mayo 26, 2009

Fin de semana de hace 50 años


Este fin de semana tuve una más de las bodas de mis amigas. Pero en esta ocasión no fue en la ciudad, en los conocidos lugares. Ahora tuve que viajar algunos cientos de kilómetros, hasta llegar a una encantadora ciudad pequeña, de esas que se antojan caminarlas, detenerse en cada esquina donde no ha pasado el tiempo.

Y de pronto, me vi transportada 50 años atrás. Y yo era la misma. Fue un fin de semana maravilloso en el que me reí de cualquier cosa, bailé mucho, me vestí de negro, de rosa, de verde, de colores que nunca uso y de los colores de siempre. Por una noche me sentí hermosa, sentí que en ese lugar no importaba quién yo fuera.

Y anduvimos una y otra vez, perdiéndonos en las laberínticas calles, sorprendiéndonos por las antiguas construcciones, ansiando descubrir olores nuevos que nos llevaran a sabores diferentes. La noche nunca llegó. La tarde se convirtió en mañana que dio su aviso porque las risas empezaron a agotarse y los ojos a perder su brillo.

Y luego, de vuelta a buscar un lindo restaurante de verdiazules tonos, con neón en las esquinas y sillones forrados en vinil. No hubo malteada de fresas al final, ni siquiera había rockola. Lo que hubo fue una larga carretera y más horas de conversación infinita, prometiendo hacerlo de nuevo. El auto quedó impregnado del olor a flores frescas, de los brillos de mi vestido y de ese aire de familiaridad que tanto me asusta a veces.

Y no tuve mas que pensar que a inicio de este año, desee conocer otros lugares, desee perderme en desconocidas calles, desee que las tardes no se terminaran, ni que mis pies se cansaran. Desee viajar con poco equipaje y ser más feliz que siempre. Y hoy soy más feliz que siempre.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Bueno, en realidad en el mercado hubieras podido saborear de una malteada de fresa, como yo lo hacía cuando niño; puedo recorrer esas calles de memoria (será por eso que me identifico tanto con los laberintos de Borges?) Más feliz que siempre! =)