octubre 20, 2008

Los Domingos


Mi familia es rutinaria en todos los sentidos, inclusive en los días de "no rutina". Desde que tengo uso de razón, los domingos son días similares. En más de veinte años ha habido pocas variaciones. Quizá la última y más importante, es que dejamos de ir a comer con las abuelas, sin faltar una semana.

Cuando niñas, mi hermana y yo esperábamos, después del servicio en la iglesia y la tradicional comida familiar, un paseo donde mi papá nos compraba un helado y un cuento para leer más tarde. En verdad no recuerdo a qué edad se acabó eso. Con el paso del tiempo, yo estaba más desesperada por llegar a mi casa y mi hermana más inquieta por huir del sol. Quizá por eso mi papá eliminó los paseos dominicales.

Pero ayer, fue como volver a vivir la antigua rutina. Fuimos al servicio, comimos la nueva comida tradicional dominical (carne asada... ¿sabrán que no me gusta mucho la carne asada?), nos pusimos ropa más cómoda y de pronto, me volví a ver saliendo con mi familia. Ha cambiado un poco la versión, ahora fuimos a tomar un café y volvimos a terminar en la librería. Yo cancelé los planes que tenía para más tarde para poder disfrutar de esos minutos tan escasos de salidas familiares. Definitivamente no los añoro. Paso el tiempo suficiente con mi familia, pero de vez en cuando, es bueno recordar y volver a sentir lo de esos años donde el domingo significaba ver a los abuelos, tomar un helado y terminar a ocultas la tarea de la escuela.

Mi familia está llena de rutinas que no comprendo y de pronto se deshace de rutinas que no prefiero. Quizá eso es lo que me hace sentir una tranquilidad cuando llego al hogar: el saber que las cosas no van a cambiar demasiado, que es un lugar acogedor y que puede ser el remanso de paz que necesito, cuando la vida agitada me agobia.

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