octubre 22, 2008

La Cocina y la Filosfía



Aunque dije que a las cuestiones culinarias las dejaría de lado, eso es algo con lo que no puedo. No puedo ir en contra de mi deseo profundo de probar cosas nuevas, de envolverme en los aromas de la cocina y en soñar con las sazones, los colores y las consistencias de los platos. No puedo contra eso. Creo que es ir un poco, en contra de mí misma.

Y, teniendo como antecedente esa lucha que mantengo, ayer al estar leyendo unas cartas de Sor Juana Inés de la Cruz, no pude mas que emocionarme y sentir cómo palpitaba mi corazón más fuerte al leer el siguiente fragmento:

Pues, ¿qué os pudiera contar de los secretos naturales que he descubierto estando guisando? Veo que un huevo se une y fríe en la manteca o aceite y, por contrario, se despedaza en el almíbar; ver que para que el azúcar se conserve fluida basta echarle una muy mínima parte de agua en que haya estado membrillo u otra fruta agria; ver que la yema y clara de un mismo huevo son tan contrarias, que en los unos, que sirven para el azúcar, sirve cada una de por sí y juntos no. Por no cansaros con tales frialdades, que sólo profiero por daros entera noticia de mi natural y creo que os causará risa; pero, ¿qué podemos saber las mujeres sino filosofías de cocina? Bien dijo Lupercio Leonardo, que bien se puede filosofar y aderezar la cena.

Y yo puedo decir viendo estas cosillas:
"Si Aristóteles hubiera guisado, mucho más hubiera escrito"

Respuesta a Sor Filotea
Juana Inés de la Cruz

Indudablemente, estoy de acuerdo. Mientras uno se enreda en la cocina, la mente vuela de manera diferente. No es estar pensando únicamente en proporciones, combinaciones y sabores; es planear de manera detallada, punto menos que maquiavélica, la manera de lograr que nuestras intenciones traspasen a la boca de quienes desgustarán, para generar determinada reacción. Como dije antes, la cocina me descubre, me conoce, me adivina, me transforma. Es inegable, que lo que consigue es activar en mí cierto grado de ingenio y de malicia. Y si digo de malicia, es porque uno se anticipa, interpreta de manera punto menos que siniestra, las reacciones de los comensales.

Coincido con la opinión de la querida Sor Juana, "Si Aristóteles hubiera guisado, mucho más hubiera escrito". Yo quizá necesito leer mucho, para cocinar con mayor encanto.

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