febrero 26, 2009

Recuento tardío del mes de enero


Durante los días que no tomé café, decidí tomar otra cosa: la decisión de no escribir nada, de no pensar en nada importante, de no salir a ningún lugar. Opté por dejar de lado algunas cosas que me causan gozo, con el fin de alertar a mis sentidos y poder ser más receptiva cuando lo que me causa placer esté de frente.

Enero fue un mes importante, pues me enfrenté a la que soy. El último día del mes de enero fue el plazo que me di para atreverme a actuar con libertad y a hacer lo que no suelo. En el recuento, salió ganando la curiosidad y por eso me asusté. Por eso me castigué, por eso me aferré al autocontrol. Enero desató en mí un deseo profundo de saber efectivamente si sigo siendo la misma que el año anterior. Enero no me contestó de manera convincente, así que le tuve que preguntar a febrero.

Y febrero, ante mi muda pregunta me comprendió mal y ahora él es quien me niega la respuesta. Febrero tiene 2 días para darme alguna palabra que pueda recordar después, como parte de este año, que merece tener 12 recuentos felices.

febrero 25, 2009

Los períodos de abstiencia y los finales felices


Durante el tiempo que tomé para dejar el café, pasaron muchas cosas. Cosas que no entiendo y que me resisto a comprender. Mientras no tomé café, la lluvia decidió no llegar, cosa que yo esperaba a pesar de los pronósticos.

Por eso decidí que los períodos de abstinencia a mí no me llevan a nada bueno. Eso sí, lo disfruté. Fue un placer completamente egoísta. Y me encantó que el final y su celebración con la mejor compañía imaginada. En una secuencia teatro-cena-vino-café y mucha conversación.

Mis días ahora comienzan con humeantes tazas blancas y su consabido interior negruzco; y terminan con un sabor penetrante, amargo... con un sabor de minutos felices, pero con un dejo de ausencia que no sé cómo llenar.

febrero 16, 2009

Frutitas

Hay días que tienen un olor particular. Este despertar, mi mañana tuvo el olor a frutas, de esas que se antojan comer de sólo verlas. Quizá estoy queriendo usar de placebo este imaginario aroma, a la ausencia de café.

febrero 09, 2009

Por el mero placer

Esta mañana he tomado una fuerte determinación, únicamente para probarme a mí misma la capacidad de autocontrol que todavía tengo. Nada más por eso. Por el mero placer de saber que puedo contenerme cuánto guste.

No voy a tomar café del día de mañana al 21 de febrero. Y sin lamentarme, simplemente disfrutando los días de control.

febrero 06, 2009

El culpable de la culpa

Son los ímpetus de las pasiones, deslizadores de la cordura, y allí es el riesgo de perderse.
Baltasar Gracián

Hay minutos en que me siento vieja. Hay minutos en que me molesta que se disturbe mi rutina. Hay minutos en que me doy por enterada de que no soy una mozuela que tenga todo el permiso de equivocarse y lograr la pronta reivindicación. Hay minutos en que me pesa tener la edad que tengo y estar apostada dónde estoy y cómo estoy, en esta parodia de disoluta actuación infantil y de imperceptible madurez.

Sin embargo, también hay mañanas completas en que me levanto con un brío que me hace creer que tengo de vuelta 16 años y que si yerro lo único que hay que hacer para sanar al corazón es llorar hasta la siguiente sonrisa. Momentos en que cuando llega el alba, un aire de vehemencia hace presa de mí y me siento capaz de correr hasta que mis pies se despeguen de este suelo sin saber a dónde voy a llegar; me siento capaz de amar sin que importe otra cosa, de besar hasta que se me desgaste la noche y la intención.

Hay tardes en que me recorre un impulso, un ardor que me nubla por completo y me hace actuar con toda esa pasión que da la inexperiencia, pero con la frialdad que he adquirido con los años; con una planeación y exactitud que me extrañan porque a lo único que me llevan es a la perfidia contra mí misma.

Y al llegar la noche, después del ímpetu y revuelo de todo mi día, cuando pongo la cabeza en la almohada y el cuerpo entre las sábanas recién cambiadas, el ansia no me deja dormir. Me acosa la desesperación, la culpa por actuar de esa manera desbocada que me lleva a perder la cordura. Pero la cordura también me molesta, murmura en mi oído que es ella quien no me permite ser más libre y más feliz.

Al final de cuentas, el ímpetu es el culpable de todo. Mi cordura no tendrían atisbo de duda, si no hubiera algo que le encendiera la sangre y la hiciera deslizarse hasta la perdición en la que, por instantes, me siento inmersa. La culpa de la culpa no es mía, así que me sentiré menos culpable por la culpa que tengo, pero que no me pertenece.

Y cuando llego a estos dilemas, me doy cuenta de que no estoy tan envejecida. Alguien viejo no tendría problema en resolver los hechos de la vida. Es más, no tendría que resolverlos. Simplemente los viviría. Hay días completos en que me gustaría ser vieja y no sólo sentirme como tal. Me gustaría sólo por un minuto perderme en la emoción del día a día y no en la esperanza del mañana.

febrero 03, 2009

Mi reino

Dije que iba a dar mi reino por tres cerezas bañadas en chocolate y licor. Y cuando me las dieron, no me pidieron ningún reino a cambio. Simplemente di conversación, minutos y ningún sueño. Y extrañamente al saborear una de las cerezas, al morder el tallo que considero un punto de sofisticación frugal, se me fue un dejo de dolor que nunca debió estar apostado en mi corazón.