diciembre 11, 2008

De los dolores del alma a los aspectos psicosomáticos


Me duele terriblemente el dedo anular izquierdo.

Tengo desde inicios de semana que se me dificulta teclear en la computadora o detener la taza de café con esa mano. Cada vez que la muevo, me duele como un recordatorio de que hay algo que tengo que hacer para remediar el asunto, porque no puedo vivir así.

Le contaba esto a un buen amigo, cuando encontré la fuente de mi dolor: a ese dedo le hace falta tener algo que le dé peso. Quizá un discreto solitario envuelto en una caja color turquesa pueda quitarme la dolencia.

Dice mi buen amigo, que su hermana está segura que ese tipo de mal se agudiza con los años. Que entre más te alejas de los treintas, la punzada se hace más fuerte, particularmente en las bodas o en las fiestas de compromiso de las amigas incasables.

No lo dudo. Por lo pronto, para remediar mis congojas, para las fiestas decembrinas he decidido regalarme algo redondito, bonito y que venga en una cajita color verdioso. Digo, nunca está demás una terapia de rehabilitación.

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