Anoche dormí poco, sólo por el hecho de que no quería soñar. Así que con una aguja y cientos de metros de estambre engañé a la noche y asuste al sueño.
Anoche dormí poco, para ocupar mi mente con pensamientos tan complejos como: punta-centro-entra-vuelta-jala-punta... punta-centro-entra-vuelta-jala-punta... cuarenta de derecho... cuarenta de revés. Y alejar los pensamientos absurdos como: qué haré mañana, a dónde iré, le diré o no le diré, mi iré o me quedaré.
Anoche dormí poco, pero pasé una noche muy tranquila. Dormí pensando en hebras infinitas de colores a mi elección.
Anoche dormí poco, porque estuve tejiendo. Tejí y destejí. Tejí y destejí. Realmente se convirtió en algo tan terapéutico ponerme metas imposibles de perfeccionamiento de los puntos, que el fin del proyecto se vislumbra tan lejano y aún me quedan miles de puntadas y cientos de minutos.
Anoche dormí poco. Anoche soñé que durante una noche me llamaba Penélope.