Esta ciudad está muerta.
No hace frío, no hace calor. No hace aire, ni llueve. Simplemente, por 3 días se paró todo.
Los restaurantes cerraron, mis amistades se fueron, mi corazón también se fue por allí.
Y mañana voy a despertarme temprano y, poco a poco, con mi taza de café en mano, voy a ver cómo la ciudad resucita a través de la gran pared de cristal de mi oficina.
Van a regresar los oficinistas frustrados, las madres aceleradas y la gente feliz va a inundar las calles. Voy a escuchar el bullicio de los autos, de la música de algún conductor estridente.
Y por un minuto, voy a desear haber eternizado este momento en el que estoy sentada en un conocido café, tomando otra botella de agua mineral y tentada a pedir un espresso más.
Sin embargo, la vida sigue y sé que me agrada todo ese movimiento que hace que mi vida sea trepidante de vez en vez. Las mañanas ruidosas son hermosas, siempre y cuando sepa, que puedo escapar de aquí cuando yo quiera.

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