mayo 31, 2009

Recuento de Mayo

Mayo no fue un mes más. En mayo llueve para algunos, para otros se terminan las clases, unos más piensan en el verano y en la emoción de todo lo que vendrá.

Para mí, mayo se llenó de emociones muy extrañas. Tuve excelentes noticias de la felicidad de la gente que amo; no tuve noticias de personas que están siempre presentes en mi vida; hice muchas cosas de la universidad; me saturó el trabajo; me saturó la vida. No fui al cine, me invadió un temor a la rutina. En mayo hice dieta a conciencia. Y en el mismo mayo aumenté tres kilos.

Mayo siempre es un mes extraño. Hay años en que la mitad es muy confusa, casi dolorosa y luego se torna en luz, en color, en claridad. Este mayo fue nebuloso. Fue por completo lluvioso. No me atacó el calor, todo lo contrario. Pasé tantas horas encerrada en mi oficina que me fue imposible notar el clima exterior.

Mayo fue un proceso de interiorización que no me gustó tanto. Mayo son cuatro letras que todavía me pesan mucho.

mayo 27, 2009

Presagios de boda


Con 14 años de novios, mis amigos decidieron casarse. Ella es como una princesa española. Delgada, alta, con ese aire de altivez y mirada profunda, que logra un efecto de atracción ineludible. Él, agradable, guapo, protector y con ojos únicamente para ella. Se conocieron desde niños, se amaron desde niños y soñaron con estar juntos el resto de su vida.

Así que una buena tarde, en una ciudad pequeña decidieron frente a un dorado altar jurarse amor eterno frente a Dios, la sociedad y la familia.

Y luego, la fiesta en un palacio con filos de oro y columnas de cantera. Música para bailar toda la noche, olor a flores y ambiente festivo. Todo en perfecto blanco con perla. Todo exudabndo felicidad, alegría, realización, eternidad.

Pero en medio de todas esas personas conocidas y desconocidas, me encontré soñando en una noche que no se terminó, es más, que ni siquiera llegó a empezar cuando ya el amanecer nos sorprendió a todos. Y antes de todo esto, las típicas tradiciones: el baile de los novios, el brindis, los buenos deseos, el regocijo, el dulce turrón y el escandaloso ramo que avisa quién será la que fungirá de anfitriona en la siguiente ceremonia.

Siempre le he temido a este tipo de ritos. He de confesar que me caen mal. Me disgusta la formación, la danza frente a los ojos escrutadores de los presentes, viendo cara de solteronas ansiosas a todas las participantes. Yo voy impulsada por el ánimo de mis amigas, por las burlas de mi hermana o por el simple compromiso. Si no existen los anteriores elementos, ni lo intento. Finjo ser invisible durante 5 minutos. Sin embargo, ya que en ocasiones es ineludible "la marcha de la soltería y la decepción", tengo una técnica: ponerme lo más atrás posible y a la izquierda. Nadie lanza los ramos hacia la izquierda ni tan atrás. Y en esta ocasión, en la boda de mi querida amiga, quedé pegada a una de las columnas, siendo imposible que me hiciera más atrás. Pero, de pronto, después de toda la ridiculez previa al "lanzamiento de la bendición", veo a una horda de mujeres en bufa ansiosas por obtener, a costa de lo que sea, el amuleto de la felicidad postrera.

Yo no tuve más remedio que asirme de lo que me había caído en el regazo. Y lo levanté como bandera blanca, pidiendo paz, dando entender que lo entregaría a la que lo quisiera con tal de salir ilesa de esa espantosa situación. En ese instante, la música sonó alegremente, celebrando a la ganadora. No tuve más remedio que sonreír y dirigirme a mi lugar con el trofeo en la mano.

A partir de ese momento, tomé conciencia de que yo era la mujer más importante de toda la fiesta. La novia había pasado a segundo término, lo importante de allí en adelante, es que en los próximos días habrá una fiesta y yo luciré el albo traje, habrá música, brindis, chocolates, flores, turrones, tules y regalos... todo hasta que otra mujer asustada tome la estafeta del matrimonio entre sus manos, con tal de no ser devorada por las ansiosas.

Los presagios de boda son lo que son. Olorosas flores que te anuncian que la vida es hermosa. Yo no necesito un hombre vestido de tuxedo que me cargue en el umbral. Lo que necesito es un buen compañero de baile, un excelente conversador, amigas animosas y un bonito vestido para disfrutar la siguiente boda, que, aseguro, no es la mía.

mayo 26, 2009

Fin de semana de hace 50 años


Este fin de semana tuve una más de las bodas de mis amigas. Pero en esta ocasión no fue en la ciudad, en los conocidos lugares. Ahora tuve que viajar algunos cientos de kilómetros, hasta llegar a una encantadora ciudad pequeña, de esas que se antojan caminarlas, detenerse en cada esquina donde no ha pasado el tiempo.

Y de pronto, me vi transportada 50 años atrás. Y yo era la misma. Fue un fin de semana maravilloso en el que me reí de cualquier cosa, bailé mucho, me vestí de negro, de rosa, de verde, de colores que nunca uso y de los colores de siempre. Por una noche me sentí hermosa, sentí que en ese lugar no importaba quién yo fuera.

Y anduvimos una y otra vez, perdiéndonos en las laberínticas calles, sorprendiéndonos por las antiguas construcciones, ansiando descubrir olores nuevos que nos llevaran a sabores diferentes. La noche nunca llegó. La tarde se convirtió en mañana que dio su aviso porque las risas empezaron a agotarse y los ojos a perder su brillo.

Y luego, de vuelta a buscar un lindo restaurante de verdiazules tonos, con neón en las esquinas y sillones forrados en vinil. No hubo malteada de fresas al final, ni siquiera había rockola. Lo que hubo fue una larga carretera y más horas de conversación infinita, prometiendo hacerlo de nuevo. El auto quedó impregnado del olor a flores frescas, de los brillos de mi vestido y de ese aire de familiaridad que tanto me asusta a veces.

Y no tuve mas que pensar que a inicio de este año, desee conocer otros lugares, desee perderme en desconocidas calles, desee que las tardes no se terminaran, ni que mis pies se cansaran. Desee viajar con poco equipaje y ser más feliz que siempre. Y hoy soy más feliz que siempre.

mayo 15, 2009

Consulta médica gratuita


Estas últimas semanas han sido de muchísimo trabajo. La verdad no he tenido ni un momento para respirar. Cuando todo mundo estaba siendo cuidadoso de no salir, de no ir a lugares concurridos, de no tener contacto directo con otros; yo estaba observando las mismas medidas pero por cuestiones de trabajo. Estuve encerrada aquí en mi oficina, viendo cómo el día se le escapaba a mi ventana, hasta que volvía a encontrarlo.

El único día que tomé fue uno de esos viernes de asueto y la verdad quedé horrorizada. Me urgía salir a cualesquier lugar: ir al cine, a cenar a un bonito lugar, tomar un café, comprar libros, lo que sea. Pero esta ciudad estaba muerta y junto con ella la diversión en el exterior.

Pero, ayer que decidí no hacer lo de siempre y seguir trabajando en la tarde, al ir a recoger unos materiales me topé con un médico que estaba prendado de una pantalla de televisión. Al parecer el fútbol lo tenía absorto. Él me asustó al gritar con emoción en un "casi gol" y él se asustó al notar que a quien quería abrazar no era su hijo, si no yo que cambié de lugar con él.
Después de este incidente todo fue risas. Le pregunté por el partido, por los participantes y por su afición. Él me preguntó por mi cara de cansancio y en un segundo me tomó la presión, la saturación de oxígeno y me dio un diagnóstico: usted es muy tranquila, su corazón está muy tranquilo... se me hace que le falta emoción, aunque sea con un partido de fútbol malo.

Me hizo reír y el resto de la tarde, pensé que una enfermedad que no me tocó, sí logró afectar a todo mi entorno, incluso a mí, que no la viví mas que en las noticias de madrugada.

Veré qué puedo hacer este fin de semana, antes de todas las bodas, para lograr que mi corazón palpite muy fuerte.