abril 28, 2009

Recuento de abril


Mi ciudad se torna de diferentes colores cada día. Ayer que salí del trabajo y fui a hacer unas compras, me sorprendí al ver que la gente usaba azules, blancos y verdes. Muchas sonrisas estaban cubiertas por nítidas telas que hacían que los portadores se ciñeran a ellas como única salvación hacia algo que no sabemos en qué va a desencadenar.

En lo personal no conozco a alguien que esté con este problema de frente. Todo mi país está enfermo de incertidumbre, de temor hacia algo que no ve, pero que sabe que a un porcentaje le tocará vivir, según dictan las estadísticas.

La palabra pandemia da miedo. La palabra epidemia genera escozor. La palabra muerte reproduce un silencio hondo. Y la palabra cura casi no se escucha. Lo que sí sé es que pandemia, epidemia y muerte han borrado de la memoria otras palabras como sicarios, narcotráfico, política, crisis. Incluso la palabra sismo dejó de importar.

Pero, no voy a pensar en todo lo anterior. Simplemente me voy a llenar de colores cuando imagine que la gente sonríe detrás de sus máscaras, cuando descubra la sombra de los dientes de los ancianos y cuando una madre se exaspere con los niños inoficiosos y arriesgue su vida quitándose su máscara para poder gritarles más fuerte.

Es más, aunque yo no uso de esas máscaras quirúrgicas, decidí esta mañana vestirme de colores combinables con los tonos de este fin de abril. A un lado el amarillo. Lo de ahora es el verde hospital.


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