-La celebración eufórica
-La celebración pacífica
Sin entrar en detalles de una o de otra, puedo decir que yo sé que he celebrado y me siento satisfecha con ello, cuando estoy en mi casa en la madrugada, termino de recogerlo todo (mi concepto de celebración va ligado forzosamente a la comida... comida que yo ofrezco), veo mi cocina reluciente; me siento con las mejillas ligeramente enrojecidas y entro en un estado de contemplación donde el siguiente paso es subir a mi habitación, estrenar un pijama, destender la cama con aroma a sábanas recién puestas, abrir la ventana para que entre el fresco de la madrugada y dormir con esa maravillosa sonrisa. Luego, escuchar a las 7:00 a.m. la alarma que me indica que el café está listo. Tomar una taza, servir el fresco y humeante elixir y sentarme en cualquier lugar a tratar de eternizar los agradables momentos al lado de los amigos.
Eso es una celebración. Quedarme con 5 palabras y el recuerdo de la risa absurda que llega después de muchos minutos de conversación.
Así que, puedo decir, que el fin de semana celebré mi cumpleaños. Y fue una celebración que lo tuvo todo, principalmente espontaneidad, risa y comida sencilla... incluso tuvo el recuerdo de no haber despedido a mis queridos amigos, hasta después de las 4:30 de la mañana y quedarme con gusto despierta hasta las 9:30, con el fin de que no se terminara la dicha de saber que había celebrado.