abril 16, 2009

La moralina en la mujer espejo

Hace algunos meses, mi nonagenaria abuela me prestó un libro porque dijo que tenía "bonitos y sabios consejos para la vida de cualquier jovencita inocente y sin malicia". Mi abuela es encantadora, yo sé que lo que me dice es porque en verdad lo cree, porque piensa que la vida sigue siendo como a principios del siglo pasado, donde la gente se ensimismaba con asuntos de la moral, para no pensar en la Revolución que estaba matando a los hombres y empobreciendo a las mujeres.

Como prueba de que la moral y decencia es una constante en los pensamientos de esta encantadora viejecita, durante toda su vida ha ideado una serie frases que ya se han vuelto célebres entre mis amistades. Y comparto la última que mencionó, que precisamente se deriva de una historia de los tiempos de la Revolución:

"Más le vale a una mujer caer por un despeñadero, que perder su honra a manos de salvajes que no sabrán valorarla"

Escrito con esta misma tesitura, el libro de Pureza y Hermosura por Monseñor Toth Thiamer, para las jovencitas españolas de 1944, me hizo reír un poco por la manera de exponer los hechos de la vida. ¡Qué impresionantes razonamientos tiene! De verdad, que si yo hubiera nacido en esos años, ese sería mi libro de cabecera. Ha tenido tal impacto en mi vida, que un querido amigo (y con quien comparto la mayor parte de mi tiempo de conversación) está buscando una de las ediciones para comprarlo, porque no podíamos dejar de leerlo y reír.

Sin embargo, a pesar de la mal sana diversión que me brindaba, tuve que dejar esta literatura de lado, porque me entraron una serie de pensamientos y sentimientos que ya no caían en lo irrisorio o en el estudio costumbrista, sino en un acoso mental con el que no podía vivir.

No sé, de pronto mi conciencia se revistió de una moralina horrorizante. Y lo peor, es que estoy plenamente consciente de que la vida ha cambiado. Sin embargo, las palabras de Monseñor Thiamer estaban retumbando en mi cabeza y, por mofa, me dediqué a recitarlas a cada instante, pero de pronto dejaron de sonar a broma.

Eso sucedió hace varios meses y lo estoy recordando el día de hoy, porque hace 3 semanas, conocí a una personita que de seguro leyó ese libro. Es una mujer joven, casi bonita, casi agradable, casi dulce. Pero también es tan tajante, tan censuradora, tan "protectora de la moral y las buenas costumbres" que ya se ve casi vieja, casi fea, casi desagradable, casi amargada.

Y la comparo con mi abuela (quien de verdad cree en la moral y las buenas costumbres), que es una mujer de suaves palabras, de consejos, de buenas intenciones, de hermoso semblante y voz comprensiva.

En cambio, la señorita revestida de moralina, se ve aún más agotada que mi abuela. Su rostro no está surcado de arrugas, pero su semblante luce marchito. Yo digo que tanta pureza le está robando lo esencial de la vida, la está cegando y solamente le aguza los ojos y el corazón para sacar su larga lengua y envenenar a otros con su amargura.

Si hubiera un espejo que reflejara el corazón, aseguro que esta conocida señorita, luciría con un dedo apuntando a otros, la boca abierta para hablar sin dulzura y tacto; y los ojos saltones por la lupa con la que siempre mira.

Y con todo esta reflexión, me doy cuenta de que yo misma me he convertido en ella, por mirarla de esta forma tan poco cortés, así que probablemente, esta mañana, nuestros reflejos sean iguales.




1 comentario:

Anónimo dijo...

Muy bueno, me sentí identificada y me tomé el atrevimiento de subir tu blog a mi face...un besote