significa pláticas sin fin. Noviembre es dormirme después de haber tejido y destejido diez mil veces los sueños de ese día.

Noviembre es pocos viernes y mucha ansiedad por vivirlos y no olvidarlos.

noviembre 20, 2008

Mundo femenino


Tengo tantas ganas de ver a mis amigas, de escuchar esas pláticas subidas de tono para mi cotidianeidad, de reír mucho, de regodearme en sucesos jugosos de su vida personal y también escuchar alguna que otra frustración referente a la vida profesional. Tengo ganas de salir y que la mesa se vaya llenando de comida para picar y de una que otra copa abierta. Tengo ganas de sentir ese ambiente tan femenino, donde los halagos no están de más y se notan los cambios para bien de cada una.

Tengo ganas de ver a mis amigas.

La felicidad que sí se compra


De vez en cuando, no hay algo que haga sentir a una mujer más feliz y satisfecha que ir de compras. No sé qué efecto tan especial tiene el salir de una tienda flanqueada por bolsas grandes, el detenerse frente a los zapatos y verlos formaditos, de la talla correcta y de hermosas formas; el comprar un café y un pastelillo para recobrar fuerzas y seguir con el recorrido y terminar, finalmente, a solas en la habitación frente a un espejo grande, rodeada por todos los artículos que huelen a tienda y que necesitan ser planchados con vapor para quitar las arrugas de la novedad.

Pero toda esa felicidad se culmina cuando a la mañana siguiente, se porta discretamente la reciente adquisición. Estoy segura que el rostro resplandece. El ir de compras, es el mejor placebo emocional que he podido encontrar. Quizá esta tarde me anime a una dosis.

noviembre 13, 2008

El fresquecillo de todas las mañanas


En los últimos días noviembre me ha favorecido con un clima maravilloso. Ya se vale sacar las bufandas ligeritas y usar los saquitos un poco más gruesos.

Así con este ambiente, es con el que me gusta caminar. Y me gusta hacerlo con mis zapatos altos y las manos discretamente metidas en los bolsillos de mi saco, lo que me da un balanceo que me hace sentir que me deslizo con gracia. A mitad de camino me entretengo subiendo el nudo de mi bufanda y esperando llegar a mi destino. Así han sido casi todas mis mañanas de noviembre, porque muy temprano llego a mi oficina, estaciono mi auto y me dirijo andando una o dos cuadras para comprar café.

Eso basta para dibujarme una sonrisa que me dura toda la mañana. Luego, en la tarde, cuando camino por el jardín que tengo que atravesar para llegar a los salones de la universidad, vuelvo a sonreír al sentir el fresquecillo que cosquillea mis pies y enciende un poco mis mejillas.

Me fascina noviembre. Me fascina la mitad de noviembre. Soy feliz en noviembre. ¿Por qué desde el día primero te me estás acabando? ¿Por qué te me vas como cometa al viento? ¿Por que mi embeleso al mirarte morir año con año? Lo que me hace sentir mejor es que mañana me despertaré muy temprano, me pondré mis zapatos altos y volveré a caminar entre el otoño para encontrarme con mi destino: el café caliente.

noviembre 11, 2008

Minutos en Braille


En este blog no pretendo escribir de las cosas que pasan en la ciudad en la que vivo. No pretendo escribir de los desajustes económicos de mi país, de las injusticias sociales, de la pobreza ni demás cosas. Escribo sobre lo que me pasa, lo que siento, lo que vivo y lo maquillo con palabras más dulzonas que puedan retratar someramente lo que atraviesa mi corazón. Pero el día de hoy, estoy en extremo saturada por las cosas que no me pasan, pero que sí me están pasando y necesito decir algo:

En verdad no puedo creer lo que sucede a mi alrededor. Si hace 5 años me hubieran dicho que iba a vivir en una ciudad donde ocurren hechos tan violentos, donde no es extraño que llamen para amenazar de secuestro a tu familia, donde se lanzan bombas a cualquier hogar, donde la policía ya no se ve transitando y es el ejército quien patrulla las calles, cierra los accesos a las casas con sus operativos y revisa automóviles; , donde se incendian los restaurantes, donde en el camino de todos los días agreden a la gente hasta la muerte, donde en el supermercado te guareces porque afuera hay un enfrentamiento con armas de fuego, donde veo huir a mis vecinos siguiendo a los camiones de mudanza... donde toda la imagen que me rodea parece ser un horror; si me hubieran dicho eso hace 5 años, yo me hubiera reído bastante, con voz de incredulidad. Y hoy, como ya dije, estoy con esa misma incredulidad. Quiero pensar que estoy en el cine, viendo de esas películas que te estrujan hasta la última fibra por la violencia e insensibilidad de los hombres, con el fin de que esa realidad no te alcance. Desgraciadamente ya es demasiado tarde. Ni siquiera se puede ir al cine con tranquilidad por temor a que te secuestren por sumas de dinero irrisorias.

En verdad, hay tanto que se tiene que decir sobre lo que sucede aquí, pero la violencia me ha dejado muda. Cualquier cosa que me atreva a mencionar, no tiene la menor comparación con esta situación tan desoladora. Uno se levanta en la mañana con el contador de los hechos vandálicos sucedidos en la madrugada y se duerme con la angustia de saber si al día siguiente no habrá desaparecido el lugar de trabajo, el restaurante favorito, el café de todas las tardes.

Estoy muda, pero más que cualquier cosa, quisiera estar ciega ante hechos tan reprobables. Quisiera empezar a contar los minutos en braille, sentirme en paz y no con esta terrible paranoia que me atrapa cuando me subo al auto. Paranoia que no me sirve para nada, porque no hay algo que me pueda proteger. Todo es fortuito. No se puede saber cuál será el próximo lugar que va a ser víctima del salvajismo en el que vivimos. Nada gano sabiendo lo difícil de la situación. Y tampoco nada gano lamentándome. Y desgraciadamente, parece que nada puede detener esa fisura que se está haciendo en el corazón de la conciencia colectiva de esta pequeña ciudad.

noviembre 10, 2008

Las flores


A las flores de mi casa les encanta noviembre. Y a mí me fascina entrar y verlas erguidas, frescas, completamente abiertas, como sintiéndose orgullosas de ser el centro de atención de mi sala.

Las de esta semana son de color amarillo, pero un amarillo tan brillante, que dan ganas de quedarse sentado allí, sólo contemplándolas por temor de que de un segundo a otro se deshagan de lo preciosas que están.

Ahora, mis tardes de noviembre son amarillas. Ya no sé si me gusta noviembre por el clima o porque es el clima que le gusta a las rosas que tanto me complazco en admirar.

noviembre 06, 2008

Los amigos

Entre las cosas que me he encontrado estudiando literatura, se encuentra este pequeño párrafo que me pareció muy hermoso:

Débense buscar los amigos como se buscan los buenos libros. Que no está la felicidad en que sean muchos ni muy curiosos; antes en que sean pocos, buenos y bien conocidos... No que sólo entretengan, sino que juntamente aprovechen al alma y cuerpo.

El Guzmán de Alfarache
Mateo Alemán

¡Cómo quisiera poder ser eso para mis amigos! A veces no sé qué hacer para demostrarles lo importantes que son para mí, que son pocos, que son buenos y bien conocidos. No sé cómo hacerlo, cuando quiero hacerlo. Y hoy quiero hacerlo.

noviembre 04, 2008

¿Por qué?

¿Por qué si como tantas zanahorias mi visión no ha mejorado?
¿Por qué batallo tanto para ver?

Definitivamente mi deseo de año nuevo va a ser, cerrar los ojos y toparme con un láser que me deje muy bien, para no sufrir en la noche.

O quizá no tan bien, para seguir teniendo el pretexto perfecto, sutil y delicado, para ir tomada del brazo de alguien cuando salimos.