diciembre 12, 2013

Las despedidas

Hay despedidas que se prolongan, a solas, en un aeropuerto, en un avión.
Hay despedidas que se duermen, que se abrazan en una cama blanca.
Hay despedidas que se lloran, a solas, en un estacionamiento.
Hay despedidas que se tratan como si no lo fueran.
Hay despedidas abruptas, que no tienen final.
Hay despedidas que se tejen, como Penélope.
Hay despedidas que no lo parecen.
Hay despedidas que no lo son.
Hay despedidas.
Hay.

noviembre 04, 2013

La droga literaria



Lo confieso: escribo bajo la influencia de las drogas. La que prefiero es aquella que se obtiene de la sustancia que segrega el corazón roto. ¡Inmejorable! Junto con ella, aparecen en la memoria drogadicta, aquellas dosis que fueron obligadas a ser consumidas, por necesidad, para continuar con la vida intelectual: las literarias.

La memoria de las drogas literarias es terrible. Especialmente para las mujeres. El maldito romanticismo decimonónico nos ha marcado, a las latinoamericanas del siglo XX, como ninguna época. Buscamos un hombre que ame a muerte y aún después. Y no solo eso, debe ser un hombre románticomodernista: entregado a fondo a sus pasiones, pero pasiones refinadas, cultas, cosmopolitas y preciosistas. Toda una letal combinación posmoderna.

Odio haber leído Cumbres borrascosas y creer que el amor, a pesar de equivocarse en la Tierra, se reivindica a su tiempo. Odio haberme enamorado de un personaje tan ruin como Heathcliff; soñar con que puedo cambiar la historia y convertirme en una Catherine paciente, que espera a que el joven desbocado se transforme en un señor. Y curarlo de sus rencores con mi prístino amor.

Odio haber conocido la anécdota simplista de Penélope y Ulises, a través de las canciones de Serrat, para luego buscarlas en la literatura. Odio sentir la responsabilidad de tejer las redes de la seducción, para no perder pretendientes, aunque luego, durante la noche, desteja todo, desconcertándolos. Mientras, soñar con que llega el verdadero amor, ese que ha recorrido el mundo y que se complace en regresar con una mujercita que solo acumuló añoranza y kilómetros de estambre.

Incluso odio haber visto más de setenta veces La bella y la bestia. Saberme una mujer culta, pero sacrificada a fin de cuentas; una mujer joven en la vida pero vieja para amar. Odio poner los ojos en bestias, porque creo que bajo su capa hay un príncipe que solo necesita un poco de afecto. Odio esperar las transformaciones. Odio soñarme hermosa y con una enorme biblioteca.

Y aquí, con una sobredosis de rotocorazonina, reniego de querer sentir. Reniego de leer, pero, sobre todo, de tener que explotar en vana palabrería. Odio tener un diario en el que plasmo mis dolores y ensoñaciones; odio que me guste tomar el estambre y las agujas para tejer olvidos que regalo en forma de bufandas; y, sin más, odio poquito a Disney.

Pero la memoria de la droga literaria me lleva a reflexionar en vivencias que no me pertenecen y a reescribir las historias cuantas veces necesite. Al fin de cuentas, la publicación más importante que haga, es aquella que estará grabada con mi epitafio. Y dirá: “Linda Díaz. Latió su corazón”. Y esa es una linea que no me va a tocar escribir.

octubre 18, 2013

Wishlist



1 Quiero un hombre que, una mañana de otoño, me proponga que vendamos todo lo que tenemos, para irnos a París en invierno, a Madrid en verano. Que vivamos en un departamento minúsculo donde no quepa el comedor de mi abuela ni mi cama con dosel.

2 Quiero un hombre que se enoje conmigo a rabiar, que aún en su casa, se vaya a dormir al sofá por no convivir con el aroma que sus sábanas tienen de mí.

3 Quiero un hombre que no lea como pose intelectual. Quiero un hombre que no sepa de arte por saber. Quiero un hombre que sepa de la vida y que se enamore de la creación casi divina, tomado de mi mano.

4 Quiero un hombre al que no le importe que tenga un gato con el que hago el trabajo intelectual, con el que comparto profundos soliloquios.

5 Quiero un hombre que me haga dudar de quedarme a trabajar a deshoras, con tal de ver una mala serie, a su lado, en la televisión abierta.

6 Quiero un hombre que me proteja cuando un ruido me sobresalta. Que acalle mis pensamientos fatídicos. Que su fortaleza sea el temor de Dios.

7 Quiero un hombre que trabaje duro y que considere mis brazos su hogar, el remanso de paz en donde abandonarse y dejar de ser fuerte.

8 Quiero ser una mujer a la que no le importe la estabilidad económica, siempre y cuando posea una cafetera y buen perfume.

9 Quiero ser de esas mujeres que pelea un poco, cada nunca, para acabar abrazada, con esa rabia que se convierte en paz y sueño profundo.

10 Quiero ser una mujer que escribe, que tiene diarios, que se levanta temprano para atrapar el alba en la tinta y el papel; que toma un poco de vino para dejar suelta la pluma y navegar en pensamientos inexplorados.

11 Quiero ser una mujer que sueña y baila abrazada a su gato para luego caer, irremediablemente, en unos fuertes brazos que la atrapen en un giro y rematar con un beso.

12 Quiero ser una mujer que sabe en qué momento regresar a casa; que sabe llenarla de sopa caliente, de sonrisas, de inesperadas salidas a cenar; de esperados platillos favoritos frente al televisor.

13 Quiero ser una mujer frágil, que expresa que puede hacer las cosas, pero que se complace en necesitar ser cuidada. Ser una mujer que descanse en las sensatas decisiones de un hombre que se fía en Dios.


14 Quiero ser una mujer, una pareja, una amante, una compañera. Quiero ser y encontrar a mi ser.