-¡Quizá un día seamos seis en la mesa!
Dije con una extraña convicción (y sin fingida emoción), que al final de cuentas terminé asustándome y mejor opté por decir que fue un suspiro, que creyeron haber escuchado algo, pero que no... que yo no había proferido palabra.
Dos se me quedaron viendo y dos más sonrieron con cara de ¡pobrecita ilusa! ... yo me quedé callada y luego todos fingimos que nada pasaba.
Y por milésimas de minuto, me imaginé con alguien a mi derecha, que me hiciera creer mis propias mentiras. Pero sobre todo que les quitara esa cara de incredulidad a mis eternos compañeros.
Dije con una extraña convicción (y sin fingida emoción), que al final de cuentas terminé asustándome y mejor opté por decir que fue un suspiro, que creyeron haber escuchado algo, pero que no... que yo no había proferido palabra.
Dos se me quedaron viendo y dos más sonrieron con cara de ¡pobrecita ilusa! ... yo me quedé callada y luego todos fingimos que nada pasaba.
Y por milésimas de minuto, me imaginé con alguien a mi derecha, que me hiciera creer mis propias mentiras. Pero sobre todo que les quitara esa cara de incredulidad a mis eternos compañeros.
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