marzo 25, 2009

Lo que me gusta comer


Definitivamente la perspectiva de salir a comer algo nuevo, siempre me emociona. Yo creo que lo que me hace sentir bien, es el pensar que tengo de frente la cita, la oportunidad, de probar cosas diferentes.

En los restaurantes, procuro en cada visita tomar otro plato, no repetir en la medida de lo posible, para así tener por seguro que no me estoy encasillando en un sabor en particular. Pero he de confesar que tengo una debilidad por el salmón y las frutas del bosque. Eso me llama de los sabores. Y me dí cuenta de que me gustan, porque se llevan maravillosamente bien con el tempranillo, mi uva favorita.

Obviamente, al final de cada comida, viene el café, que casi me hace olvidar todos los sabores anteriores que no me agradaron, pero acentúa los que me fueron deliciosos. Es como el sello, el barniz necesario para hacer brillar la creación culinaria.

Para este fin de semana, aún no tengo un plan. Pero de seguro incluiré algo de amargo sabor, conversación y cálidos sabores de rosada primavera.

marzo 19, 2009

Un recorrido por la Cd. de México


Una de mis materias favoritas, ahora que estoy de vuelta en la escuela, es Poesía Hispanoamericana.

Particularmente este semana me ha gusta leer sobre Manuel Gutiérrez Nájera. Uno de sus poemas me recordó a un buen amigo, que tengo varios años sin ver y desde hace algunos días no tengo noticias de él. El poema se llama Non Omnis Moriar. Cuando lo leímos, de verdad que pude escuchar como la voz de este buen amigo, durante la lectura de tan sentidas palabras. No sé, fue algo extraño que no me había pasado antes con un poema.

También leímos otro, que se llama La Duquesa Job, de éste, voy a poner mi párrafo favorito:

¡Y los domingos!... con que alegría
oye en su lecho bullir el día
y hasta las nueve quieta se está!
¡Cuál acurruca la perezosa,
bajo la colcha color de rosa
mientras a misa la criada va!

...

Toco; se viste; me abre; almorzamos;
con apetito los dos tomamos
un par de huevos y un buen beefsteak
media botella de rico vino,
y en coche juntos, vamos camino
del pintoresco Chapultepec.

¡Desde las puertas de La Sorpresa
hasta la esquina del Jockey Club
no hay española, yanqui o francesa
ni más bonita ni más traviesa
que la duquesa del Duque Job!


Y sí, por un momento, me imaginé a mí misma haciendo este ritual de domingo en la Cd. de México. Levantándome a las 9:00, disfrutando de estar arremolinada entre el edredón y las sábanas, para luego ir a tomar el brunch en cualesquier restaurante tranquilo; no sé, caminar con ese paso despreocupado que se da después de tomar sólo un poco de un vino ligerito; conversar y que se vayan las horas hasta que irremediablemente llegue el lunes.

En definitiva quiero vivir eso, y cuando lo esté haciendo, me voy a acordar de Gutiérrez Nájera y su duquesita; de los poemas, y de ese amigo que ya no me habla, pero que ayer, pude escuchar su voz por el poema que alguien más leyó.

Otras lenguas que no sé para que sirven, pero sí sé para que no sirven

Mujer que sabe latín

A penas hizo bien Rosario Castellanos en elegir éste como título de uno de sus ensayos. Recuerdo que este librito lo leí casi por completo en una librería. Me quedé tan interesada en el tema, que tuve que volver al día siguiente a por él, para terminarlo. De ese día hace varios años y aún no sé en qué acaba. Y el día de hoy me levanté con la esperanza de encontrar bajo toda la palabrería, algo que desmienta el conocido refrán:

Mujer que sabe latín, ni tiene marido, ni tiene buen fin.

Quizá lo busco, para no quedarme a medias posibilidades, dado mi limitado conocimiento de este idioma tan... tan complicado como el matrimonio, según cuentan mis amigas, las que no saben latín.

marzo 17, 2009

Las frutas


Mis frutas favoritas son la sandía y la fresa. Y de ambas, en más de una ocasión, he comido desmesuradamente.

De la sandía existen muchos mitos: que no se debe comer después de las 3 de la tarde, que no se debe mezclar con leche, que si se come con jamón se cae el cabello, que las semillas contienen cianuro, y demás asuntos que la vuelven una fruta peligrosamente atractiva.

Pues anoche, me atreví a comer sandía y luego tomar leche y después comer un sándwich con queso. No me pasó nada, excepto que esta mañana me levanté mareada. Muy mareada.

Insisto, la sandía es peligrosamente atractiva. No vuelvo a dudar de todos sus poderes.

marzo 13, 2009

Quiero un cepillo de dientes de color rojo


Quiero ponerle un rojo detalle a mi baño. De ahora en adelante, todos los cepillos de dientes que compre serán rojos. Rojos si ningún otro color. Quiero que todas las mañana inicien tan vivas como ese tono que tanto agrada a mis pupilas.

marzo 10, 2009

Recuento medio del mes de febrero


Febrero es como un desayuno agradable, donde uno debe fingir cierto grado de cordialidad, aunque no se haya dormido bien, el clima no sea el más adecuado y la fruta esté pasada.

Febrero es sonreír y decir "Buenos Días". De esto depende que el resto de mi año sea mejor.

Febrero es toparse con los errores de la noche anterior y hacer todo lo posible para quitar la incomodidad.

Febrero es careta necesaria para la convivencia social. Es enterarse, con certeza, de lo que la vida tiene y tuvo, al leer el diario del año anterior.

Febrero me estrujó el corazón este año, pero me hace pensar que marzo va a funcionar genuinamente mejor.

marzo 05, 2009

Las anécdotas de vida

Hay cosas que hago nada más para tener una anécdota en la vida. Cosas que no son trascendentes, pero que me dan material para contar y recordar con gusto, como por ejemplo, la vez que tomé un avión, antes de llegar a la veintena de edad, sólo por ir a otro lugar y regresar el mismo día, sin decirle a alguien.

Pero también, hay anécdotas que escribo, para que se vuelvan trascendentes, para que exista la constancia de que las cosas sucedieron y que otros se puedan reír como lo hice yo. Tal es el caso de lo que me sucedió días atrás.

La vida de rutinas que me he fabricado, de vez en vez me da un descanso y me permite salir, ir al cine a deshoras, cenar y hacer las cosas que me gustan, sin que estén planeadas. Pues bien, uno de esos días de sorpresa, recibí una invitación para salir, que gustosamente acepté. Por cuestiones del clima y la comodidad opté por cambiarme de ropa. Pero como el suéter que me gusta, estaba sucio, lo metí rápidamente a lavar y luego a la secadora. No bien se escuchó la señal de que se estaba lista la ropa, llegaron a por mí.

Apresuradamente me puse el suéter y salí con una gran sonrisa. Llegué al cine más temprano de lo esperado y me senté a tomar un café y a conversar con mi compañía. Vimos una película medianamene buena y luego fuimos a cenar.

No sé, me dio la impresión de que todo tenía un ambiente más jovial, la gente sonreía, los meseros nos atendían de mejor humor, hasta se empezó a sentir un calorcillo que me dieron ganas de quitarme el suéter, pero no lo hice, porque el clima es voluntarioso y no vale la pena retarlo.

Una noche encantadora llena de risas y momentos agradables, que terminó cuando regresé a la casa y, sin encender la luz (para no molestar a los demás), me desvestí y me metí entre las sábanas. A la mañana siguiente me levanté un poco más tarde de lo habitual, así que corrí para alistarme. Como no encontré el saquito adecuado para mi falda, me puse el mismo suéter con el que había salido la noche anterior. Y todo volvió a la normalidad, el tráfico, las luces, el banco, el café, etc, etc.

Pero, llegando a mi oficina, uno de mis compañeros de trabajo soltó una contagiosa carcajada cuando me vio. Yo me reí con desconcierto, pero la musicalidad de su voz estaba dotada con tanta algarabía, que no me quedó más remedio que soltar una genuina carcajada.

Cuando por fin él pudo hablar, pasó su mano por mi espalda y me despegó UN CALCETÍN A RAYAS GRISES que traía pegado en el suéter por la estática. Durante toda la tarde anterior y toda la mañana anduve con UN CALCETÍN PEGADO.

Imagino lo alegre que habrá sido la jornada de trabajo para los señores del cine y los meseros; para la gente de espera en el banco y para el muchacho del café. Todo por un descuido, todo por la estática, todo por un calcetín que se entremetió donde no le convenía.

Y desde ese día reviso minuciosamente mi ropa antes de ponérmela. No vaya siendo que un buen día termine saliendo con ropa adecuada, pero "accesorios" inapropiados.