noviembre 17, 2009

Días de oficina, días de cine


El programa favorito de televisión de mi mejor amigo es Días de Cine. Yo lo he visto pocas veces, sólo cuando él me lo recomienda, porque lo cierto es que no tengo Televisión Española.

Pero ahora he pensado que mi día es como los cortos de ese programa: Un momento hablo de un tema, otro de otro... mis días son entre oficina y cine.

Y fui a 5 juntas con personas que no conozco y que para demostrar su poder y hombría se paran tras un imponente escritorio, con mirada inquisitiva, juzgando mi desempeño. También vi una película de hombres que, para sentirse hombres, se desnudan con singular alegría, deshaciéndose de la ropa, de sus prejuicios y pudores en un bizarro espectáculo.

El día fue digno de cualquier película en donde el varón es el protagonista.
Y yo, yo sólo soy un observador más en esta fórmula que no sé si tenga resolución.

noviembre 16, 2009

La Ciudad está Muerta


Esta ciudad está muerta.

No hace frío, no hace calor. No hace aire, ni llueve. Simplemente, por 3 días se paró todo.

Los restaurantes cerraron, mis amistades se fueron, mi corazón también se fue por allí.

Y mañana voy a despertarme temprano y, poco a poco, con mi taza de café en mano, voy a ver cómo la ciudad resucita a través de la gran pared de cristal de mi oficina.

Van a regresar los oficinistas frustrados, las madres aceleradas y la gente feliz va a inundar las calles. Voy a escuchar el bullicio de los autos, de la música de algún conductor estridente.

Y por un minuto, voy a desear haber eternizado este momento en el que estoy sentada en un conocido café, tomando otra botella de agua mineral y tentada a pedir un espresso más.

Sin embargo, la vida sigue y sé que me agrada todo ese movimiento que hace que mi vida sea trepidante de vez en vez. Las mañanas ruidosas son hermosas, siempre y cuando sepa, que puedo escapar de aquí cuando yo quiera.

noviembre 12, 2009

Tú ¿Por Qué?


Tú, ¿por qué?: la pregunta que siempre le ha dado sentido a la vida,
No le encuentro contigo ninguna respuesta escondida,
sino un ¿por qué? y fuiste mía,
Yo ¿por qué? Tal vez porque soy lluvia que calma tu sed repetida
No es porque cuando mires mis ojos, veas luces divinas
No hubo ilusión, ni fantasía
Y me siento más solo que ayer, cuando aún no eras nada
Y mis ojos descubren el mismo porque en tu mirada
Y creyéndonos civilizados decimos: -nos vemos mañana-
Tan seguros que en tanto vacío, no cabe otra lágrima

Mil sueños y un porque,
porque solo el amor da sentido a encontrarnos mañana
Ahora sólo nos queda el cansancio desnudo en la cama
Riéndose de nuestras ganas
Y me siento más solo que ayer cuando aún no existías
Y en mis ojos descubren tus ojos
porque esta mentira.
Pero al credo del civilizado decimos: tal vez otro día
tan seguros que tanto vacío acaba la vida.
Acaba tu vida, y sobre todo acaba mi vida.

Francisco Céspedes

Así han sido los últimos días de mi vida, sin buscar ningún por qué, simplemente estoy dejando que las cosas vayan sucediendo. No quiero encontrar razones, no estoy buscando rumbos, no estoy hablándole al amor. Más que nada, estoy dejando que la lluvia calme mi sed, que se disipen las dudas, que dejen de molestarme tantos monstruos del ayer. Y todo podrá molestarme, menos esa lluvia ligera que me invade cada miércoles. Es tan misteriosa, tan inesperada, tan poco planeada pero a la vez tan predecible. Dejo que ella juegue conmigo a lo que quiera, que piense que viene y va a su antojo, sin embargo soy yo la que sale a mojarse, la que finge que no pasa nada; la que se siente ligera y fresca.

Y al final del día, el balance es el mismo vacío. La lluvia no sacia la sed que tengo, meramente me entretiene en estas tardes de otoño que llegan a pesar tanto.

No quiero perder la esperanza de que algún día una lluvia torrencial va a atraparme de tal forma que yo no vea forma de escaparme de salir empapada de arriba a abajo. Una lluvia en la que no me quede la menor duda de que es la que va a hacerme querer estar guarecida bajo su propia nube. Una lluvia eterna, lluvia de sol, de estrellas, de agua salada. Una lluvia inexplicable.

noviembre 04, 2009

Empezó Noviembre

Empezó noviembre y yo a penas me estoy dando un respiro para empezar con mi vida. Mi vida normal, mi vida de siempre, mi vida mejorada.

julio 04, 2009

Un día

Me han pasado algunas cosas interesantes en los últimos días. Me he dado cuenta que las 24 hrs, que representan 1.440 minutos, a veces no me bastan para hacer todo lo que quiero hacer, lo que necesito hacer, lo que me urge hacer.

Pero de pronto, en medio de es vorágine, llegan instantes que me cambian la esperada rutina. Amigos que se compadecen de mi situación y me traen cena a la oficina, me traen jazz, inundan mi lugar de trabajo con los olores del pastel recién horneado y el ya aborrecido sabor del café puesto una y mil veces en mi minúscula cafetera personal de escritorio.

Y entre todo eso me ha dado por pensar un poco, durante las noches de insomnio, que no me dejan tranquila. No creo del todo en eso de cerrar los ciclos. Me gusta más pensar que únicamente cuento con lo que dura un sólo día, con esas preciadas 1,440 oportunidades, para planear, crear, deshacer, entretejer y rehacerme la vida. Y el día de ayer, y el día de hoy, y el día de mañana, ya tomé decisiones sobre cosas qué cerrar.

julio 03, 2009

Reconozco tus pisadas


Mi hermana camina despacio, con aplomo, con una elegancia vacilante de la que no está consiente. Y pienso en ella mientras espero en mi silenciosa oficina. Sé que cuando escuche sus pasos, inmediatamente voy a saber que es ella. Toda hermosa, toda frágil, toda imponente, toda tímida, toda risa.

junio 30, 2009

Recuento de junio

Junio soleado, junio intempestivo.

Este junio estuvo casi ausente. Me dieron ganas de olvidarlo, de no nombrarlo, de hacer que la memoria colectiva lo pasara por alto.

Pero no pude. Junio me recordó a mí todo lo que soy.

junio 24, 2009

La lluvia y el paraguas


Ayer, sin querer, quedé atrapada bajo la lluvia. La tarde era preciosa, nublada y brumosa, así que la obviedad llamaba a la lluvia. Sin embargo quise no hacerle caso y me senté en la banca de un parque, para abrir un sobre y leer importante información.

De pronto, el cielo se cerró aún más y empezaron a caer gotas muy grandes. De esas que te empañan los lentes y te impiden andar más allá de 5 pasos. Así fue como me refugié bajo una iglesia. De verdad que disfrutaba el paisaje, el fresquecillo de verano y el encanto de estar allí, en medio de nadie y tan lejos de todo.

Y antes de que la lluvia amainara, apareció un atractivo caballero con un paraguas, dispuesto, con toda gentileza, a llevarme a mi auto. Yo me sentí tentada a negarme, bien podía esperar unos minutos más para salir de allí, pero sus ojos, su voz y su irresistible expresión me hicieron aceptar su propuesta.

La verdad había más aire que lluvia y el paraguas empezó a estorbar justo cuando llegamos a mi carro. Me di cuenta que de una u otra forma debía agradecer su galantería, así que lo invité a tomar un café en mi casa. Nos sentamos en la terraza y nos quedamos allí hasta que la luz se extinguió, nos empapó la conversación y el recuerdo de tardes felices.

Y sé que cuando sea vieja y alguien me pida recordar alguna tarde de cuando todavía no tenía arrugas, indudablemente ésta formará parte de una época de mi vida en que fui feliz.

junio 23, 2009

Quiero maravillarme con las cosas nuevas

Quiero descubrirte y que me guste encontrar cosas nuevas. Quiero que me regales un collar de letras, una mañana tachonada de estrellas, silencios estridentes y visitas tan ruidosas que me dejen sorda.

Tengo tantas ganas, a veces, de descubrir al amor espiándome y tomar la decisión de dejarlo entrar o cerrarle para siempre la puerta. Pero más que nada, tengo ganas de maravillarme con cosas nuevas. De asombrarme con todo. De dejar que cualquier minuto del día me haga la más feliz.

junio 22, 2009

Boda sin compromiso

Este fin de semana viví un sábado cualquiera, con las mismas actividades de los últimos meses que obviamente incluyen despedidas de soltera, comidas familiares y bodas. Ahora que lo pienso, mis sábados terminan en boda, aunque no lo tenga propiamente planeado.

Estando en uno de esos eventos sociales donde las mujeres conversan, dan consejos a la próxima señora, hablan de ropa, tendencias en colores, historias antiguas de amor y cuentan cómo es que son las más cercanas a los próximos desposados, un atractivo caballero me llamó para rescatarme de esa carga excesiva de feminidad.

Salí gustosa de ese lugar, no porque no estuviera entretenida, sino que me sentí tranquila de respirar el aire fresco una mañana soleada de sábado, en vez del conocido ambiente enrarecido de los restaurantes de especialidad durante los desayunos. Y de allí en adelante, después de cumplir con los trámites por los que había sido solicitada mi presencia, con mi vestido de vuelos azules, me dediqué a hablar de lo que me gusta, tomar lo que me gusta, contemplar lo que me gusta. Hora tras hora nos sentamos a conversar y no, a planear el futuro inmediato y el disfuncional futuro lejano, inexistente, brumoso, pero optimista.

Y en un segundo, me vi envuelta en el sueño de una familia nueva, de hijos por educar, de alguien a quién cuidar, de familia política, de navidades compartidas, de discusiones por los nombres de los pequeños, de pagos de seguros de vida y de colegiaturas. Así fue como en menos de 2 horas resolvimos unir nuestras vidas en ese mismo futuro disfuncional, lejano e inexistente que nos puede convenir tanto, a mi compañero y a mí.

Y gracias a esa euforia de sueños, decidimos ir a otro lugar, sentarnos a contemplar las plazas del centro, las iglesias, los parques. Ser parte y no de los viandantes que quieren ser invisibles, que se sientan en un kiosco a darle color a sus zapatos, a despercudirse el polvo de la semana y a refrescar la información que puedan obtener de otros que tampoco tiene algo que ver con ellos mismos. Esa fotografía, vista a través de mi vaso con agua mineral y la cerveza de mi compañía, tomó matices que no esperábamos para esa tarde.

De pronto, frente a la iglesia que teníamos enfrente, empezó a reunirse un grupo de personas de trajes brillosos, algunos, a mi gusto, más descubiertos de lo que el decoro permite para los recintos religiosos. Pero eso no importaba, porque era notorio que la felicidad lo cubría todo. Y una y otra vez vimos dar vueltas a un novio ansioso, indeciso quizá, meditabundo, asustado. Hasta que entró a la iglesia y nos olvidamos del asunto. Pero, a los pocos minutos, otra cosa llamó nuestra atención: en la bayoneta se formaron dos autos de novia, llenos de flores y moños. Por un momento pensamos que uno sería del novio y otro de la novia. Pero, observando detenidamente, notamos como dentro de uno de los autos se arremolinaba un merengue inmaculado de tul, organza, chifones y tafeta; y en el otro venía invadido por plumas, flores y un perfume escandaloso que se percibía hasta el restaurante donde estábamos sentados.

Dos novias, dos bodas. La curiosidad hizo presa de nosotros. Especulamos mucho sobre el motivo de una ceremonia doble. ¿Amigas inseparables? ¿Desconocidas resignadas a compartir gracias a la falta de espacios exclusivos? La única forma de averiguarlo era asistiendo a la ceremonia. Unos minutos después, ya estábamos dentro de la iglesia, escuchando los votos de amor de dos parejas. Ellas eran hermanas y obviamente le dieron a la mayor el honor de ser casada primero. Fue allí en el atrio donde nos enteramos de la vida de ambas. Una se casaba con un extranjero, la otra se casaba con el amor de su vida. Y entre felicitaciones, parabienes, abrazos, globos al viento y gozo ajeno, fingimos conocer y saber la vida entera de quienes nos habían causado curiosidad. Y como eso no podía parar allí, como las tradiciones deben cumplirse, celebramos una boda más un fin de semana que teníamos libre.

Y luego, después de reflexionar lo suficiente, caigo en cuenta de que la vida cambia en un momento. Y no me refiero al hecho de asistir o no a eventos sociales. Más bien, hablo de que estoy ansiosa esperando que la vida me sorprenda con llamadas espontáneas, tazas de café no planeadas y burbujeantes bebidas que abran mis ojos y mi corazón para que yo pueda notar cuando el destino tenga mi nombre escrito. Los sueños de familias inexistentes son sólo eso: fantasías. Lo que es hoy, es que disfruto de momentos inesperados con compañías esperadas. Me gustaría asegurar que mi futuro piensa lo mismo que el hoy, pero con un ligero cambio: un poco de amor.

junio 18, 2009

Más ciudades, más colores


El mes de junio ha sido de mucho movimiento en mi vida. He tenido todos los días ocupados, con tantas cosas por hacer, por celebrar, por trabajar, por meditar.

Y entre carreteras, aeropuertos, estaciones, hoteles y ciudades ocultas, me doy cuenta de que esa vida me gusta. No me agoto, no me harto, no me desespero. Todo lo contrario. Disfruto tanto admirando otros paisajes, otros amaneceres.

Los viajes de trabajo no son sencillos. Es poco el tiempo con el que se cuenta para conocer, para caminar despacio. Todo el tiempo son prisas, desmañanadas, contacto con desconocidos que se vuelven demasiado cercanos a fuerza de pasar más de 10 hrs al día juntos.

Pero, entre esa vorágine, me gusta encontrar unos minutos para caminar por los lugares, por los viejos adoquines de las ciudades coloniales, por los paseos arbolados de las metrópolis, de disfrutar a lo que sabe el café de otras partes, de descubrir a qué huele el agua, a qué sabe la sazón.

Y en esta visita, me encontré reconociendo el sabor de la menta, del chile y del huitlacoche en platos de barro pintado a mano. Me di por enterada de que en el centro oscurece más tarde y el tiempo corre muchísimo más lento. También, que una habitación de hotel es igual aquí y en cualquier lugar, si se tiene el ansia de estar afuera.

México es un país hermoso, hermoso, hermoso. A veces no estoy consiente de que todo está lejos, pero está cercas. Que es cuestión de tomar un avión que me lleve a disfrutar de un restaurante diferente, de un ambiente diferente. Que mi vida es diferente cuando salgo de esta ubicación geográfica.

Y entre lluvias vespertinas, sabores a pátina y unos minutos para respirar otro aire, me volví alguien diferente. La vida es tan diferente, aunque es la mía, la misma, la de siempre.

Definitivamente, de bueno humor me pone estar un poco lejos. El tiempo suficiente como para no extrañar, pero sí para despercudirme de la rutina.

mayo 31, 2009

Recuento de Mayo

Mayo no fue un mes más. En mayo llueve para algunos, para otros se terminan las clases, unos más piensan en el verano y en la emoción de todo lo que vendrá.

Para mí, mayo se llenó de emociones muy extrañas. Tuve excelentes noticias de la felicidad de la gente que amo; no tuve noticias de personas que están siempre presentes en mi vida; hice muchas cosas de la universidad; me saturó el trabajo; me saturó la vida. No fui al cine, me invadió un temor a la rutina. En mayo hice dieta a conciencia. Y en el mismo mayo aumenté tres kilos.

Mayo siempre es un mes extraño. Hay años en que la mitad es muy confusa, casi dolorosa y luego se torna en luz, en color, en claridad. Este mayo fue nebuloso. Fue por completo lluvioso. No me atacó el calor, todo lo contrario. Pasé tantas horas encerrada en mi oficina que me fue imposible notar el clima exterior.

Mayo fue un proceso de interiorización que no me gustó tanto. Mayo son cuatro letras que todavía me pesan mucho.

mayo 27, 2009

Presagios de boda


Con 14 años de novios, mis amigos decidieron casarse. Ella es como una princesa española. Delgada, alta, con ese aire de altivez y mirada profunda, que logra un efecto de atracción ineludible. Él, agradable, guapo, protector y con ojos únicamente para ella. Se conocieron desde niños, se amaron desde niños y soñaron con estar juntos el resto de su vida.

Así que una buena tarde, en una ciudad pequeña decidieron frente a un dorado altar jurarse amor eterno frente a Dios, la sociedad y la familia.

Y luego, la fiesta en un palacio con filos de oro y columnas de cantera. Música para bailar toda la noche, olor a flores y ambiente festivo. Todo en perfecto blanco con perla. Todo exudabndo felicidad, alegría, realización, eternidad.

Pero en medio de todas esas personas conocidas y desconocidas, me encontré soñando en una noche que no se terminó, es más, que ni siquiera llegó a empezar cuando ya el amanecer nos sorprendió a todos. Y antes de todo esto, las típicas tradiciones: el baile de los novios, el brindis, los buenos deseos, el regocijo, el dulce turrón y el escandaloso ramo que avisa quién será la que fungirá de anfitriona en la siguiente ceremonia.

Siempre le he temido a este tipo de ritos. He de confesar que me caen mal. Me disgusta la formación, la danza frente a los ojos escrutadores de los presentes, viendo cara de solteronas ansiosas a todas las participantes. Yo voy impulsada por el ánimo de mis amigas, por las burlas de mi hermana o por el simple compromiso. Si no existen los anteriores elementos, ni lo intento. Finjo ser invisible durante 5 minutos. Sin embargo, ya que en ocasiones es ineludible "la marcha de la soltería y la decepción", tengo una técnica: ponerme lo más atrás posible y a la izquierda. Nadie lanza los ramos hacia la izquierda ni tan atrás. Y en esta ocasión, en la boda de mi querida amiga, quedé pegada a una de las columnas, siendo imposible que me hiciera más atrás. Pero, de pronto, después de toda la ridiculez previa al "lanzamiento de la bendición", veo a una horda de mujeres en bufa ansiosas por obtener, a costa de lo que sea, el amuleto de la felicidad postrera.

Yo no tuve más remedio que asirme de lo que me había caído en el regazo. Y lo levanté como bandera blanca, pidiendo paz, dando entender que lo entregaría a la que lo quisiera con tal de salir ilesa de esa espantosa situación. En ese instante, la música sonó alegremente, celebrando a la ganadora. No tuve más remedio que sonreír y dirigirme a mi lugar con el trofeo en la mano.

A partir de ese momento, tomé conciencia de que yo era la mujer más importante de toda la fiesta. La novia había pasado a segundo término, lo importante de allí en adelante, es que en los próximos días habrá una fiesta y yo luciré el albo traje, habrá música, brindis, chocolates, flores, turrones, tules y regalos... todo hasta que otra mujer asustada tome la estafeta del matrimonio entre sus manos, con tal de no ser devorada por las ansiosas.

Los presagios de boda son lo que son. Olorosas flores que te anuncian que la vida es hermosa. Yo no necesito un hombre vestido de tuxedo que me cargue en el umbral. Lo que necesito es un buen compañero de baile, un excelente conversador, amigas animosas y un bonito vestido para disfrutar la siguiente boda, que, aseguro, no es la mía.

mayo 26, 2009

Fin de semana de hace 50 años


Este fin de semana tuve una más de las bodas de mis amigas. Pero en esta ocasión no fue en la ciudad, en los conocidos lugares. Ahora tuve que viajar algunos cientos de kilómetros, hasta llegar a una encantadora ciudad pequeña, de esas que se antojan caminarlas, detenerse en cada esquina donde no ha pasado el tiempo.

Y de pronto, me vi transportada 50 años atrás. Y yo era la misma. Fue un fin de semana maravilloso en el que me reí de cualquier cosa, bailé mucho, me vestí de negro, de rosa, de verde, de colores que nunca uso y de los colores de siempre. Por una noche me sentí hermosa, sentí que en ese lugar no importaba quién yo fuera.

Y anduvimos una y otra vez, perdiéndonos en las laberínticas calles, sorprendiéndonos por las antiguas construcciones, ansiando descubrir olores nuevos que nos llevaran a sabores diferentes. La noche nunca llegó. La tarde se convirtió en mañana que dio su aviso porque las risas empezaron a agotarse y los ojos a perder su brillo.

Y luego, de vuelta a buscar un lindo restaurante de verdiazules tonos, con neón en las esquinas y sillones forrados en vinil. No hubo malteada de fresas al final, ni siquiera había rockola. Lo que hubo fue una larga carretera y más horas de conversación infinita, prometiendo hacerlo de nuevo. El auto quedó impregnado del olor a flores frescas, de los brillos de mi vestido y de ese aire de familiaridad que tanto me asusta a veces.

Y no tuve mas que pensar que a inicio de este año, desee conocer otros lugares, desee perderme en desconocidas calles, desee que las tardes no se terminaran, ni que mis pies se cansaran. Desee viajar con poco equipaje y ser más feliz que siempre. Y hoy soy más feliz que siempre.

mayo 15, 2009

Consulta médica gratuita


Estas últimas semanas han sido de muchísimo trabajo. La verdad no he tenido ni un momento para respirar. Cuando todo mundo estaba siendo cuidadoso de no salir, de no ir a lugares concurridos, de no tener contacto directo con otros; yo estaba observando las mismas medidas pero por cuestiones de trabajo. Estuve encerrada aquí en mi oficina, viendo cómo el día se le escapaba a mi ventana, hasta que volvía a encontrarlo.

El único día que tomé fue uno de esos viernes de asueto y la verdad quedé horrorizada. Me urgía salir a cualesquier lugar: ir al cine, a cenar a un bonito lugar, tomar un café, comprar libros, lo que sea. Pero esta ciudad estaba muerta y junto con ella la diversión en el exterior.

Pero, ayer que decidí no hacer lo de siempre y seguir trabajando en la tarde, al ir a recoger unos materiales me topé con un médico que estaba prendado de una pantalla de televisión. Al parecer el fútbol lo tenía absorto. Él me asustó al gritar con emoción en un "casi gol" y él se asustó al notar que a quien quería abrazar no era su hijo, si no yo que cambié de lugar con él.
Después de este incidente todo fue risas. Le pregunté por el partido, por los participantes y por su afición. Él me preguntó por mi cara de cansancio y en un segundo me tomó la presión, la saturación de oxígeno y me dio un diagnóstico: usted es muy tranquila, su corazón está muy tranquilo... se me hace que le falta emoción, aunque sea con un partido de fútbol malo.

Me hizo reír y el resto de la tarde, pensé que una enfermedad que no me tocó, sí logró afectar a todo mi entorno, incluso a mí, que no la viví mas que en las noticias de madrugada.

Veré qué puedo hacer este fin de semana, antes de todas las bodas, para lograr que mi corazón palpite muy fuerte.

abril 28, 2009

Recuento de abril


Mi ciudad se torna de diferentes colores cada día. Ayer que salí del trabajo y fui a hacer unas compras, me sorprendí al ver que la gente usaba azules, blancos y verdes. Muchas sonrisas estaban cubiertas por nítidas telas que hacían que los portadores se ciñeran a ellas como única salvación hacia algo que no sabemos en qué va a desencadenar.

En lo personal no conozco a alguien que esté con este problema de frente. Todo mi país está enfermo de incertidumbre, de temor hacia algo que no ve, pero que sabe que a un porcentaje le tocará vivir, según dictan las estadísticas.

La palabra pandemia da miedo. La palabra epidemia genera escozor. La palabra muerte reproduce un silencio hondo. Y la palabra cura casi no se escucha. Lo que sí sé es que pandemia, epidemia y muerte han borrado de la memoria otras palabras como sicarios, narcotráfico, política, crisis. Incluso la palabra sismo dejó de importar.

Pero, no voy a pensar en todo lo anterior. Simplemente me voy a llenar de colores cuando imagine que la gente sonríe detrás de sus máscaras, cuando descubra la sombra de los dientes de los ancianos y cuando una madre se exaspere con los niños inoficiosos y arriesgue su vida quitándose su máscara para poder gritarles más fuerte.

Es más, aunque yo no uso de esas máscaras quirúrgicas, decidí esta mañana vestirme de colores combinables con los tonos de este fin de abril. A un lado el amarillo. Lo de ahora es el verde hospital.


abril 21, 2009

Días de Fiesta

Por primera vez en la vida, ayer experimenté algo completamente mexicano, lleno de luz, de color, con estruendosos metales, cristales y el bullicio de la gente; todo inundado por el olor de la comida frita, de las frutas y los dulces.

Ayer, fui a la feria. Nunca antes había ido y por circunstancias ajenas a mí, de pronto me encontré envuelta en ese espacio tan mexicano, que me puso feliz.

No hay mucho que pueda decir al respecto, sólo que mis ojos se llenaron de colores que me transportaron a la infancia, donde todo asombraba, todo tenía brillo y todo era nuevo.

abril 17, 2009

El vicio del facebook



Eso de las redes sociales ha cautivado al mundo. A través de ellas me puedo enterar de lo que pasa con mis amistades (sin importar en que parte del mundo estén), aún de mejor manera que si mantuviera una conversación informativa con cualquiera. Pero a su vez, esa cercanía genera roces que aún no sé bien cómo manejar.

Algo que me tiene intrigada es la capacidad de acoso que se puede generar. Me considero una mujer curiosa, que le gusta jactarse de ser un poco perspicaz. Y esto del facebook lo único que ha hecho es convertirse en una herramienta del mal, pero invaluable para saber dónde estuvieron, con quién, qué comieron, hasta qué hora se desvelaron y si al día siguiente fueron a trabajar.

También la uso para la sana diversión, porque me sorprendo con una sonrisa al ver que me etiquetan en fotografías muy viejitas o en fotografías del día anterior, de las cuáles no me di por enterada. Sobre todo, me complace usarlo para ver fotografías de bodas. Bodas de gente que no conozco, o de amigos que no frecuento, o de familiares muy lejanos. Bodas a la usanza tradicional, bodas muy estrafalarias, bodas orientales o con rituales mayas.

Me entretiene leer las frustraciones diarias de otros y sus deseos más fútiles; estar segura de que tal persona odia su trabajo y que otra más ha terminado definitivamente con su pareja de tantos años.

Sin embargo, la diversión más grande, es enterarse de la vida de aquellos que no son nuestros "amigos". El estar hurgando entre comentarios para ver si alguno nos da la entrada a una fotografía que muestre lo que esa persona hizo el fin de semana; saber si está más gordo; poder localizar a sus amigos; conocer su estatus marital. En fin, todo un trabajo de espionaje de fino ajuste para que el otro no se entere que tenemos una apremiante necesidad de conocer lo que el facebook pueda revelar.

Y cada que me descubro acosando a alguien, o que ayudo a una amiga a hacerlo, digo que no lo volveré a hacer, que eso es la mayor pérdida de valiosos minutos, de respeto y de buenos modales. Sin embargo, de manera invariable, todas las noches regreso al vicio y no puedo conciliar el sueño hasta después de haber visto la actualización de status de mis amigos, si aparecí en las fotos de fin de semana y si tal persona ya regresó de vacaciones. Y en la mañana muy temprano, junto con el despertador, vuelvo a revisar que el mundo del facebook no haya cambiado mucho entre 1:00 y 5:30 de la mañana. Esto es un vicio con el que ya no puedo, pero definitivamente no voy a dejar.

abril 16, 2009

La moralina en la mujer espejo

Hace algunos meses, mi nonagenaria abuela me prestó un libro porque dijo que tenía "bonitos y sabios consejos para la vida de cualquier jovencita inocente y sin malicia". Mi abuela es encantadora, yo sé que lo que me dice es porque en verdad lo cree, porque piensa que la vida sigue siendo como a principios del siglo pasado, donde la gente se ensimismaba con asuntos de la moral, para no pensar en la Revolución que estaba matando a los hombres y empobreciendo a las mujeres.

Como prueba de que la moral y decencia es una constante en los pensamientos de esta encantadora viejecita, durante toda su vida ha ideado una serie frases que ya se han vuelto célebres entre mis amistades. Y comparto la última que mencionó, que precisamente se deriva de una historia de los tiempos de la Revolución:

"Más le vale a una mujer caer por un despeñadero, que perder su honra a manos de salvajes que no sabrán valorarla"

Escrito con esta misma tesitura, el libro de Pureza y Hermosura por Monseñor Toth Thiamer, para las jovencitas españolas de 1944, me hizo reír un poco por la manera de exponer los hechos de la vida. ¡Qué impresionantes razonamientos tiene! De verdad, que si yo hubiera nacido en esos años, ese sería mi libro de cabecera. Ha tenido tal impacto en mi vida, que un querido amigo (y con quien comparto la mayor parte de mi tiempo de conversación) está buscando una de las ediciones para comprarlo, porque no podíamos dejar de leerlo y reír.

Sin embargo, a pesar de la mal sana diversión que me brindaba, tuve que dejar esta literatura de lado, porque me entraron una serie de pensamientos y sentimientos que ya no caían en lo irrisorio o en el estudio costumbrista, sino en un acoso mental con el que no podía vivir.

No sé, de pronto mi conciencia se revistió de una moralina horrorizante. Y lo peor, es que estoy plenamente consciente de que la vida ha cambiado. Sin embargo, las palabras de Monseñor Thiamer estaban retumbando en mi cabeza y, por mofa, me dediqué a recitarlas a cada instante, pero de pronto dejaron de sonar a broma.

Eso sucedió hace varios meses y lo estoy recordando el día de hoy, porque hace 3 semanas, conocí a una personita que de seguro leyó ese libro. Es una mujer joven, casi bonita, casi agradable, casi dulce. Pero también es tan tajante, tan censuradora, tan "protectora de la moral y las buenas costumbres" que ya se ve casi vieja, casi fea, casi desagradable, casi amargada.

Y la comparo con mi abuela (quien de verdad cree en la moral y las buenas costumbres), que es una mujer de suaves palabras, de consejos, de buenas intenciones, de hermoso semblante y voz comprensiva.

En cambio, la señorita revestida de moralina, se ve aún más agotada que mi abuela. Su rostro no está surcado de arrugas, pero su semblante luce marchito. Yo digo que tanta pureza le está robando lo esencial de la vida, la está cegando y solamente le aguza los ojos y el corazón para sacar su larga lengua y envenenar a otros con su amargura.

Si hubiera un espejo que reflejara el corazón, aseguro que esta conocida señorita, luciría con un dedo apuntando a otros, la boca abierta para hablar sin dulzura y tacto; y los ojos saltones por la lupa con la que siempre mira.

Y con todo esta reflexión, me doy cuenta de que yo misma me he convertido en ella, por mirarla de esta forma tan poco cortés, así que probablemente, esta mañana, nuestros reflejos sean iguales.




abril 03, 2009

Saborcito diferente en un mes diferente


Hay muchas cosas que no hago, porque no me agradan. Pero cuando transgredo los límites autoimpuestos, existe un disfrute muy extraño.

Ahora, a media mañana, tomé una Coca Cola, muy fría, muy pequeña, muy de vidrio. Y la tomé con ese dejo de resquemor, que me hacían querer evitar que alguien me viera.

Tengo años evitando esa bebida. Pero hoy, el sabor fue una experiencia diferente. Sé que los refrescos no me gustan demasiado, sin embargo lo prohibido tiene un toque de exotismo que me gusta tener una o dos veces cada nunca.

abril 01, 2009

Mini recuento de marzo

No quiero hacer recuento de marzo, porque no fue un mes feliz.

Bien parecía al principio que se avecinaba la primavera, pero nos engañó. Estuvo frío y con intempestivo viento, de ese que no me agrada.

Marzo no merece que se hable demasiado de él.

marzo 25, 2009

Lo que me gusta comer


Definitivamente la perspectiva de salir a comer algo nuevo, siempre me emociona. Yo creo que lo que me hace sentir bien, es el pensar que tengo de frente la cita, la oportunidad, de probar cosas diferentes.

En los restaurantes, procuro en cada visita tomar otro plato, no repetir en la medida de lo posible, para así tener por seguro que no me estoy encasillando en un sabor en particular. Pero he de confesar que tengo una debilidad por el salmón y las frutas del bosque. Eso me llama de los sabores. Y me dí cuenta de que me gustan, porque se llevan maravillosamente bien con el tempranillo, mi uva favorita.

Obviamente, al final de cada comida, viene el café, que casi me hace olvidar todos los sabores anteriores que no me agradaron, pero acentúa los que me fueron deliciosos. Es como el sello, el barniz necesario para hacer brillar la creación culinaria.

Para este fin de semana, aún no tengo un plan. Pero de seguro incluiré algo de amargo sabor, conversación y cálidos sabores de rosada primavera.

marzo 19, 2009

Un recorrido por la Cd. de México


Una de mis materias favoritas, ahora que estoy de vuelta en la escuela, es Poesía Hispanoamericana.

Particularmente este semana me ha gusta leer sobre Manuel Gutiérrez Nájera. Uno de sus poemas me recordó a un buen amigo, que tengo varios años sin ver y desde hace algunos días no tengo noticias de él. El poema se llama Non Omnis Moriar. Cuando lo leímos, de verdad que pude escuchar como la voz de este buen amigo, durante la lectura de tan sentidas palabras. No sé, fue algo extraño que no me había pasado antes con un poema.

También leímos otro, que se llama La Duquesa Job, de éste, voy a poner mi párrafo favorito:

¡Y los domingos!... con que alegría
oye en su lecho bullir el día
y hasta las nueve quieta se está!
¡Cuál acurruca la perezosa,
bajo la colcha color de rosa
mientras a misa la criada va!

...

Toco; se viste; me abre; almorzamos;
con apetito los dos tomamos
un par de huevos y un buen beefsteak
media botella de rico vino,
y en coche juntos, vamos camino
del pintoresco Chapultepec.

¡Desde las puertas de La Sorpresa
hasta la esquina del Jockey Club
no hay española, yanqui o francesa
ni más bonita ni más traviesa
que la duquesa del Duque Job!


Y sí, por un momento, me imaginé a mí misma haciendo este ritual de domingo en la Cd. de México. Levantándome a las 9:00, disfrutando de estar arremolinada entre el edredón y las sábanas, para luego ir a tomar el brunch en cualesquier restaurante tranquilo; no sé, caminar con ese paso despreocupado que se da después de tomar sólo un poco de un vino ligerito; conversar y que se vayan las horas hasta que irremediablemente llegue el lunes.

En definitiva quiero vivir eso, y cuando lo esté haciendo, me voy a acordar de Gutiérrez Nájera y su duquesita; de los poemas, y de ese amigo que ya no me habla, pero que ayer, pude escuchar su voz por el poema que alguien más leyó.

Otras lenguas que no sé para que sirven, pero sí sé para que no sirven

Mujer que sabe latín

A penas hizo bien Rosario Castellanos en elegir éste como título de uno de sus ensayos. Recuerdo que este librito lo leí casi por completo en una librería. Me quedé tan interesada en el tema, que tuve que volver al día siguiente a por él, para terminarlo. De ese día hace varios años y aún no sé en qué acaba. Y el día de hoy me levanté con la esperanza de encontrar bajo toda la palabrería, algo que desmienta el conocido refrán:

Mujer que sabe latín, ni tiene marido, ni tiene buen fin.

Quizá lo busco, para no quedarme a medias posibilidades, dado mi limitado conocimiento de este idioma tan... tan complicado como el matrimonio, según cuentan mis amigas, las que no saben latín.

marzo 17, 2009

Las frutas


Mis frutas favoritas son la sandía y la fresa. Y de ambas, en más de una ocasión, he comido desmesuradamente.

De la sandía existen muchos mitos: que no se debe comer después de las 3 de la tarde, que no se debe mezclar con leche, que si se come con jamón se cae el cabello, que las semillas contienen cianuro, y demás asuntos que la vuelven una fruta peligrosamente atractiva.

Pues anoche, me atreví a comer sandía y luego tomar leche y después comer un sándwich con queso. No me pasó nada, excepto que esta mañana me levanté mareada. Muy mareada.

Insisto, la sandía es peligrosamente atractiva. No vuelvo a dudar de todos sus poderes.

marzo 13, 2009

Quiero un cepillo de dientes de color rojo


Quiero ponerle un rojo detalle a mi baño. De ahora en adelante, todos los cepillos de dientes que compre serán rojos. Rojos si ningún otro color. Quiero que todas las mañana inicien tan vivas como ese tono que tanto agrada a mis pupilas.

marzo 10, 2009

Recuento medio del mes de febrero


Febrero es como un desayuno agradable, donde uno debe fingir cierto grado de cordialidad, aunque no se haya dormido bien, el clima no sea el más adecuado y la fruta esté pasada.

Febrero es sonreír y decir "Buenos Días". De esto depende que el resto de mi año sea mejor.

Febrero es toparse con los errores de la noche anterior y hacer todo lo posible para quitar la incomodidad.

Febrero es careta necesaria para la convivencia social. Es enterarse, con certeza, de lo que la vida tiene y tuvo, al leer el diario del año anterior.

Febrero me estrujó el corazón este año, pero me hace pensar que marzo va a funcionar genuinamente mejor.

marzo 05, 2009

Las anécdotas de vida

Hay cosas que hago nada más para tener una anécdota en la vida. Cosas que no son trascendentes, pero que me dan material para contar y recordar con gusto, como por ejemplo, la vez que tomé un avión, antes de llegar a la veintena de edad, sólo por ir a otro lugar y regresar el mismo día, sin decirle a alguien.

Pero también, hay anécdotas que escribo, para que se vuelvan trascendentes, para que exista la constancia de que las cosas sucedieron y que otros se puedan reír como lo hice yo. Tal es el caso de lo que me sucedió días atrás.

La vida de rutinas que me he fabricado, de vez en vez me da un descanso y me permite salir, ir al cine a deshoras, cenar y hacer las cosas que me gustan, sin que estén planeadas. Pues bien, uno de esos días de sorpresa, recibí una invitación para salir, que gustosamente acepté. Por cuestiones del clima y la comodidad opté por cambiarme de ropa. Pero como el suéter que me gusta, estaba sucio, lo metí rápidamente a lavar y luego a la secadora. No bien se escuchó la señal de que se estaba lista la ropa, llegaron a por mí.

Apresuradamente me puse el suéter y salí con una gran sonrisa. Llegué al cine más temprano de lo esperado y me senté a tomar un café y a conversar con mi compañía. Vimos una película medianamene buena y luego fuimos a cenar.

No sé, me dio la impresión de que todo tenía un ambiente más jovial, la gente sonreía, los meseros nos atendían de mejor humor, hasta se empezó a sentir un calorcillo que me dieron ganas de quitarme el suéter, pero no lo hice, porque el clima es voluntarioso y no vale la pena retarlo.

Una noche encantadora llena de risas y momentos agradables, que terminó cuando regresé a la casa y, sin encender la luz (para no molestar a los demás), me desvestí y me metí entre las sábanas. A la mañana siguiente me levanté un poco más tarde de lo habitual, así que corrí para alistarme. Como no encontré el saquito adecuado para mi falda, me puse el mismo suéter con el que había salido la noche anterior. Y todo volvió a la normalidad, el tráfico, las luces, el banco, el café, etc, etc.

Pero, llegando a mi oficina, uno de mis compañeros de trabajo soltó una contagiosa carcajada cuando me vio. Yo me reí con desconcierto, pero la musicalidad de su voz estaba dotada con tanta algarabía, que no me quedó más remedio que soltar una genuina carcajada.

Cuando por fin él pudo hablar, pasó su mano por mi espalda y me despegó UN CALCETÍN A RAYAS GRISES que traía pegado en el suéter por la estática. Durante toda la tarde anterior y toda la mañana anduve con UN CALCETÍN PEGADO.

Imagino lo alegre que habrá sido la jornada de trabajo para los señores del cine y los meseros; para la gente de espera en el banco y para el muchacho del café. Todo por un descuido, todo por la estática, todo por un calcetín que se entremetió donde no le convenía.

Y desde ese día reviso minuciosamente mi ropa antes de ponérmela. No vaya siendo que un buen día termine saliendo con ropa adecuada, pero "accesorios" inapropiados.

febrero 26, 2009

Recuento tardío del mes de enero


Durante los días que no tomé café, decidí tomar otra cosa: la decisión de no escribir nada, de no pensar en nada importante, de no salir a ningún lugar. Opté por dejar de lado algunas cosas que me causan gozo, con el fin de alertar a mis sentidos y poder ser más receptiva cuando lo que me causa placer esté de frente.

Enero fue un mes importante, pues me enfrenté a la que soy. El último día del mes de enero fue el plazo que me di para atreverme a actuar con libertad y a hacer lo que no suelo. En el recuento, salió ganando la curiosidad y por eso me asusté. Por eso me castigué, por eso me aferré al autocontrol. Enero desató en mí un deseo profundo de saber efectivamente si sigo siendo la misma que el año anterior. Enero no me contestó de manera convincente, así que le tuve que preguntar a febrero.

Y febrero, ante mi muda pregunta me comprendió mal y ahora él es quien me niega la respuesta. Febrero tiene 2 días para darme alguna palabra que pueda recordar después, como parte de este año, que merece tener 12 recuentos felices.

febrero 25, 2009

Los períodos de abstiencia y los finales felices


Durante el tiempo que tomé para dejar el café, pasaron muchas cosas. Cosas que no entiendo y que me resisto a comprender. Mientras no tomé café, la lluvia decidió no llegar, cosa que yo esperaba a pesar de los pronósticos.

Por eso decidí que los períodos de abstinencia a mí no me llevan a nada bueno. Eso sí, lo disfruté. Fue un placer completamente egoísta. Y me encantó que el final y su celebración con la mejor compañía imaginada. En una secuencia teatro-cena-vino-café y mucha conversación.

Mis días ahora comienzan con humeantes tazas blancas y su consabido interior negruzco; y terminan con un sabor penetrante, amargo... con un sabor de minutos felices, pero con un dejo de ausencia que no sé cómo llenar.

febrero 16, 2009

Frutitas

Hay días que tienen un olor particular. Este despertar, mi mañana tuvo el olor a frutas, de esas que se antojan comer de sólo verlas. Quizá estoy queriendo usar de placebo este imaginario aroma, a la ausencia de café.

febrero 09, 2009

Por el mero placer

Esta mañana he tomado una fuerte determinación, únicamente para probarme a mí misma la capacidad de autocontrol que todavía tengo. Nada más por eso. Por el mero placer de saber que puedo contenerme cuánto guste.

No voy a tomar café del día de mañana al 21 de febrero. Y sin lamentarme, simplemente disfrutando los días de control.

febrero 06, 2009

El culpable de la culpa

Son los ímpetus de las pasiones, deslizadores de la cordura, y allí es el riesgo de perderse.
Baltasar Gracián

Hay minutos en que me siento vieja. Hay minutos en que me molesta que se disturbe mi rutina. Hay minutos en que me doy por enterada de que no soy una mozuela que tenga todo el permiso de equivocarse y lograr la pronta reivindicación. Hay minutos en que me pesa tener la edad que tengo y estar apostada dónde estoy y cómo estoy, en esta parodia de disoluta actuación infantil y de imperceptible madurez.

Sin embargo, también hay mañanas completas en que me levanto con un brío que me hace creer que tengo de vuelta 16 años y que si yerro lo único que hay que hacer para sanar al corazón es llorar hasta la siguiente sonrisa. Momentos en que cuando llega el alba, un aire de vehemencia hace presa de mí y me siento capaz de correr hasta que mis pies se despeguen de este suelo sin saber a dónde voy a llegar; me siento capaz de amar sin que importe otra cosa, de besar hasta que se me desgaste la noche y la intención.

Hay tardes en que me recorre un impulso, un ardor que me nubla por completo y me hace actuar con toda esa pasión que da la inexperiencia, pero con la frialdad que he adquirido con los años; con una planeación y exactitud que me extrañan porque a lo único que me llevan es a la perfidia contra mí misma.

Y al llegar la noche, después del ímpetu y revuelo de todo mi día, cuando pongo la cabeza en la almohada y el cuerpo entre las sábanas recién cambiadas, el ansia no me deja dormir. Me acosa la desesperación, la culpa por actuar de esa manera desbocada que me lleva a perder la cordura. Pero la cordura también me molesta, murmura en mi oído que es ella quien no me permite ser más libre y más feliz.

Al final de cuentas, el ímpetu es el culpable de todo. Mi cordura no tendrían atisbo de duda, si no hubiera algo que le encendiera la sangre y la hiciera deslizarse hasta la perdición en la que, por instantes, me siento inmersa. La culpa de la culpa no es mía, así que me sentiré menos culpable por la culpa que tengo, pero que no me pertenece.

Y cuando llego a estos dilemas, me doy cuenta de que no estoy tan envejecida. Alguien viejo no tendría problema en resolver los hechos de la vida. Es más, no tendría que resolverlos. Simplemente los viviría. Hay días completos en que me gustaría ser vieja y no sólo sentirme como tal. Me gustaría sólo por un minuto perderme en la emoción del día a día y no en la esperanza del mañana.

febrero 03, 2009

Mi reino

Dije que iba a dar mi reino por tres cerezas bañadas en chocolate y licor. Y cuando me las dieron, no me pidieron ningún reino a cambio. Simplemente di conversación, minutos y ningún sueño. Y extrañamente al saborear una de las cerezas, al morder el tallo que considero un punto de sofisticación frugal, se me fue un dejo de dolor que nunca debió estar apostado en mi corazón.

enero 30, 2009

Ayer-Hoy-Mañana

Ayer empezó a sentirse un poco más de frío. Ayer sentí como si las sensaciones de primavera estuvieran obligadas a quedarse guardadas un tiempo más. Ayer pude ver el claro recordatorio de que la vida nos sorprende con el ir y venir del clima, con el ir y venir de gente, con el ir y venir de pensamientos obtusos que no tienen un final feliz.

Ahora me levanté y no me extrañó el frío de las 5:30 de la mañana; tampoco me extrañó que no tuviera deseo de ir al gimnasio; ni que al llegar a mi oficina ya hubiera café. Hay cosas de esta vida que no logran sorprenderme, sobre todo, que puedo llegar a ser una experta en el autosabotaje emocional.

Mañana voy a quedarme más tiempo en la cama que el debido. Mañana voy a darle un revés al día y lo voy a someter a mis deseos. Mañana voy a ir cuando el cine no esté tan lleno y voy a caminar por calles plagadas de peatones. Mañana no me va a sorprender el frío, ni la gente, ni los pensamientos, ni la vida. Mañana yo los voy a sorprender a todos.

enero 29, 2009

Chocolate


El día de hoy doy mi reino por una cajita de 3 cerezas bañadas en chocolate y licor, de las de Sanborns. Y si van acompañadas de una invitación al cine o a cenar, pensaré qué otra cosa tengo para ofrecer, a parte del reino de sueños, minutos y conversación.

enero 28, 2009

Las notitas de primaria


El día de hoy me siento como una niña de primaria, de esas que se atreve a mandarle una notita al niño que le gusta diciéndole que si quiere ser su novio.

El día de hoy me sudan las manos y mi corazón está agitado.

El día de hoy, quisiera recuperar la notita, doblarla en mil pedacitos y tragármela. Dicen que el papel es siempre más dulce que las palabras.

El día de hoy volví a tener 10 años, con la diferencia de que al timbrar la campana no se acaba el capítulo. Yo no me acuerdo qué pasaba al día siguiente, cuando veías a los ojos al que ya no te gustaba. Pero ahora, 20 años después, sé que mañana todavía me voy a acordar de que hoy hice algo parecido a enviarle una notita al niño que me gusta, sin la certeza de verlo al día después. Y sin la certeza de que mañana no me va a gustar.

enero 20, 2009

Sobre el amor

Cualquier muchacho de escuela puede amar como un loco. Pero odiar, amigo mío, odiar es todo un arte.

Ogden Nash
No había pensado antes que se pudiera hacer un arte de los sentimientos. Sé que el sentimiento es lo que hace un arte, pero no que el sentimiento sea arte en sí.

Creo que nunca he odiado. He sentido rencor, recelo, pero odio jamás. Prueba de que no soy refinada en nada, ni siquiera en la pureza de los sentimientos. Quizá que es porque ya se me pasó la época de escuela, donde amar como un loco era cuestión de todos los días.

Como dice Benedetti, quizá soy una "vieja prematura, que ha dejado que le maten el amor". Y si he dejado que lo maten, me han matado la posibilidad de hacer arte con el odio.

No quiero odiar, quizá ni siquiera quiero amar.

En fin, un minuto más de vagas reflexiones que no llegan a ningún lado.

enero 16, 2009

Un día no muy agradable, pero con final a limón

Ayer fue un día de esos en que las cosas no están mal, pero hay algo que te hace sentir ligeramente incómodo.

Ayer no fue un día muy feliz, pero vino a terminar con una agradable conversación y un poco de sabor limón que aligeró mis minúsculas penas.

Gracias por ponerle el ácido sabor a mis minutos. Aunque no fui la mejor conversadora de este mundo, ni la mujer más brillante, ni la más divertida, llegué en la noche a mi casa y sonreí después de todos los eventos desafortunados.


enero 14, 2009

Minutos en movimiento


Por primera vez tengo el interés en mostrarle a alguien mis minutos en movimiento. Es todo un día, pero al fin y al cabo Minutos en Blanco y Negro.

http://www.youtube.com/watch?v=asw53PADX9c

Los minutos de otras personas se pueden ver en:
http://www.flickr.com/groups/mydayyesterday/

Me encantaría ver en movimiento el día de alguien más.


enero 04, 2009

En puerta este 2009


Este año tengo en puerta muchos eventos:

-Bodas. Al menos 6 bodas y espero que se confirme la séptima. Bodas de gente muy cercana. Bodas muy esperadas. Bodas que creíamos imposibles. Bodas que no me puedo perder.
-Viajes. Cuatro viajes seguros a lugares que no conozco. Muchas idas a lugares conocidos y al menos 2 a lugares que medio conozco.
-Kilos. Tengo que perder muchos kilos, que voy a compensar con horas de ejercicio bien identificados. Los kilos son eventos. Los kilos son celebraciones. Los kilos son felicidad traspuesta.
-Mudanzas. Mudanzas ajenas y esperanza de mudanzas propias.
-Teatro. Más teatro que ver, que leer, que saborear.

Ya no sé si el 2009 está tocándome la puerta con fuerza estremecedora o yo estoy afinando el oído, para escuchar el más mínimo murmullo que cruza mi jardín.

enero 03, 2009

Deseos

Me gustaría este año viajar más por un México que desconozco y perderme entre sus callejones y restaurantes escondidos. Me gustaría que mis zapatos de caminar se gastaran y mis libretas de apuntes de cosas que me sorprenden, se hicieran demasiado voluminosas. Me gustaría no ver como ajeno a mi persona el usar una mochilita de viaje, en vez de una pequeña maleta convencional. Me gustaría perderme en los recuerdos y fotografías que tengo que descifrar, donde meses después descubro cosas que vi, pero que no me fijé. Me gustaría acostumbrarme a olor de las calles viejas y al sabor del agua de otro lugar. Me gustaría tener eterna conversación de lugares que creo hacerlos míos, sólo por caminarlos una y mil veces. Me gustaría poder ser tan libre como para tomar mi automóvil y que un encantador pueblito me quedara a tres pasos. Me gustaría saber de memoria el camino al aeropuerto. Me gustaría tener a quién sonreírle al ver las baratijas que compramos en olvidado lugar.

Este año me gustaría viajar más por un México que desconozco y perderme en la identidad de turista que me va tan bien.